Un tarde, mientras vendía mis libros en la plaza San Martín, al salir del trabajo (con la mochila al hombro, como siempre, y con el gusto por lo que estaba haciendo reflejado en la sonrisa) un hombre que no me podía comprar me dio un consejo. Muchas veces me dan consejos, y en la medida de lo posible, y si coinciden con mi forma de ver la vida, intento seguirlos. Me recomendó que me acercara al Diario del Viajero, cuyas oficinas están en la Avenida de Mayo, muy cerquita del Cabildo. Me dijo además que eran muy amables, y que una vez a él le habían publicado un escrito.
La verdad es que anoté los datos sin demasiadas esperanzas, y luego me olvidé por completo del tema, hasta que un día me lo volví a encontrar. Otra vez estaba yo vendiendo mis libros, en la misma plaza San Martín, y tuve que reconocer que aún no había hecho nada de aquello. Creo que a causa de este nuevo encuentro, finalmente decidí presentarme al diario.
El Diario del Viajero es en verdad un periódico semanal, de distribución gratuita y con una importante tirada de 300.000 ejemplares. Se publica en Buenos Aires, y se distribuye en varios puntos del país. Recuerdo que cuando llegué estaba un poco perdido. Luego de pasar frente a la sala de exposición que se encuentra en la planta baja, de tomarme el ascensor, y de ingresar erróneamente a una de sus oficinas, me dirigí al fin a la oficina correcta, del otro lado del pasillo.
Allí me recibió una señora, y me atendió luego, de manera muy amable, el señor Carlos Besanson, director del periódico. Le conté entonces lo que hacía y, con voz algo tímida, agregué que me gustaría que lo evaluaran para una posible publicación. A lo que él me respondió cordialmente que no había ningún problema, siempre que le llevara una carta y el poema que quería publicar.
Esta vez, ni lerdo ni perezoso, me presenté enseguida con lo solicitado y con un libro mío de obsequio para el señor Besanson. Lamentablemente él no se encontraba, pero de seguro se lo hicieron llegar. Al poco tiempo recibí un mail, en el que me informaban que publicarían mi poema la semana siguiente.
Por supuesto que fue una alegría muy grande para mí, y en cuanto llegó el día miércoles, que es el día de salida del periódico, pasé por los exhibidores de planta baja y me llevé algunos de recuerdo. Hoy los conservo en mi cajón literario, entre las cosas que me fueron dando satisfacciones en este camino.
Ahora sí, cumpliendo lo dicho al principio, transcribo ese poema, y les dejo además el link donde pueden verlo en la versión digitalizada del Diario del Viajero: Inmunes por elección propia.
Inmunes por elección propia
Es tan incierta la vida...
Uno se hace imágenes,
senderos, países,
proyecta un paso sobre otro
hacia un final
en el que verdaderamente cree.
Cada lluvia encuentra su refugio,
cada noche su sepulcro,
la máquina anda enloquecida,
anda,
dios existe, o no,
y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.
Es tan incierta la vida...
El hombre se sabe hombre,
rey, monarca de este infierno,
sale victorioso,
o al menos eso piensa,
sube una tras otra
las cabezas del prójimo,
pero no importa,
su ego lo justifica todo,
y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.
Es tan incierta la vida...
El tiempo se consume
de manera eficaz,
según estimaciones
prolijas, admirables,
las ganas poco importan,
se eximen, se extraditan,
la infancia queda lejos,
¡mejor, que no moleste!
Y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.
Alejandro Laurenza
del libro Maldita Conciencia