La rutina, que perduró durante varios meses, era fácil: llegar al local diez o quince minutos antes de la hora pico (es decir la hora en que los porteños y no porteños salen en masa de sus trabajos a cortar el día, y ocupan todas las mesas que encuentran a su alrededor), elegir varios libros de poesía al azar (de autores conocidos y desconocidos para mí), ordenar mi almuerzo (normalmente un sandwich y un café con leche grande), y sentarme entonces en un pequeño y cómodo sillón, con una mesa baja al frente, los libros desparramados en ella, para disfrutar de la lectura en ese living compartido, y también de la colación, ¿por qué no?.
Fue allí donde descubrí a varios autores que lograron cautivarme, y decidí entonces comprar sus libros (dicho sea de paso, la propuesta comercial de estos lugares funciona, no cabe duda), y los tengo ahora en mi biblioteca, para ser repasados en ciertas noches inconfundiblemente poéticas, que nacen no sé cómo, ni de dónde.
Y entre esos autores, se presentó Alina Diaconú, con sus Poemas del silencio, dispuesta a inundarme de paz, haciéndome/obligándome a caer como un péndulo y a existir sin esfuerzo (robo aquí sus palabras), aunque mal no sea por un rato.
Con su permiso, transcribo dos de sus poemas, a modo de muestra.
Aceptación
¿Cómo aceptarlo todo
sin resistir?
¿Cómo fluir con la corriente
sin usar lo que creemos es
nuestra preciada voluntad?
¿Cómo dejar que las cosas sean
no como nosotros las queremos?
¿Cómo sustituir
terquedad por flexibilidad,
imposición por aceptación,
sin que eso sea renuncia?
¿Cómo existir sin esfuerzo?
¿Cómo abandonar la lucha
que nos posibilita
una vana sensación de triunfo?
¿Cómo soltar
la idea de cambiarlo todo
a nuestro antojo
e intentar cambiarnos nosotros
a nosotros mismos,
olvidando la propuesta
de cambiar el afuera?
Acaso la respuesta
a tanto interrogante
sea entender que esas son
las causas de la ira
y que su supresión es suprimir
a ese arremolinado enemigo.
Alina Diaconú
del libro “Poemas del silencio”
Mañana
Entreveo mi ocaso
en este mundo,
haciendo
vida
contemplativa.
Podría ser
frente al mar,
o a un lago
o a un cerro nevado.
La elección estaría
en Quien elige.
El Universo
sabe lo que hace,
pero también escucha
los deseos.
No tengo miedo ya,
confío.
Intentaré explorar
la anteúltima
instancia.
Alina Diaconú
del libro “Poemas del silencio”