A veces te sentís cansado. Estás haciendo lo que te gusta, lo que decidiste hacer a conciencia, y las cosas van más o menos bien, pero aún así te sentís cansado.
Seguir batallando a pesar de todo, mantener la regularidad establecida, o hacer un alto que permita estirar las piernas y tomar aire, para arrancar luego con renovados bríos. Tal es la disyuntiva. Correr por un lado el riesgo de que el cansancio se acumule hasta volver la tarea menos agradable, o perder, por otro, la inercia de una actividad que resulta cada día más fructífera.
La almohada sabrá seguramente resolverlo. Lo ha hecho antes y lo hará también ahora. ¿Para qué ponerlo en duda?
Mientras tanto a no pensar, a dejar que la vida se vaya dando.
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sábado, 21 de abril de 2012
sábado, 14 de abril de 2012
La gente ya no lee
La gente ya no lee. Se prefiere la televisión y la computadora a tomar un buen libro. Los chicos se pasan el día entero con los video juegos. ¿Adónde vamos a parar?
Sin embargo, como contrapartida a estas frases hechas, en la ciudad de Buenos Aires (y digo Buenos Aires porque es la que mejor conozco) las cadenas Yenny, El Ateneo, Distal y Cúspide se disputan espacios sobre las calles más comerciales y los shoppings, llegando en ocasiones a hallarse uno justo frente al otro; las librerías de barrio siguen adelante, con más o menos esfuerzo, y no sé de ninguna que haya cerrado sus puertas en los últimos diez o quince años; las ferias de libros permanentes despliegan desde hace décadas todo su potencial en lugares tales como Parque Rivadavia, Parque Centenario, Plaza Italia, etc; la Feria del Libro tradicional recibe cada año un número récord de visitantes, produciendo asombro hasta en los medios de comunicación más pesimistas (bienintencionados o no).
Todo esto a pesar de la gente, y la televisión, y la computadora, y los chicos.
En lo personal, las cosas no resultan distintas cuando salgo a ofrecer mis libros. Hago como el cuento del sapito sordo, ese que consigue escapar del pozo profundo en que hubo caído, por no poder escuchar el conglomerado de voces que pronostican lo contrario.
Está bien. También se puede decir que los libros se compran pero no se leen, que en muchos casos se regalan y quedan luego tirados en una biblioteca donde se amontona el polvo . Y entonces vuelvo a refutar (me encanta hacerlo): no somos pocos quienes apelamos a la lectura mientras viajamos en subte o en tren (en colectivo no tanto), o mientras tomamos aire en el banco de una plaza. De libros abiertos en soledad no quedan testigos (salvo el lector mismo), así que no vienen al caso.
Lo dicho. Algunos leemos y otros no. Son más los que no lo hacen (no lo voy a negar), pero las generalizaciones, como siempre, son injustas.
Sin embargo, como contrapartida a estas frases hechas, en la ciudad de Buenos Aires (y digo Buenos Aires porque es la que mejor conozco) las cadenas Yenny, El Ateneo, Distal y Cúspide se disputan espacios sobre las calles más comerciales y los shoppings, llegando en ocasiones a hallarse uno justo frente al otro; las librerías de barrio siguen adelante, con más o menos esfuerzo, y no sé de ninguna que haya cerrado sus puertas en los últimos diez o quince años; las ferias de libros permanentes despliegan desde hace décadas todo su potencial en lugares tales como Parque Rivadavia, Parque Centenario, Plaza Italia, etc; la Feria del Libro tradicional recibe cada año un número récord de visitantes, produciendo asombro hasta en los medios de comunicación más pesimistas (bienintencionados o no).
Todo esto a pesar de la gente, y la televisión, y la computadora, y los chicos.
En lo personal, las cosas no resultan distintas cuando salgo a ofrecer mis libros. Hago como el cuento del sapito sordo, ese que consigue escapar del pozo profundo en que hubo caído, por no poder escuchar el conglomerado de voces que pronostican lo contrario.
Está bien. También se puede decir que los libros se compran pero no se leen, que en muchos casos se regalan y quedan luego tirados en una biblioteca donde se amontona el polvo . Y entonces vuelvo a refutar (me encanta hacerlo): no somos pocos quienes apelamos a la lectura mientras viajamos en subte o en tren (en colectivo no tanto), o mientras tomamos aire en el banco de una plaza. De libros abiertos en soledad no quedan testigos (salvo el lector mismo), así que no vienen al caso.
Lo dicho. Algunos leemos y otros no. Son más los que no lo hacen (no lo voy a negar), pero las generalizaciones, como siempre, son injustas.
domingo, 8 de abril de 2012
Al lado del camino
Quilmes Rock 2012. Telonero de lujo de Charly García. Pero de este último hablamos una vez y otra. Es el turno del primero, del rosarino.
Es cierto. No es el mismo de antes. Quizá la inspiración no sea la misma, o no lo sean las entrañas a la hora de interpretar una canción. Pero después de treinta años, o más, raspando las asperezas de la vida a través de la música, o internándose lo suficiente como para no salir ileso, ¿quién puede jactarse de seguir siendo el mismo?
Hace poco más de una década dijo estar Al lado del camino. Y lo hizo en su elemento, claro. Nos preguntamos entonces, ¿de qué se trata eso?
¿Será que todo te resbale, que ya nada importe nada? ¿Será un modo fácil de pasar por el mundo, sin que el otro consiga hacerte mella? O, por el contrario, ¿consistirá en abrir los ojos un poco más de lo habitual, esquivando esas rutinas adormecedoras (y cómodas, y calentitas, donde da gusto quedarse) que suelen disfrazarse de responsabilidades ineludibles, e intentar saber al otro y al uno mismo, para bien y para mal, y aceptar que todo puede ser un juego o un escenario en el que elegimos siempre (por acción u omisión) el personaje que mejor nos queda?
En fin. Al lado del camino. Para escuchar, y pensar, y discutir. Al lado del camino. Fuerza, crudeza e ironía. Al lado del camino. Fito Páez.
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Es cierto. No es el mismo de antes. Quizá la inspiración no sea la misma, o no lo sean las entrañas a la hora de interpretar una canción. Pero después de treinta años, o más, raspando las asperezas de la vida a través de la música, o internándose lo suficiente como para no salir ileso, ¿quién puede jactarse de seguir siendo el mismo?
Hace poco más de una década dijo estar Al lado del camino. Y lo hizo en su elemento, claro. Nos preguntamos entonces, ¿de qué se trata eso?
¿Será que todo te resbale, que ya nada importe nada? ¿Será un modo fácil de pasar por el mundo, sin que el otro consiga hacerte mella? O, por el contrario, ¿consistirá en abrir los ojos un poco más de lo habitual, esquivando esas rutinas adormecedoras (y cómodas, y calentitas, donde da gusto quedarse) que suelen disfrazarse de responsabilidades ineludibles, e intentar saber al otro y al uno mismo, para bien y para mal, y aceptar que todo puede ser un juego o un escenario en el que elegimos siempre (por acción u omisión) el personaje que mejor nos queda?
En fin. Al lado del camino. Para escuchar, y pensar, y discutir. Al lado del camino. Fuerza, crudeza e ironía. Al lado del camino. Fito Páez.
Al lado del camino (descargar mp3)
Me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta abrir los ojos y estar vivo
tener que vérmelas con la resaca
entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada
vivir atormentado de sentido
creo que ésta, sí, es la parte mas pesada
en tiempos donde nadie escucha a nadie
en tiempos donde todos contra todos
en tiempos egoístas y mezquinos
en tiempos donde siempre estamos solos
habrá que declararse incompetente
en todas las materias de mercado
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado
yo ya no pertenezco a ningún istmo
me considero vivo y enterrado
yo puse las canciones en tu walkman
el tiempo a mi me puso en otro lado
tendré que hacer lo que es y no debido
tendré que hacer el bien y hacer el daño
no olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano
no es bueno hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto
que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos
que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista
que todo lo que brilla en este mundo
tan sólo les da caspa y les da envidia
yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña Legui y maravillas
los libros, las canciones y los pianos
el cine, las traiciones, los enigmas
mi padre, la cerveza, las pastillas
los misterios, el whisky malo
los óleos, el amor, los escenarios
el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado
si alguna vez me cruzas por la calle
regálame tu beso y no te aflijas
si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo, es que pasó una brisa
la brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino
mas no te asustes siempre se me pasa
es sólo la intuición de mi destino
me gusta estar al lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta regresarme del olvido
para acordarme en sueños de mi casa
del chico que jugaba a la pelota
del 49585
nadie nos prometió un jardín de rosas
hablamos del peligro de estar vivo
no vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos
me gusta estar al lado del camino
me gusta sentirte a mi lado
me gusta estar al lado del camino
dormirte cada noche entre mis brazos
al lado del camino
al lado del camino
al lado del camino
es más entretenido y más barato
al lado del camino
al lado del camino
Fito Páez
del disco “Abre”
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