Tenemos en casa la segunda edición de Los cuentos de Toba. Por ahora en reposo, hasta que se agoten los últimos ejemplares de la primera.
¿Y si empezamos a venderlos ahora?, me dice Toba. Esperá, respondo yo, no seas perro apurado. Ufa, protesta él, ¿no ves que estoy ansioso? Sí, ya veo, le digo, tenés que cultivar el don de la paciencia, además soy yo el que se camina todo para ofrecer tus libros. Entonces Toba me mira (impaciente me mira), pero se queda callado.
Así andamos, poniendo toda la energía para agotar la primera edición, y dejar contento a este perro, que está inaguantable.
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lunes, 17 de diciembre de 2012
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Auspiciar un libro
¿Alguna vez pensaste en ver el logo de tu empresa en la tapa de un libro?
Si te dedicás a productos para chicos o mascotas, “Los cuentos de Toba” puede ser un buen lugar para darte a conocer, con un bajo costo.
Podés auspiciar el número de ejemplares que quieras, distribuidos en la zona de la ciudad que elijas, dentro de Gran Buenos Aires y CABA.
¿Te lo vas a perder?
Si te dedicás a productos para chicos o mascotas, “Los cuentos de Toba” puede ser un buen lugar para darte a conocer, con un bajo costo.
Podés auspiciar el número de ejemplares que quieras, distribuidos en la zona de la ciudad que elijas, dentro de Gran Buenos Aires y CABA.
¿Te lo vas a perder?
sábado, 24 de noviembre de 2012
Juan Gelman
Acerquémonos a Juan Gelman.
Mi Buenos Aires querido
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.
Juan Gelman
del libro “Gotán”
Arte poética
Entre tantos oficios ejerzo este que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.
A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.
Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.
Juan Gelman
del libro “Velorio del solo”
Los niños
Les agradezco estar, amanecer.
Puros, azules, limpios, asomándose detrás de
la camisa, con la sonrisa puesta, el pájaro en
su sitio, el asombro en su lugar.
Bajo sus delantales la ternura hace ruido, y
todavía crecen en el aire, en la flor, en el
cielo, en los rincones.
¡Vivan! ¡Vivan los niños y su gran campana,
tocando a muerto, a hombre, cuando crecen!
Dejad entonces, ciegos, que yo vaya a los
niños.
Juan Gelman
del libro “El juego en que andamos”
lunes, 22 de octubre de 2012
Los preconceptos
Parece mentira, pero no es raro encontrarme con gente que subvalore su propio barrio. Mientras ofrezco mis libros suelen aparecer ciertas palabras como “por acá nadie lee”, o “llegaste al lugar equivocado”.
Sin embargo, fiel a la obstinación habitual, sigo como si nada se hubiera dicho, para constatar invariablemente lo errado de aquellos juicios peyorativos.
Y me pregunto entonces, ¿puede una persona desconocer hasta tal punto los potenciales de la ciudad que habita?, ¿generaliza, tal vez, partiendo de sus gustos o afinidades?, ¿hay acaso oficios, profesiones, o niveles sociales que no permitan el disfrute de un libro?
Al último cuestionamiento respondo sin dudar que no. La experiencia en la calle derriba preconceptos, o por lo menos los deja tambaleando.
Y si no creen en lo que digo, miren alrededor. ¿Cuántas veces una persona cercana (amigo, vecino, compañero de trabajo, de estudios) consigue sorprenderlos con inclinaciones artísticas que juzgaban imposibles para la imagen que se habían hecho de ella?
Es que es tan poco lo que sabemos del otro. Apenas lo que se deja ver. Apenas lo que nos permitimos ver.
Sin embargo, fiel a la obstinación habitual, sigo como si nada se hubiera dicho, para constatar invariablemente lo errado de aquellos juicios peyorativos.
Y me pregunto entonces, ¿puede una persona desconocer hasta tal punto los potenciales de la ciudad que habita?, ¿generaliza, tal vez, partiendo de sus gustos o afinidades?, ¿hay acaso oficios, profesiones, o niveles sociales que no permitan el disfrute de un libro?
Al último cuestionamiento respondo sin dudar que no. La experiencia en la calle derriba preconceptos, o por lo menos los deja tambaleando.
Y si no creen en lo que digo, miren alrededor. ¿Cuántas veces una persona cercana (amigo, vecino, compañero de trabajo, de estudios) consigue sorprenderlos con inclinaciones artísticas que juzgaban imposibles para la imagen que se habían hecho de ella?
Es que es tan poco lo que sabemos del otro. Apenas lo que se deja ver. Apenas lo que nos permitimos ver.
lunes, 15 de octubre de 2012
Hubo un amor
Les dejo un poema de mi autoría.
Hubo un amor
Hubo un amor
que fue de infancia,
que fue de niño y de niña
como todos los amores ciertos,
aunque no quisiera ella
(o no supiera acaso)
corresponderlo.
Hubo un amor
que duró mil años,
que creció
entre juegos de mancha
y de rayuela,
entre escondidas al aire libre
(detrás de arbustos
o edificios)
o en algún cuarto
que supo hacerse oscuro
para saltar de un tranco
la vergüenza.
Hubo un amor
apenas sugerido,
apenas esbozado,
que sin saberlo
ni buscarlo
se diluyó por fin
de los ojos del niño.
Pero ese amor que hubo
y dejó de haber,
ese amor que fue de infancia,
que fue de críos,
acabó dejando huella
en los vaivenes
de la memoria
(como todos los amores ciertos).
Alejandro Laurenza
domingo, 30 de septiembre de 2012
6000
Seis mil libros vendidos, y sigo recorriendo a pie la ciudad. Supongo que de aquí a tres o cuatros años habré llegado a husmear por cada rincón de Gran Buenos Aires y CABA. Seguramente se me escape algún barrio en esta primera pasada, pero no faltarán segundas oportunidades.
Mientras tanto, a modo de ensayo, decidí regresar a unos pocos para comprobar con alegría que me va incluso mejor que la vez anterior.
¿Qué más puedo pedir? Ah, sí, encontrar alternativas para que no queden todos los huevos en la misma canasta. ¿Alguien tiene sugerencias?
Mientras tanto, a modo de ensayo, decidí regresar a unos pocos para comprobar con alegría que me va incluso mejor que la vez anterior.
¿Qué más puedo pedir? Ah, sí, encontrar alternativas para que no queden todos los huevos en la misma canasta. ¿Alguien tiene sugerencias?
domingo, 26 de agosto de 2012
Amado Nervo
Tengo ganas hoy de compartir algunos poemas del escritor mexicano Amado Nervo (1870-1919).
Primera página
Me clavó con sus flechas el Arquero divino.
¡Me clavó con sus flechas! No pudieron con él
ni mis lustros, doctores de tres borlas, ni el tino
del sagaz timonel.
Me clavó con sus flechas el Arquero divino,
y aquí traigo, lectora (trovador vespertino),
mis estrofas de amores, ¡con su amargo y su miel!
Sed…
Cada día que pasa sin lograr que me quiera
es un día perdido…
¡Oh, señor, no permitas, por piedad, que me muera
sin que me haya querido!
¡Porque entonces mi espíritu, con su sed no saciada,
con su anhelo voraz,
errará dando tumbos por la noche estrellada,
como pájaro loco, sin alivio ni paz!
A México
¡Ay, infeliz México mío!
Mientras con raro desvarío
vas de una en otra convulsión
del lado opuesto de tu río
te está mirando, hostil y frío,
el ojo claro del sajón.
¡Cese tu lucha fraticida!
¡Da tregua al ímpetu suicida!
¿Surges apenas a la vida
y loco quieres ya morir?
¡Torna a la digna paz distante
que ennobleció tu ayer radiante,
y abre un camino de diamante
en el obscuro porvenir!
Amado Nervo
del libro “El Arquero divino”
domingo, 19 de agosto de 2012
Las fuerzas morales
En el libro “Las fuerzas morales”, José Ingenieros (1877-1925), quien nació en Italia y emigró a la Argentina durante su niñez, hace un extenso elogio de la juventud en detrimento de la vejez, estableciendo que ni una ni otra están dadas por la edad, sino por el modo de afrontar la vida.
Compartiré debajo algunos pasajes.
Compartiré debajo algunos pasajes.
3. -La juventud es levadura moral de los pueblos. Cada generación anuncia una aurora nueva, la arranca de la sombra, la enciende en su anhelar inquieto. Si mira alto y lejos, es fuerza creadora. Aunque no alcance a cosechar los frutos de su siembra, tiene segura recompensa en la sanción de la posteridad. La antorcha lucífera no se apaga nunca, cambia de manos. Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior, para volar más lejos, siempre más. Cuando una generación las cierra en el presente, no es juventud: sufre de senilidad precoz. Cuando vuela hacia el pasado, está agonizando; peor, ha nacido muerta.
Los hombres que no han tenido juventud piensan en el pasado y viven en el presente, persiguiendo las satisfacciones inmediatas que son el premio de la domesticidad. Débiles por pereza o miedosos por ignorancia, medran con paciencia pero sin alegría. Tristes, resignados, escépticos, acatan como una fatalidad el mal que los rodea, aprovechándolo si pueden. De seres sin ideales ninguna grandeza esperan los pueblos.
La juventud aduna el entusiasmo por el estudio y la energía para la acción, que se funden en el gozo de vivir. El joven que piensa y trabaja es optimista; acerca su corazón a la vez que eleva su entendimiento. No conoce el odio ni le atormenta la envidia. Cosecha las flores de su jardín y admira las del ajeno. Se siente dichoso entre la dicha de los demás. Ríe, canta y juega, ama, sabiendo que el hado es siembre propicio a quien confía en sus propias virtudes generadoras.
…
8. -La inercia frente a la vida es cobardía. Un hombre incapaz de acción es una sombra que se escurre en el anónimo de su pueblo. Para ser chispa que enciende, fuego que templa, reja que ara, debe llevarse el gesto hasta donde vuele la intención.
No basta en la vida pensar un ideal: hay que aplicar todo el esfuerzo a su realización. Cada ser humano es cómplice de su propio destino: miserable es el que malbarata su dignidad, esclavo el que se forja la cadena, ignorante el que desprecia la cultura, suicida el que vierte la cicuta en su propia copa. No debemos maldecir la fatalidad para justificar nuestra pereza; antes debiéramos preguntarnos en secreta intimidad: ¿volcamos en cuanto hicimos toda nuestra energía? ¿Pensamos bien nuestras acciones, primero, y pusimos después en hacerlas la intensidad necesaria?
La energía no es fuerza bruta: es pensamiento convertido en fuerza inteligente. El que se agita sin pensar lo que hace, no es un energeta; ni lo es el que reflexiona sin ejecutar lo que concibe. Deben ir juntos el pensamiento y la acción, como brújula que guía y hélice que empuja, para ser eficaces.
…
14. -Son hombres los que aran su propio surco. Toda creación es fruto de la libre iniciativa y llega a su término sostenida por el sentimiento de independencia.
Cuando has aprendido a querer, y sabes lo que quieres, no te detengas en buscar fuera de ti los medios para ejecutarlo. Ninguna escuela, ninguna secta, ninguna camarilla, podrá sentir como tú, intensamente, el ideal de arte, de verdad, de justicia, que tú mismo has concebido y que sólo tú puedes realizar. Poeta o filósofo, apóstol o artesano, ten confianza en ti mismo, no sigas rutas ajenas, no subordines tu voluntad a otras voluntades, no te ampares de sombras que empañan ni persigas protecciones que atan. De los que saben más, aprende, sin imitarlos; de
los que ofrecen más, apártate, no pidas. Si eres capaz de realizar tu ideal, no los necesitas; si impotente, nadie te capacitará para realizarlo. Quiere, quiere con firmeza, con toda tu mente y con toda tu razón, poniendo en querer lo mejor de ti, la fe de tus fuerzas morales.
El porvenir de los pueblos está en la libre iniciativa de los jóvenes. La juventud se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante floración de ensueños capaces de embellecer la vida. Joven es quien siente dentro de sí la fuerza de su propio destino, quien sabe pensarlo contra la resistencia ajena, quien puede sostenerlo contra los intereses creados. Sin ideales no puede haber iniciativa.
José Ingenieros
fragmentos del libro “Las fuerzas morales”
lunes, 30 de julio de 2012
Soy Culpable (¡segunda edición!)
Agotada la primera edición de Soy Culpable, y tras un mes y medio de ausencia involuntaria, toca el turno a la segunda de salir al ruedo.
La apuesta esta vez es más fuerte. De mil ejemplares pasamos a dos mil. Las expectativas son altas, como siempre (justificadas o no, pero altas).
Ojalá todo siga como hasta ahora. Ojalá al trabajo diario lo siga acompañando esa pizca de suerte que sabemos necesaria. Ojalá las estrellas brillen en lo alto. Ojalá, ojalá…
La apuesta esta vez es más fuerte. De mil ejemplares pasamos a dos mil. Las expectativas son altas, como siempre (justificadas o no, pero altas).
Ojalá todo siga como hasta ahora. Ojalá al trabajo diario lo siga acompañando esa pizca de suerte que sabemos necesaria. Ojalá las estrellas brillen en lo alto. Ojalá, ojalá…
Soy culpable, responsable, de todo lo que en mi vida hago o dejo de hacer. No existe queja o reproche capaz de ser justificado. El cambio siempre está al alcance de mi mano, y soy yo quien elige o no tomarlo. Esa elección es la que me vuelve libre, absolutamente libre, es la que me eleva o me desciende, es la que me lleva a ser culpable, responsable.
domingo, 15 de julio de 2012
5000
No sé por qué, pero me gustan los números redondos. Cuando estoy en la víspera siento que algo va a pasar: deslumbrante, bueno, inesperado. Y aunque después no suceda (en rigor nunca sucede), vuelvo a aguardar con ansias la llegada del nuevo hito, del nuevo número redondo.
Esta vez son cinco mil. Bastante grato para un autor desconocido. Es cierto que no es lo mismo que los libros se vendan solos, que la gente diga voy a buscar este título porque me lo han recomendado, y que luego, en lo posible, a la vez lo recomiende. Sin embargo, la venta personal trae también satisfacciones.
Entre ellas se encuentra el hecho de cruzarme en algún sitio de la ciudad con una persona que hace años me compró un libro en un lugar diferente, y no sólo eso, sino que ahora me compre otro, dado que el primero le gustó. O quienes me van pidiendo más ejemplares por internet; incluso desde Brasil como sucedió hace poco, luego de haberse llevado uno de ellos en la plaza San Martín, durante una visita a Buenos Aires.
También está quien me dice ese libro lo vi en la casa de un familiar o de un amigo, y decide comprarme ahora uno distinto, o quizá no, pero aún así es agradable. O el que declara que será éste el primer libro de su casa, a lo que me animo a responder: espero que sea el primero de muchos otros.
En fin, pequeñas cosas que van ocurriendo y a uno lo hacen sentir bien.
Esta vez son cinco mil. Bastante grato para un autor desconocido. Es cierto que no es lo mismo que los libros se vendan solos, que la gente diga voy a buscar este título porque me lo han recomendado, y que luego, en lo posible, a la vez lo recomiende. Sin embargo, la venta personal trae también satisfacciones.
Entre ellas se encuentra el hecho de cruzarme en algún sitio de la ciudad con una persona que hace años me compró un libro en un lugar diferente, y no sólo eso, sino que ahora me compre otro, dado que el primero le gustó. O quienes me van pidiendo más ejemplares por internet; incluso desde Brasil como sucedió hace poco, luego de haberse llevado uno de ellos en la plaza San Martín, durante una visita a Buenos Aires.
También está quien me dice ese libro lo vi en la casa de un familiar o de un amigo, y decide comprarme ahora uno distinto, o quizá no, pero aún así es agradable. O el que declara que será éste el primer libro de su casa, a lo que me animo a responder: espero que sea el primero de muchos otros.
En fin, pequeñas cosas que van ocurriendo y a uno lo hacen sentir bien.
martes, 3 de julio de 2012
Tangurria
Años de dictadura. Tiempos actuales. Ir y venir de historias que se tejen y destejen.
Los recuerdos. Los fantasmas. Los laberintos del amor. Paloma, Abelardo, Oliver, Ernesto. La muchacha de ojos tristes.
Prosa de la buena (delicada, precisa, poética) capaz de atrapar y sumergir, y quedar flotando luego en la memoria, cuando el libro se cierra y las preguntas se abren.
Los invito a leer a Marcela Minakowski. Tangurria. Pueden encontrarlo en las librerías La cueva y El papiro, ambas de Caseros.
Los recuerdos. Los fantasmas. Los laberintos del amor. Paloma, Abelardo, Oliver, Ernesto. La muchacha de ojos tristes.
Prosa de la buena (delicada, precisa, poética) capaz de atrapar y sumergir, y quedar flotando luego en la memoria, cuando el libro se cierra y las preguntas se abren.
Los invito a leer a Marcela Minakowski. Tangurria. Pueden encontrarlo en las librerías La cueva y El papiro, ambas de Caseros.
Hubo un país que hemos olvidado, un pequeño país que tiene tanto de nosotros que lo dejamos ahí, en un rinconcito, en penitencia; después de todo, algunas penas no se borraron. No se borrarán.
Paloma está para recordarlas. Lleva a cuestas esa tristeza, esa soledad tan explicable; y ya sabemos, si la tristeza y la soledad ocurren en Buenos Aires, el tango, la lluvia y los bares no pueden estar ausentes.
Tampoco la poesía, claro, la poesía de Buenos Aires, los fantasmas, las calles, los andenes, la niebla, la memoria.
lunes, 18 de junio de 2012
Viajar
Amo viajar. Es de las cosas que más me gustan en la vida. Bosquejar un rumbo más o menos difuso, donde lo único cierto es el punto de inicio, y lanzarse a la pequeña aventura de dos o tres semanas, o incluso más si las obligaciones y la situación económica lo permiten.
Así recorrimos junto a mi mujer, mochila al hombro, gran parte de este bello país. Fuimos reincidentes en el sur, intentamos desmenuzar la patagonia andina desde Ushuaia hasta Neuquén, nos cruzamos a Chile (aunque menos de lo que habríamos deseado).
Supimos acampar en Córdoba, Misiones, San Juan, Tucumán. Nos escapamos a Mendoza, Corrientes, Salta, Jujuy. Exploramos Entre Ríos, el interior de Buenos Aires. Compartimos algunos de estos viajes con amigos, logrando así una cercanía distinta, especial.
Nos dejamos sorprender por la vieja Europa. Fuimos niños en los mismos pueblos en que nacieron o crecieron nuestros padres. Saltamos de un lado a otro con las mismas mochilas, algo más gastadas por el camino andado.
En cada sitio nos prometimos volver. Hemos cumplido a veces. Seguiremos trayendo nuevos paisajes a nuestra breve existencia, donde podremos ejercitar luego la memoria. Todo será insuficiente, claro, pero esa insuficiencia nos mantendrá en movimiento, nos hará sentir vivos.
Hoy las cosas no son tan simples. Tomamos dos decisiones trascendentales que relegan un poco los viajes. La primera, tener hijos, plasmada hasta ahora en una niña de la que aprendemos cada día. La segunda, aceptar mi vocación literaria, aunque se queje el bolsillo a fin de mes y las cuentas deban ser llevadas con mayor cuidado.
Pero poco a poco le encontraremos la vuelta. Volveremos a viajar. Estoy seguro.
Así recorrimos junto a mi mujer, mochila al hombro, gran parte de este bello país. Fuimos reincidentes en el sur, intentamos desmenuzar la patagonia andina desde Ushuaia hasta Neuquén, nos cruzamos a Chile (aunque menos de lo que habríamos deseado).
Supimos acampar en Córdoba, Misiones, San Juan, Tucumán. Nos escapamos a Mendoza, Corrientes, Salta, Jujuy. Exploramos Entre Ríos, el interior de Buenos Aires. Compartimos algunos de estos viajes con amigos, logrando así una cercanía distinta, especial.
Nos dejamos sorprender por la vieja Europa. Fuimos niños en los mismos pueblos en que nacieron o crecieron nuestros padres. Saltamos de un lado a otro con las mismas mochilas, algo más gastadas por el camino andado.
En cada sitio nos prometimos volver. Hemos cumplido a veces. Seguiremos trayendo nuevos paisajes a nuestra breve existencia, donde podremos ejercitar luego la memoria. Todo será insuficiente, claro, pero esa insuficiencia nos mantendrá en movimiento, nos hará sentir vivos.
Hoy las cosas no son tan simples. Tomamos dos decisiones trascendentales que relegan un poco los viajes. La primera, tener hijos, plasmada hasta ahora en una niña de la que aprendemos cada día. La segunda, aceptar mi vocación literaria, aunque se queje el bolsillo a fin de mes y las cuentas deban ser llevadas con mayor cuidado.
Pero poco a poco le encontraremos la vuelta. Volveremos a viajar. Estoy seguro.
sábado, 2 de junio de 2012
Los cuentos de Toba (¡nuevo libro infantil!)
Evidentemente a Toba no le alcanzó con el libro anterior. Hacía tiempo que venía con ganas de hacer algo nuevo, y en cuanto vio la oportunidad la aprovechó.
¿Y si publicamos otro?, me dijo un día con la mirada. No sé, Toba, le contesté, es mucho trabajo. Vos fumá, me tranquilizó él, y cerró los ojitos, como diciendo yo me ocupo de todo.
Igual de todo no se ocupó. Lo tuve que ayudar con las correcciones, Lucila Cardozo le hizo los dibujos para pintar y el diseño de tapa e interiores, y tuvo además el renovado apoyo de la Oficina Municipal de Letras de Tres de Febrero.
Al final este perro es un vivo. Escribe tres o cuatro cositas, y nos deja a los demás el resto de las tareas. No te quejes, vuelve a decirme ahora (siempre con la mirada) mientras pispea a Rocío que está tomando la teta. Es un trabajo de equipo, argumenta. Está bien, Toba, acabo resignándome después de pensarlo un rato, si vos lo decís, así será.
¿Y si publicamos otro?, me dijo un día con la mirada. No sé, Toba, le contesté, es mucho trabajo. Vos fumá, me tranquilizó él, y cerró los ojitos, como diciendo yo me ocupo de todo.
Igual de todo no se ocupó. Lo tuve que ayudar con las correcciones, Lucila Cardozo le hizo los dibujos para pintar y el diseño de tapa e interiores, y tuvo además el renovado apoyo de la Oficina Municipal de Letras de Tres de Febrero.
Al final este perro es un vivo. Escribe tres o cuatro cositas, y nos deja a los demás el resto de las tareas. No te quejes, vuelve a decirme ahora (siempre con la mirada) mientras pispea a Rocío que está tomando la teta. Es un trabajo de equipo, argumenta. Está bien, Toba, acabo resignándome después de pensarlo un rato, si vos lo decís, así será.
“Vino un día sin nombre, como un perro más que busca dueño.”…”Sonamos, pensé yo. Pero ya era tarde.”
Toba vuelve a contar en su diario perruno las historias de la familia, ahora agrandada por la llegada de Jackie. En el tono de siempre, que va de la inocencia al humor, descubre para otros, y para sí mismo, el mundo que lo rodea.
viernes, 25 de mayo de 2012
Convocatoria
Como habrán visto, este espacio, que lleva casi tres años vivo, tiene varias funciones, o al menos eso intenta. Por un lado (no lo vamos a negar) la difusión de mi modesta producción literaria, con todo lo que eso implica: publicación de textos propios, información sobre nuevos libros o reedición de alguno de ellos, celebración de objetivos cumplidos o de hechos inesperados, etc.
En segundo término, aparece la cita obligada de autores que consiguen conmoverme (e influenciarme, claro) de manera particular. Sin grandes pretensiones me refiero a acontecimientos destacables de su vida, de su pensamiento, y fundamentalmente de su obra; publicando textos, o hasta canciones de su autoría, con la secreta esperanza (como diría Benedetti) de que ustedes puedan descubrirla, y en el mejor de los casos quererla.
También funciona como lugar de encuentro con otros escritores, con quienes compartimos, tanto aquí como en sus propios espacios, las muchas o pocas experiencias que los anhelos escritoriles nos van dejando. Más allá de los estilos que cada uno pueda tener, buscamos capitalizar el aprendizaje del otro (en lo que se refiere a publicación, difusión, etc), como si sus vivencias fueran a la vez las nuestras. Sabemos que el camino no es sencillo, por lo que toda ayuda es bienvenida, ¿y qué mejor que ser honestos al contar sinsabores y alegrías, logrando sentirnos un poco menos solos en esta aventura que parece a priori descabellada?
En esa misma línea, quiero convocar a todos aquellos que deseen saber más de lo que aquí se expresa, a que lo hagan abiertamente. Si está en mis manos responder, no tengan dudas de que lo haré, ya sea a través de los comentarios o en privado. Quizá hasta encontremos, así, temas para nuevas entradas del blog.
En segundo término, aparece la cita obligada de autores que consiguen conmoverme (e influenciarme, claro) de manera particular. Sin grandes pretensiones me refiero a acontecimientos destacables de su vida, de su pensamiento, y fundamentalmente de su obra; publicando textos, o hasta canciones de su autoría, con la secreta esperanza (como diría Benedetti) de que ustedes puedan descubrirla, y en el mejor de los casos quererla.
También funciona como lugar de encuentro con otros escritores, con quienes compartimos, tanto aquí como en sus propios espacios, las muchas o pocas experiencias que los anhelos escritoriles nos van dejando. Más allá de los estilos que cada uno pueda tener, buscamos capitalizar el aprendizaje del otro (en lo que se refiere a publicación, difusión, etc), como si sus vivencias fueran a la vez las nuestras. Sabemos que el camino no es sencillo, por lo que toda ayuda es bienvenida, ¿y qué mejor que ser honestos al contar sinsabores y alegrías, logrando sentirnos un poco menos solos en esta aventura que parece a priori descabellada?
En esa misma línea, quiero convocar a todos aquellos que deseen saber más de lo que aquí se expresa, a que lo hagan abiertamente. Si está en mis manos responder, no tengan dudas de que lo haré, ya sea a través de los comentarios o en privado. Quizá hasta encontremos, así, temas para nuevas entradas del blog.
domingo, 20 de mayo de 2012
Vivir para contarla (III)
Cumpliendo lo prometido, damos cierre a la publicación de fragmentos seleccionados de Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez.
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Le conté la verdad: era el primer capítulo todavía en borrador de la novela que había empezado al regreso de Cataca con mi madre. Con un atrevimiento del que nunca volvería a ser capaz en una encrucijada de vida o muerte, puse en la mesa la carpeta abierta frente a él, como una provocación inocente. Fijó en mí sus pupilas diáfanas de un azul peligroso, y me preguntó un poco asombrado:
—¿Usted permite? [nota: quien habla es don Ramón Vinyes, viejo maestro, dramaturgo y librero catalán]
Estaba escrita a máquina con incontables correcciones, en bandas de papel de imprenta plegadas como un fuelle de acordeón. El se puso sin prisa los lentes de leer, desplegó las tiras de papel con una maestría profesional y las acomodó en la mesa. Leyó sin un gesto, sin un matiz de la piel, sin un cambio de la respiración, con un mechón de cacatúa movido apenas por el ritmo de sus pensamientos. Cuando terminó dos tiras completas las volvió a plegar en silencio con un arte medieval, y cerró la carpeta. Entonces se guardó los lentes en la funda y se los puso en el bolsillo del pecho.
—Se ve que es un material todavía crudo, como es lógico —me dijo con una gran sencillez—. Pero va bien.
Hizo algunos comentarios marginales sobre el manejo del tiempo, que era mi problema de vida o muerte, y sin duda el más difícil, y agregó:
—Usted debe ser consciente de que el drama ya sucedió y que los personajes no están allí sino para evocarlo, de modo que tiene que lidiar con dos tiempos.
Después de una serie de precisiones técnicas que no logré valorar por mi inexperiencia, me aconsejó que la ciudad de la novela no se llamara Barranquilla, como yo lo tenía decidido en el borrador, porque era un nombre tan condicionado por la realidad que le dejaría al lector muy poco espacio para soñar.
…
Pero lo que seguí para siempre al pie de la letra fue la frase con que se despidió de mí aquella tarde:
—Le agradezco su deferencia, y voy a corresponderle con un consejo: no muestre nunca a nadie el borrador de algo que esté escribiendo.
Gabriel García Márquez
fragmentos del libro “Vivir para contarla”
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sábado, 5 de mayo de 2012
Esclavitud Siglo XXI
Luego de leer hace un tiempo una entrada en el blog de Maribel Romero Soler, y de opinar en ella, tuve necesidad de escribir el poema que hoy comparto. Este mismo encontró lugar más tarde en las páginas del libro Soy Culpable.
Esclavitud Siglo XXI
Sé que te duele la pobreza,
la injusticia,
el chiquito con hambre
deambulando por los trenes
que un día se hará padre
de chiquitos con hambre
deambulando por los trenes.
Sé que te hiere el campesino
hacinado en un container
mientras desflora el trigo,
y trabaja sin descanso,
y le pagan cuando quieren,
y le dicen no hay derechos,
o no lo dicen
porque se sobreentiende.
Sé que te indignan los talleres
donde hermanos bolivianos
cosen por unas monedas
para grandes y exclusivas marcas,
desde que el sol asoma
hasta que el sol se pone,
o quizá más
porque no hay ventanas
para poder constatarlo.
Sé que sabés
de los niños vendidos
en las provincias pobres,
como si fueran pan,
o alcauciles,
o cebolla,
o una bolsa de papas
recién arrancadas de la tierra.
Sé que intuís
que educar es el camino,
la única forma
de romper el círculo,
de elevar conciencias,
y de abrir los ojos
hacia una libertad aproximada.
¿Pero cómo lo harías
sin quedarte en lamentos,
en parálisis,
en expresión de deseo
dura y muda?
¿Cuántos intereses sospechás
(los de siempre,
los que se frotan las manos
y le sacan jugo
a todo esto)
se opondrían de manera explícita,
o disimulada,
a tu no-parálisis?
Alejandro Laurenza
del libro Soy Culpable
sábado, 21 de abril de 2012
A veces
A veces te sentís cansado. Estás haciendo lo que te gusta, lo que decidiste hacer a conciencia, y las cosas van más o menos bien, pero aún así te sentís cansado.
Seguir batallando a pesar de todo, mantener la regularidad establecida, o hacer un alto que permita estirar las piernas y tomar aire, para arrancar luego con renovados bríos. Tal es la disyuntiva. Correr por un lado el riesgo de que el cansancio se acumule hasta volver la tarea menos agradable, o perder, por otro, la inercia de una actividad que resulta cada día más fructífera.
La almohada sabrá seguramente resolverlo. Lo ha hecho antes y lo hará también ahora. ¿Para qué ponerlo en duda?
Mientras tanto a no pensar, a dejar que la vida se vaya dando.
Seguir batallando a pesar de todo, mantener la regularidad establecida, o hacer un alto que permita estirar las piernas y tomar aire, para arrancar luego con renovados bríos. Tal es la disyuntiva. Correr por un lado el riesgo de que el cansancio se acumule hasta volver la tarea menos agradable, o perder, por otro, la inercia de una actividad que resulta cada día más fructífera.
La almohada sabrá seguramente resolverlo. Lo ha hecho antes y lo hará también ahora. ¿Para qué ponerlo en duda?
Mientras tanto a no pensar, a dejar que la vida se vaya dando.
sábado, 14 de abril de 2012
La gente ya no lee
La gente ya no lee. Se prefiere la televisión y la computadora a tomar un buen libro. Los chicos se pasan el día entero con los video juegos. ¿Adónde vamos a parar?
Sin embargo, como contrapartida a estas frases hechas, en la ciudad de Buenos Aires (y digo Buenos Aires porque es la que mejor conozco) las cadenas Yenny, El Ateneo, Distal y Cúspide se disputan espacios sobre las calles más comerciales y los shoppings, llegando en ocasiones a hallarse uno justo frente al otro; las librerías de barrio siguen adelante, con más o menos esfuerzo, y no sé de ninguna que haya cerrado sus puertas en los últimos diez o quince años; las ferias de libros permanentes despliegan desde hace décadas todo su potencial en lugares tales como Parque Rivadavia, Parque Centenario, Plaza Italia, etc; la Feria del Libro tradicional recibe cada año un número récord de visitantes, produciendo asombro hasta en los medios de comunicación más pesimistas (bienintencionados o no).
Todo esto a pesar de la gente, y la televisión, y la computadora, y los chicos.
En lo personal, las cosas no resultan distintas cuando salgo a ofrecer mis libros. Hago como el cuento del sapito sordo, ese que consigue escapar del pozo profundo en que hubo caído, por no poder escuchar el conglomerado de voces que pronostican lo contrario.
Está bien. También se puede decir que los libros se compran pero no se leen, que en muchos casos se regalan y quedan luego tirados en una biblioteca donde se amontona el polvo . Y entonces vuelvo a refutar (me encanta hacerlo): no somos pocos quienes apelamos a la lectura mientras viajamos en subte o en tren (en colectivo no tanto), o mientras tomamos aire en el banco de una plaza. De libros abiertos en soledad no quedan testigos (salvo el lector mismo), así que no vienen al caso.
Lo dicho. Algunos leemos y otros no. Son más los que no lo hacen (no lo voy a negar), pero las generalizaciones, como siempre, son injustas.
Sin embargo, como contrapartida a estas frases hechas, en la ciudad de Buenos Aires (y digo Buenos Aires porque es la que mejor conozco) las cadenas Yenny, El Ateneo, Distal y Cúspide se disputan espacios sobre las calles más comerciales y los shoppings, llegando en ocasiones a hallarse uno justo frente al otro; las librerías de barrio siguen adelante, con más o menos esfuerzo, y no sé de ninguna que haya cerrado sus puertas en los últimos diez o quince años; las ferias de libros permanentes despliegan desde hace décadas todo su potencial en lugares tales como Parque Rivadavia, Parque Centenario, Plaza Italia, etc; la Feria del Libro tradicional recibe cada año un número récord de visitantes, produciendo asombro hasta en los medios de comunicación más pesimistas (bienintencionados o no).
Todo esto a pesar de la gente, y la televisión, y la computadora, y los chicos.
En lo personal, las cosas no resultan distintas cuando salgo a ofrecer mis libros. Hago como el cuento del sapito sordo, ese que consigue escapar del pozo profundo en que hubo caído, por no poder escuchar el conglomerado de voces que pronostican lo contrario.
Está bien. También se puede decir que los libros se compran pero no se leen, que en muchos casos se regalan y quedan luego tirados en una biblioteca donde se amontona el polvo . Y entonces vuelvo a refutar (me encanta hacerlo): no somos pocos quienes apelamos a la lectura mientras viajamos en subte o en tren (en colectivo no tanto), o mientras tomamos aire en el banco de una plaza. De libros abiertos en soledad no quedan testigos (salvo el lector mismo), así que no vienen al caso.
Lo dicho. Algunos leemos y otros no. Son más los que no lo hacen (no lo voy a negar), pero las generalizaciones, como siempre, son injustas.
domingo, 8 de abril de 2012
Al lado del camino
Quilmes Rock 2012. Telonero de lujo de Charly García. Pero de este último hablamos una vez y otra. Es el turno del primero, del rosarino.
Es cierto. No es el mismo de antes. Quizá la inspiración no sea la misma, o no lo sean las entrañas a la hora de interpretar una canción. Pero después de treinta años, o más, raspando las asperezas de la vida a través de la música, o internándose lo suficiente como para no salir ileso, ¿quién puede jactarse de seguir siendo el mismo?
Hace poco más de una década dijo estar Al lado del camino. Y lo hizo en su elemento, claro. Nos preguntamos entonces, ¿de qué se trata eso?
¿Será que todo te resbale, que ya nada importe nada? ¿Será un modo fácil de pasar por el mundo, sin que el otro consiga hacerte mella? O, por el contrario, ¿consistirá en abrir los ojos un poco más de lo habitual, esquivando esas rutinas adormecedoras (y cómodas, y calentitas, donde da gusto quedarse) que suelen disfrazarse de responsabilidades ineludibles, e intentar saber al otro y al uno mismo, para bien y para mal, y aceptar que todo puede ser un juego o un escenario en el que elegimos siempre (por acción u omisión) el personaje que mejor nos queda?
En fin. Al lado del camino. Para escuchar, y pensar, y discutir. Al lado del camino. Fuerza, crudeza e ironía. Al lado del camino. Fito Páez.
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Es cierto. No es el mismo de antes. Quizá la inspiración no sea la misma, o no lo sean las entrañas a la hora de interpretar una canción. Pero después de treinta años, o más, raspando las asperezas de la vida a través de la música, o internándose lo suficiente como para no salir ileso, ¿quién puede jactarse de seguir siendo el mismo?
Hace poco más de una década dijo estar Al lado del camino. Y lo hizo en su elemento, claro. Nos preguntamos entonces, ¿de qué se trata eso?
¿Será que todo te resbale, que ya nada importe nada? ¿Será un modo fácil de pasar por el mundo, sin que el otro consiga hacerte mella? O, por el contrario, ¿consistirá en abrir los ojos un poco más de lo habitual, esquivando esas rutinas adormecedoras (y cómodas, y calentitas, donde da gusto quedarse) que suelen disfrazarse de responsabilidades ineludibles, e intentar saber al otro y al uno mismo, para bien y para mal, y aceptar que todo puede ser un juego o un escenario en el que elegimos siempre (por acción u omisión) el personaje que mejor nos queda?
En fin. Al lado del camino. Para escuchar, y pensar, y discutir. Al lado del camino. Fuerza, crudeza e ironía. Al lado del camino. Fito Páez.
Al lado del camino (descargar mp3)
Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta abrir los ojos y estar vivo
tener que vérmelas con la resaca
entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada
vivir atormentado de sentido
creo que ésta, sí, es la parte mas pesada
en tiempos donde nadie escucha a nadie
en tiempos donde todos contra todos
en tiempos egoístas y mezquinos
en tiempos donde siempre estamos solos
habrá que declararse incompetente
en todas las materias de mercado
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado
yo ya no pertenezco a ningún istmo
me considero vivo y enterrado
yo puse las canciones en tu walkman
el tiempo a mi me puso en otro lado
tendré que hacer lo que es y no debido
tendré que hacer el bien y hacer el daño
no olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano
no es bueno hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto
que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos
que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista
que todo lo que brilla en este mundo
tan sólo les da caspa y les da envidia
yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña Legui y maravillas
los libros, las canciones y los pianos
el cine, las traiciones, los enigmas
mi padre, la cerveza, las pastillas
los misterios, el whisky malo
los óleos, el amor, los escenarios
el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado
si alguna vez me cruzas por la calle
regálame tu beso y no te aflijas
si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo, es que pasó una brisa
la brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino
mas no te asustes siempre se me pasa
es sólo la intuición de mi destino
me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta regresarme del olvido
para acordarme en sueños de mi casa
del chico que jugaba a la pelota
del 49585
nadie nos prometió un jardín de rosas
hablamos del peligro de estar vivo
no vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos
me gusta estar al lado del camino
me gusta sentirte a mi lado
me gusta estar al lado del camino
dormirte cada noche entre mis brazos
al lado del camino
al lado del camino
al lado del camino
es más entretenido y más barato
al lado del camino
al lado del camino
Fito Páez
del disco “Abre”
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miércoles, 28 de marzo de 2012
Vivir para contarla (II)
Continuamos con la autobiografía Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez.
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Yo era el más desvalido de la cofradía, y muchas veces me refugié en el café Roma para escribir hasta el amanecer en un rincón apartado, pues los dos empleos juntos tenían la virtud paradójica de ser importantes y mal pagados. Allí me sorprendía el amanecer, leyendo sin piedad, y cuando me acosaba el hambre me tomaba un chocolate grueso con un sanduiche de buen jamón español y paseaba con las primeras luces del alba bajo los matarratones floridos del paseo Bolívar. Las primeras semanas había escrito hasta muy tarde en la redacción del periódico, y dormido unas horas en la sala desierta de la redacción o sobre los rodillos del papel de imprenta, pero con el tiempo me vi forzado a buscar un sitio menos original.
....
La solución, como tantas otras del futuro, me la dieron los alegres taxistas del paseo Bolívar, en un hotel de paso a una cuadra de la catedral, donde se dormía solo o acompañado por un peso y medio. El edificio era muy antiguo pero bien mantenido, a costa de las putitas de solemnidad que merodeaban por el paseo Bolívar desde las seis de la tarde al acecho de amores extraviados. El portero se llamaba Lácides. Tenía un ojo de vidrio con el eje torcido y tartamudeaba por timidez, y todavía lo recuerdo con una inmensa gratitud desde la primera noche en que llegué.
....
Nunca había estado en un lugar tan tranquilo. Lo más que se oía eran los pasos apagados, un murmullo incomprensible y muy de vez en cuando el crujido angustioso de resortes oxidados. Pero ni un susurro, ni un suspiro: nada. Lo único difícil era el calor de horno por la ventana clausurada con crucetas de madera. Sin embargo, desde la primera noche leí muy bien a William Irish, casi hasta el amanecer.
....
No me amilané. El viaje a Caraca con mi madre, la conversación histórica con don Ramón Vinyes y mi vínculo entrañable con el grupo de Barranquilla me habían infundido un aliento nuevo que me duró para siempre. Desde entonces no me gané un centavo que no fuera con la máquina de escribir, y esto me parece más meritorio de lo que podría pensarse, pues los primeros derechos de autor que me permitieron vivir de mis cuentos y novelas me los pagaron a los cuarenta y tantos años, después de haber publicado cuatro libros con beneficios ínfimos. Antes de eso mi vida estuvo siempre perturbada por una maraña de trampas, gambetas e ilusiones para burlar los incontables señuelos que trataban de convertirme en cualquier cosa que no fuera escritor.
Gabriel García Márquez
fragmentos del libro “Vivir para contarla”
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sábado, 17 de marzo de 2012
4000
Solía decirme a mí mismo, por lo bajo, como una especie de mantra, que con cada libro vendido estaba un paso más cerca de vivir de la literatura. Me autoconvencía de que no hacía falta mirar el panorama completo, ni hacia adelante ni hacia atrás, sino concentrarse en ese pequeño granito que acababa de suceder, o sucedería pronto.
Eso cuando salía a la plaza, después de haber trabajado todo el día en actividades que en algún tiempo habían sabido cautivarme, pero ya no. Muchas veces cansado mentalmente, y con la necesidad de olvidar ese cansancio, para poder ofrecer de un modo más o menos digno el fruto de desvelos anteriores, de horas de fervor dedicadas al papel y al lápiz.
Cualquiera que haya vendido alguna vez (lo que sea: tomates, productos electrónicos, caramelos, o el objeto de su propia creación) sabe bien que el ánimo lo es todo para que esa venta se concrete, y más aún cuando el comprador no va a buscar lo que necesita a un negocio, sino que de repente se lo están ofreciendo en medio de la calle, y ni lo espera ni lo quiere, al menos de antemano.
Hoy es distinto. Dedico una parte de mi tiempo a escribir, otra a corregir y publicar, y una última a vender. Ya no vengo cansado de otras actividades, e intento elegir los momentos y lugares en los que mejor me siento. Cada mañana, según las ganas con las que me haya levantado, decido a qué lugar de la ciudad iré a ofrecer mis libros. Y la ciudad, por suerte, es lo bastante grande como para dejarse recorrer sin demasiadas planificaciones: alcanza con anotar los barrios transitados, desmenuzados poco a poco en ese ir y venir azaroso.
Todo esto para decir que acabo de vender el ejemplar número cuatromil. Un hito más en el desafío de los números redondos. Sin embargo, aunque ya no me repita todos los días que cada libro es importante, creo haberlo asimilado definitivamente. Entendí, además, que lo primordial es disfrutar del momento en que se vende (como ya lo hacemos al escribir y publicar), y tratar de fluir de la mejor manera posible. El resto viene solo.
Eso cuando salía a la plaza, después de haber trabajado todo el día en actividades que en algún tiempo habían sabido cautivarme, pero ya no. Muchas veces cansado mentalmente, y con la necesidad de olvidar ese cansancio, para poder ofrecer de un modo más o menos digno el fruto de desvelos anteriores, de horas de fervor dedicadas al papel y al lápiz.
Cualquiera que haya vendido alguna vez (lo que sea: tomates, productos electrónicos, caramelos, o el objeto de su propia creación) sabe bien que el ánimo lo es todo para que esa venta se concrete, y más aún cuando el comprador no va a buscar lo que necesita a un negocio, sino que de repente se lo están ofreciendo en medio de la calle, y ni lo espera ni lo quiere, al menos de antemano.
Hoy es distinto. Dedico una parte de mi tiempo a escribir, otra a corregir y publicar, y una última a vender. Ya no vengo cansado de otras actividades, e intento elegir los momentos y lugares en los que mejor me siento. Cada mañana, según las ganas con las que me haya levantado, decido a qué lugar de la ciudad iré a ofrecer mis libros. Y la ciudad, por suerte, es lo bastante grande como para dejarse recorrer sin demasiadas planificaciones: alcanza con anotar los barrios transitados, desmenuzados poco a poco en ese ir y venir azaroso.
Todo esto para decir que acabo de vender el ejemplar número cuatromil. Un hito más en el desafío de los números redondos. Sin embargo, aunque ya no me repita todos los días que cada libro es importante, creo haberlo asimilado definitivamente. Entendí, además, que lo primordial es disfrutar del momento en que se vende (como ya lo hacemos al escribir y publicar), y tratar de fluir de la mejor manera posible. El resto viene solo.
domingo, 11 de marzo de 2012
Rabindranath Tagore
Llegó por casualidad a mi biblioteca. Fue hace tres o cuatro años. Edición sencilla. Contenido inesperado. Sus Entrevisiones de Bengala son una serie de cartas elegidas, entre las muchas que escribió durante los años 1885 a 1895.
Pero estas cartas, colmadas de belleza, de profundidad, y de admiración por un mundo demasiado vasto (más vasto todavía al resguardo de la ciudad apabullante, y en contacto pleno con la naturaleza infinita), no fueron escritas para ser publicadas. Ni siquiera copia guardaba el autor. Volvieron a él más tarde, con el tiempo. Fue entonces cuando hallaron la posibilidad de reunirse en libro.
Rabindranath Tagore (1861-1941). Poeta, dramaturgo, filósofo, educador, músico y pintor indio. Su lengua materna, el bengalí. Conocedor también del sánscrito y el inglés; este último por formar parte entonces la India del imperio británico. Síntesis de Oriente y Occidente. Recibió el premio Nobel de literatura en 1913.
Los invito a descubrir su obra, si es que no la conocen ya. En lo personal, me prometo seguir buceando en ella, además de la relectura habitual de sus Entrevisiones de Bengala.
Pero estas cartas, colmadas de belleza, de profundidad, y de admiración por un mundo demasiado vasto (más vasto todavía al resguardo de la ciudad apabullante, y en contacto pleno con la naturaleza infinita), no fueron escritas para ser publicadas. Ni siquiera copia guardaba el autor. Volvieron a él más tarde, con el tiempo. Fue entonces cuando hallaron la posibilidad de reunirse en libro.
Rabindranath Tagore (1861-1941). Poeta, dramaturgo, filósofo, educador, músico y pintor indio. Su lengua materna, el bengalí. Conocedor también del sánscrito y el inglés; este último por formar parte entonces la India del imperio británico. Síntesis de Oriente y Occidente. Recibió el premio Nobel de literatura en 1913.
Los invito a descubrir su obra, si es que no la conocen ya. En lo personal, me prometo seguir buceando en ella, además de la relectura habitual de sus Entrevisiones de Bengala.
BOLPUR
2 de Mayo de 1892
Hay muchas paradojas en el mundo y una de ellas es que dondequiera que el paisaje es inmenso, el cielo ilimitado, las nubes íntimamente densas, los sentimientos insondables ─es decir en los que el infinito se manifiesta─ el compañero apropiado de toda esta grandeza es una pesona sola. Una multitud allí parece trivial y distrayente.
Un individuo y el infinito están en planos iguales, dignos de mirarse uno a otro, cada uno desde su propio trono. Pero donde están muchos hombres ¡qué pequeños se hacen la humanidad y el infinito! ¡Cuánto tienen que quitarse a golpes a fin de encajar uno en otro! Cada alma necesita tanto lugar para explayarse que en una muchedumbre tiene que esperar espacios por entre los cuales sacar un poco la cabeza estirada de rato en rato.
Así que el único resultado de nuestro ensayo de reunirnos es que nos hacemos incapaces de llenar nuestras manos unidas, nuestros brazos tendidos, con esta infinta e insondable extensión de la armonía del mundo.
Camino de GOALUNDA
21 de Junio de 1892
Imágenes de una variedad infinita, de arenales, campos de mieses y aldeas, entran desligándose en nuestra visión a un lado y a otro; nubes flotando en el cielo, florecimiento de colores para cuando el día encuentre a la noche. Pasan barcos, arrojan sus redes los pescadores; las aguas hacen líquidos sones acariciadores durante todo el día; su ancha extensión se acalla en la quietud del anochecer, como un niño que se va quedando dormido, y, sobre el agua, todas las estrellas del ilimitado cielo montan guardia; luego, mientras estoy velando, las orillas dormidas a cada lado, el silencio sólo se quiebra, de vez en cuando, por un agudo grito de chacal en el bosque cercano a alguna aldea o por fragmentos que, minados por la vida corriente del Padma, se desmoronan y despeñan desde la alta ribera, cayendo al agua.
No es que el espectáculo sea siempre de un especial interés; un arenal amarillento, carente de yerba o de árbol, se extiende hasta lo lejos; una barca vacía está atada a su borde; el agua azulada, del mismo matiz que el cielo brumoso, fluye pasándome. Sin embargo, no puedo expresar lo que me conmueve de tal manera. Sospecho que las antiguas inquietudes y anhelos de mis días de infancia, gobernados por criados, ─cuando en la solitaria prisión de mis habitaciones yo me entregaba a la lectura de “Las mil y una noches” y compartía con el marinero Simbad sus aventuras en muchos países extraños─ aún no están muertos dentro de mí sino que despiertan súbitamente al ver una barca vacía atada a un arenal.
Si yo no hubiera oído cuentos de hadas ni leído “Las mil y una noches” y “Robinson Crusoe” en la infancia, estoy seguro de que las riberas lejanas, o el lado más distante de los anchos campos, no me habrían conmovido así; el mundo entero, a decir verdad, hubiera tenido un sentido diferente para mí.
¡Qué marañas de fantasías y realidades se enredan dentro del pensamiento del hombre! Las tramas diferentes ─menores y mayores de cuentos, acontecimientos e imágenes─, ¡cómo se anudan unas a otras!
SHELIDAH
10 de Agosto de 1894
Anoche me despertó un zumbido de aguas que se precipitaban ─una repentina interrupción alborotada de la corriente del río─ debido probablemente al embate de una cascadilla, cosa que ocurre con bastante frecuencia en esta estación. Los pies, sobre el maderamen del barco, se dan cuenta de la existencia de una variedad de fuerzas que trabajan bajo ellos. Ligeros temblores, pequeños balanceos, suaves ondeos y repentinas sacudidas; todo ello me tiene en contacto permanente con el pulso de la corriente fluidora.
Debió producirse alguna repentina conmoción en la noche para que despidiera a la corriente presurosa. Me levanté y me senté junto a la ventana. Una luz neblinosa hacía que el turbulento río pareciera más revuelto que nunca. El cielo estaba manchado de nubes. El reflejo de una gran estrella, enorme, se estremecía sobre las aguas como si fuera una ardiente desgarradura de dolor. Ambas riberas aparecían vagas con el empañamiento del sueño y entre ellas estaba esta loca inquietud desvelada que seguía corriendo y corriendo sin pararse a pensar en las consecuencias.
El contemplar una escena como ésta en medio de la noche, le hace a uno sentirse del todo una persona diferente y pensar que la vida a la luz del sol es sólo una ilusión. Después, nuevamente, con la mañana, ese mundo de medianoche se despintaba convirtiéndose en país de ensueño y se desvanecía en el aire. Los dos son bien diferentes y, sin embargo, los dos son verdad para el hombre.
El mundo del día me parece como la música europea, sus acordes y cacofonías revolviéndose unos a otros en una gran progresión de armonía. El mundo de la noche, como la música india; pura melodía desligada, grave y penetrante. Aunque su contraste sea tan marcado, las dos nos conmueven profundamente. Este principio de lo opuesto está en la misma raíz de la creación que se encuentra dividida entre el reinado del Rey y de la Reina; de la Noche y del Día; el Uno y el Vario; el Eterno y el Evolucionador.
Nosotros, los indios, estamos bajo el reinado de la Noche. Estamos sumergidos en lo Eterno y en el Uno. Nuestras melodías son para ser cantadas a solas, a sí mismos; nos sacan del mundo cotidiano a la soledad de lo aislado. La música europea es para la multitud que se la lleva, bailando por los montes y los valles de las alegrías y las penas de los hombres.
Rabindranath Tagore
cartas del libro “Entrevisiones de Bengala”
lunes, 5 de marzo de 2012
Maldita Conciencia (agotado)
Como sucedió primero con Libertad y otras yerbas, se agota ahora Maldita Conciencia, el cual iba ya por su segunda edición. Es este un libro bastante especial para mí, dado que me ayudó a creer en que vivir de la literatura es posible, o al menos estableció las bases para que el intento no fuera del todo descabellado.
Además, tuvo siempre un buen recibimiento por parte de la gente, y al día de hoy, hay quienes lo siguen prefieriendo (durante la elección mano a mano que se produce segundos antes de la compra) por encima de Soy Culpable, su sucesor dentro del género poesía.
Es que con él, creo haber alcanzado un pequeño escalón de madurez literaria, que suele ser insuficiente, claro, pero aún así inestimable. Aprender se aprende todo los días, sin embargo hay pasos que son también como hitos, o modestas banderas que se plantan como recuerdo de que pretendemos seguir avanzando.
Entiendo que, aunque a los fines prácticos pueda arreglármelas más o menos bien sin su presencia, se merece por lo dicho antes continuar vivo en papel. Así que es probable que a lo largo de este año planifique su edición número tres. Mientras tanto, mantiene su batalla en Amazon, respirando allí en formato electrónico.
Además, tuvo siempre un buen recibimiento por parte de la gente, y al día de hoy, hay quienes lo siguen prefieriendo (durante la elección mano a mano que se produce segundos antes de la compra) por encima de Soy Culpable, su sucesor dentro del género poesía.
Es que con él, creo haber alcanzado un pequeño escalón de madurez literaria, que suele ser insuficiente, claro, pero aún así inestimable. Aprender se aprende todo los días, sin embargo hay pasos que son también como hitos, o modestas banderas que se plantan como recuerdo de que pretendemos seguir avanzando.
Entiendo que, aunque a los fines prácticos pueda arreglármelas más o menos bien sin su presencia, se merece por lo dicho antes continuar vivo en papel. Así que es probable que a lo largo de este año planifique su edición número tres. Mientras tanto, mantiene su batalla en Amazon, respirando allí en formato electrónico.
lunes, 27 de febrero de 2012
Vivir para contarla
Compartiré algunos pasajes, durante dos o tres entradas, que me resultaron particularmente significativos de la autobiografía de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla. Allí se explaya, entre muchas otras cosas, acerca de la dificultad que supuso dedicarse a la literatura, habiendo abandonado su carrera universitaria, y recurriendo al periodismo como actividad principal para ganarse a duras penas la vida.
Desde el principio de la conversación me sentí ante el doctor con la misma edad que tenía cuando le hacía burlas por la ventana, de modo que me intimidó cuando se dirigió a mí con la seriedad y el afecto con que le hablaba a mi madre. Cuando era niño, en situaciones difíciles, trataba de disimular mi ofuscación con un parpadeo rápido y continuo. Aquel reflejo incontrolable me volvió de pronto cuando el doctor me miró. El calor se había vuelto insoportable. Permanecí al margen de la conversación por un rato, preguntándome cómo era posible que aquel anciano afable y nostálgico hubiera sido el terror de mi infancia. De pronto, al cabo de una larga pausa y por cualquier referencia banal, me miró con una sonrisa de abuelo.
—Así que tú eres el gran Gabito —me dijo—. ¿Qué estudias?
Disimulé la ofuscación con un recuento espectral de mis estudios: bachillerato completo y bien calificado en un internado oficial, dos años y unos meses de derecho caótico, periodismo empírico. Mi madre me escuchó y enseguida buscó el apoyo del doctor.
—Imagínese, compadre —dijo—, quiere ser escritor.
Al doctor le resplandecieron los ojos en el rostro.
—¡Qué maravilla, comadre! —dijo—. Es un regalo del cielo —Y se volvió hacia mí—: ¿Poesía?
—Novela y cuento —le dije, con el alma en un hilo. El se entusiasmó:
—¿Leíste Doña Bárbara?
—Por supuesto —le contesté—, y casi todo lo demás de Rómulo Gallegos.
....
—No sé cómo escribes —me dijo—, pero ya hablas como escritor.
Mi madre se apresuró a explicar la verdad: nadie se oponía a que fuera escritor, siempre que hiciera una carrera académica que me diera un piso firme. El doctor minimizó todo, y habló de la carrera de escritor. También él hubiera querido serlo, pero sus padres, con los mismos argumentos de ella, lo obligaron a estudiar medicina cuando no lograron que fuera militar.
—Pues mire usted, comadre —concluyó—. Médico soy, y aquí me tiene usted, sin saber cuántos de mis enfermos se han muerto por la voluntad de Dios y cuántos por mis medicinas.
Mi madre se sintió perdida.
—Lo peor —dijo— es que dejó de estudiar derecho después de tantos sacrificios que hicimos por sostenerlo.
Al doctor, por el contrario, le pareció la prueba espléndida de una vocación arrasadora: la única fuerza capaz de disputarle sus fueros al amor. Y en especial la vocación artística, la más misteriosa de todas, a la cual se consagra la vida íntegra sin esperar nada de ella.
—Es algo que se trae dentro desde que se nace y contrariarla es lo peor para la salud —dijo él. Y remató con una encantadora sonrisa de masón irredimible—: Así sea la vocación de cura.
Me quedé alucinado por la forma en que explicó lo que yo no había logrado nunca. Mi madre debió compartirlo, porque me contempló con un silencio lento, y se rindió a su suerte.
—¿Cuál será el mejor modo de decirle todo esto a tu papá? —me preguntó.
—Tal como acabamos de oírlo —le dije.
—No, así no dará resultado —dijo ella. Y al cabo de otra reflexión, concluyó—: Pero no te preocupes, ya encontraré una buena manera de decírselo.
Gabriel García Márquez
fragmentos del libro “Vivir para contarla”
lunes, 13 de febrero de 2012
Por el sur
Hace años (tantos que El señor de los anillos todavía no era película) escribí este pequeño relato. Hoy tengo ganas de compartirlo.
Por el sur
Estás acá, flaco, solo, solo pero acompañado. Las incesantes gotas se dejan oír sobre la tela. El viento ya no sopla, no hay un pájaro que cante. Y a los pies, seguramente, el espejo/lago nada tiene por mostrar (ni podría aunque tuviera).
El viejo Lanín sigue jugando al escondite. Sólo una vez se hizo ver. Comenzás a pensar que es un problema con vos, con ustedes, o quizá sea más tímido de lo que parece.
Un arroyo sin nombre (por desconocimiento más que por carencia) murmura a lo lejos. O, mejor dicho, murmuraba. Ahora un motor (vaya a saber de qué) acalla su delicada voz.
El hombre de los baños mantiene encendidas las calderas, arroja un leño tras otro. Nunca deben apagarse. De nueve a veintitrés su vida transcurre para ello: su vida se pierde por ello.
Tolkien descansa a un lado del colchón inflable, ya no ocupa los paisajes de tu mente. Y vos seguís acá, acompañado, acompañado pero solo. Tu princesa mantiene la distancia. Un abrazo no alcanza a calmar su enojo. Y perdón no sale de tu boca, porque creés no estar equivocado.
Alejandro Laurenza
domingo, 22 de enero de 2012
El poder de la atracción
Un día un amigo me prestó esa especie de documental llamado El secreto, que básicamente habla del poder de la atracción que tendría la mente del hombre, y que le permitiría alcanzar (o hasta convertirse él mismo) aquello en lo que más piensa. Intercalando testimonios de personas que dicen vivir cada día utlizando de manera consciente ese poder de atracción (nombrado una y otra vez, justamente, como el secreto), con escenas ejemplificadoras y citas (encajadas con más o menos acierto) de personajes de peso de la historia, consigue al menos sembrar la duda (y el deseo de probarlo) en el espectador.
Visto en este caso por un bicho raro (que vengo a ser yo), de esos que por un lado creen que cualquier cosa es posible, que la vida es tan amplia y sabemos tan poco de ella que difícilmente seamos capaces de negar nada; pero que al mismo tiempo cuando llega la hora de creer o no creer, de hacerlo con el cuerpo entero y ya no con los divagues pretenciosos del raciocinio, se inclina casi siempre por la segunda opción, tal como dejé sentado alguna vez en este espacio.
Visto por un bicho raro, decía, que se encontraba casualmente (desde varios años ya) intentando cambiar de vida, sabiendo que no deseaba seguir analizando sistemas ni programando computadoras, mientras hacía catarsis por las mañanas o las noches sobre un papel cualquiera, dando lugar a poemas de cierta contundencia como La crisis, pero que, sin embargo, no se le ocurría (o no se animaba) plantearse que ese cambio podría estar dado por los mismos papeles que solía garabatear; en fin, sorprendido con la guardia baja, puede asirse (pudo asirse) a cualquier fragmento de esperanza: incluso a la posibilidad de vivir de sus propios escritos.
Llevaba en aquella época sólo dos libros independientes publicados (Silencios de un Mundo y Libertad y otras yerbas), vendidos esporádicamentes en parques y plazas cuando el estudio y demás obligaciones autoimpuestas me lo permitían, y una acumulación de más de cinco años de nuevos poemas que no reclamaban en lo más mínimo ver la luz. Y fue entonces cuando se encendió la llama, esa que ahora trato de alimentar todos los días, sin tanto pensamiento inúltil, y que me llevó a publicar Maldita Conciencia.
Este nuevo libro, tomado no sólo como el fruto de un soñador que deja testimonio de su sencillo paso, sino también como prueba de un futuro posible, distinto y posible, me dejó con la boca abierta ya en los primeros días de salir a ofrecerlo. Cuando antes alcanzaba, como una exageración, a vender cuarenta o cincuenta ejemplares al mes, podía ahora duplicar la cifra con facilidad.
¿Pero qué había cambiado? ¿No era yo el mismo muchacho que salía a la plaza, luego de su jornada de trabajo habitual, o que se iba al parque los días sábados y domingos? ¿Puede la convicción modificar los resultados de manera tan radical? ¿Existe realmente el poder de la atracción, o se trata sólo del optimismo focalizado?
No tengo respuestas, como para casi todo. Pero lo cierto es que después de aquel primer click, cuando me propuse con seriedad vivir de mis libros, los avatares de la vida diaria dieron un vuelco.
Continué mi camino. Escribí por casualidad un libro infantil narrado por un perro, El diario de Toba, que no sólo me llenó de alegría mientras le daba forma, sino que además aumentó considerablemente las ventas, ya que apuntaba a un público distinto, es decir los niños, con quienes los adultos reparamos menos en gastos. Insisto, fue casualidad (¿o acaso atracción?): no pensaba escribir para chicos, pero surgió.
Hoy, con el poemario Soy Culpable publicado hace pocos meses, que aprendió pronto a dar más frutos que el anterior, sigo oscilando entre creer y no creer, entre creer o reventar, mientras quintuplico las ventas mensuales de aquellos tiempos lejanos (cuatro años pasaron ya), antes de hacer en mi cabeza el mencionado click, antes de sospechar siquiera que alguien pudiera hablar de la atracción posible de la mente.
Visto en este caso por un bicho raro (que vengo a ser yo), de esos que por un lado creen que cualquier cosa es posible, que la vida es tan amplia y sabemos tan poco de ella que difícilmente seamos capaces de negar nada; pero que al mismo tiempo cuando llega la hora de creer o no creer, de hacerlo con el cuerpo entero y ya no con los divagues pretenciosos del raciocinio, se inclina casi siempre por la segunda opción, tal como dejé sentado alguna vez en este espacio.
Visto por un bicho raro, decía, que se encontraba casualmente (desde varios años ya) intentando cambiar de vida, sabiendo que no deseaba seguir analizando sistemas ni programando computadoras, mientras hacía catarsis por las mañanas o las noches sobre un papel cualquiera, dando lugar a poemas de cierta contundencia como La crisis, pero que, sin embargo, no se le ocurría (o no se animaba) plantearse que ese cambio podría estar dado por los mismos papeles que solía garabatear; en fin, sorprendido con la guardia baja, puede asirse (pudo asirse) a cualquier fragmento de esperanza: incluso a la posibilidad de vivir de sus propios escritos.
Llevaba en aquella época sólo dos libros independientes publicados (Silencios de un Mundo y Libertad y otras yerbas), vendidos esporádicamentes en parques y plazas cuando el estudio y demás obligaciones autoimpuestas me lo permitían, y una acumulación de más de cinco años de nuevos poemas que no reclamaban en lo más mínimo ver la luz. Y fue entonces cuando se encendió la llama, esa que ahora trato de alimentar todos los días, sin tanto pensamiento inúltil, y que me llevó a publicar Maldita Conciencia.
Este nuevo libro, tomado no sólo como el fruto de un soñador que deja testimonio de su sencillo paso, sino también como prueba de un futuro posible, distinto y posible, me dejó con la boca abierta ya en los primeros días de salir a ofrecerlo. Cuando antes alcanzaba, como una exageración, a vender cuarenta o cincuenta ejemplares al mes, podía ahora duplicar la cifra con facilidad.
¿Pero qué había cambiado? ¿No era yo el mismo muchacho que salía a la plaza, luego de su jornada de trabajo habitual, o que se iba al parque los días sábados y domingos? ¿Puede la convicción modificar los resultados de manera tan radical? ¿Existe realmente el poder de la atracción, o se trata sólo del optimismo focalizado?
No tengo respuestas, como para casi todo. Pero lo cierto es que después de aquel primer click, cuando me propuse con seriedad vivir de mis libros, los avatares de la vida diaria dieron un vuelco.
Continué mi camino. Escribí por casualidad un libro infantil narrado por un perro, El diario de Toba, que no sólo me llenó de alegría mientras le daba forma, sino que además aumentó considerablemente las ventas, ya que apuntaba a un público distinto, es decir los niños, con quienes los adultos reparamos menos en gastos. Insisto, fue casualidad (¿o acaso atracción?): no pensaba escribir para chicos, pero surgió.
Hoy, con el poemario Soy Culpable publicado hace pocos meses, que aprendió pronto a dar más frutos que el anterior, sigo oscilando entre creer y no creer, entre creer o reventar, mientras quintuplico las ventas mensuales de aquellos tiempos lejanos (cuatro años pasaron ya), antes de hacer en mi cabeza el mencionado click, antes de sospechar siquiera que alguien pudiera hablar de la atracción posible de la mente.
lunes, 9 de enero de 2012
Más libros en Amazon
Es cierto que por el momento los resultados fueron magros en términos de unidades vendidas (tal vez, entre otras cosas, porque la poesía suele tener dificultades mayores a la hora de hacerse un espacio), pero aún así considero interesante contar con esta alternativa. No debemos olvidar que por un lado nos permite acceder, en forma de libro, al mundo entero; y, por otro, parece constituirse como un modo cierto de lectura a futuro (aunque seguramente no vaya a ser el único).
En Argentina casi no se ven todavía por la calle lectores Kindle, (o similares, abocados sólo a libros, bajo el sistema de tinta electrónica) y hasta diría en los comercios que deberían proveerlos; sin embargo eso no quita que, más tarde o más temprano, empiecen a utilizarse, como sucede en otros países.
Así que ya saben, cuando lo deseen podrán encontrar estos libros en mi perfil de Amazon.
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