sábado, 25 de julio de 2009

Diario del Viajero

En algunos mails y comentarios me hicieron notar que están faltando mis poemas en el Blog, por lo que vamos a intentar remediarlo. Dejaré en este caso uno que forma parte del libro Maldita Conciencia, y que hace poco más de un año tuvo el privilegio de aparecer en las páginas del Diario del Viajero. Pero como no puedo con mi genio, antes voy a contar el cómo de aquella publicación.

Un tarde, mientras vendía mis libros en la plaza San Martín, al salir del trabajo (con la mochila al hombro, como siempre, y con el gusto por lo que estaba haciendo reflejado en la sonrisa) un hombre que no me podía comprar me dio un consejo. Muchas veces me dan consejos, y en la medida de lo posible, y si coinciden con mi forma de ver la vida, intento seguirlos. Me recomendó que me acercara al Diario del Viajero, cuyas oficinas están en la Avenida de Mayo, muy cerquita del Cabildo. Me dijo además que eran muy amables, y que una vez a él le habían publicado un escrito.

La verdad es que anoté los datos sin demasiadas esperanzas, y luego me olvidé por completo del tema, hasta que un día me lo volví a encontrar. Otra vez estaba yo vendiendo mis libros, en la misma plaza San Martín, y tuve que reconocer que aún no había hecho nada de aquello. Creo que a causa de este nuevo encuentro, finalmente decidí presentarme al diario.

El Diario del Viajero es en verdad un periódico semanal, de distribución gratuita y con una importante tirada de 300.000 ejemplares. Se publica en Buenos Aires, y se distribuye en varios puntos del país. Recuerdo que cuando llegué estaba un poco perdido. Luego de pasar frente a la sala de exposición que se encuentra en la planta baja, de tomarme el ascensor, y de ingresar erróneamente a una de sus oficinas, me dirigí al fin a la oficina correcta, del otro lado del pasillo.

Allí me recibió una señora, y me atendió luego, de manera muy amable, el señor Carlos Besanson, director del periódico. Le conté entonces lo que hacía y, con voz algo tímida, agregué que me gustaría que lo evaluaran para una posible publicación. A lo que él me respondió cordialmente que no había ningún problema, siempre que le llevara una carta y el poema que quería publicar.

Esta vez, ni lerdo ni perezoso, me presenté enseguida con lo solicitado y con un libro mío de obsequio para el señor Besanson. Lamentablemente él no se encontraba, pero de seguro se lo hicieron llegar. Al poco tiempo recibí un mail, en el que me informaban que publicarían mi poema la semana siguiente.

Por supuesto que fue una alegría muy grande para mí, y en cuanto llegó el día miércoles, que es el día de salida del periódico, pasé por los exhibidores de planta baja y me llevé algunos de recuerdo. Hoy los conservo en mi cajón literario, entre las cosas que me fueron dando satisfacciones en este camino.

Ahora sí, cumpliendo lo dicho al principio, transcribo ese poema, y les dejo además el link donde pueden verlo en la versión digitalizada del Diario del Viajero: Inmunes por elección propia.


Inmunes por elección propia


Es tan incierta la vida...

Uno se hace imágenes,
senderos, países,
proyecta un paso sobre otro
hacia un final
en el que verdaderamente cree.
Cada lluvia encuentra su refugio,
cada noche su sepulcro,
la máquina anda enloquecida,
anda,
dios existe, o no,
y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.

Es tan incierta la vida...

El hombre se sabe hombre,
rey, monarca de este infierno,
sale victorioso,
o al menos eso piensa,
sube una tras otra
las cabezas del prójimo,
pero no importa,
su ego lo justifica todo,
y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.

Es tan incierta la vida...

El tiempo se consume
de manera eficaz,
según estimaciones
prolijas, admirables,
las ganas poco importan,
se eximen, se extraditan,
la infancia queda lejos,
¡mejor, que no moleste!
Y lo que seguro no hay
es lugar a dudas.


Alejandro Laurenza
del libro Maldita Conciencia

sábado, 18 de julio de 2009

Influencias

Como dice Roberto Pettinato en su programa de radio matutino El show de la noticia, no salimos de un repollo. Todos estamos influenciados. Así como los músicos son un poco lo que escuchan, quienes escribimos no tenemos más remedio que ser también un poco lo que leemos.

Esto no quiere decir que nos transformemos en meros imitadores, pero no podemos desconocer que tenemos raíces, y que en lo que hacemos se ve a veces también lo que otros ya hicieron. La originalidad absoluta no existe, a menos que nos metan de chiquitos en una caja de cristal para evitar el contacto contaminante, ¿pero entonces cómo vamos a aprender? ¿Apoyados en qué base vamos a crecer? ¿Podremos algún día hacer algo medianamente interesante?

En lo personal, como comenté en otra entrada, me acerqué a la poesía gracias a Pablo Neruda, a quien leí muchísimo y a quien sigo leyendo de vez en cuando. También he leído a Alfonsina Storni, a Antonio Machado, a Baudelaire, a Walt Withman, a Oliverio Girondo, a Gelman, a Almafuerte, a Bequer, a Rimbaud, y a otros tantos poetas conocidos y desconocidos, que fueron llegando a mis manos de un modo desordenado y caótico, como a mí me gusta en estos casos.

Claro que no sólo de puros poetas se nutre uno. Hay músicos cuyas canciones son a veces también poesía, y otras quizá no, pero saben tener una fuerza que nos puede dejar con la boca abierta. Entre esos músicos, los que más mella hicieron en mí son Charly García, Fito Páez, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, algunas canciones de Arjona (aunque me de un poco de vergüenza admitirlo), Alejandro Sanz, Ismael Serrano; todos ellos con sus altos y sus bajos, por supuesto.

También algunas bandas como La Bersuit, Los Piojos, La Renga, Soda Stereo un poco antes, Los abuelos de la nada, Los Redondos, y ni hablar de las increíbles Serú Girán y Sui Generis, donde el mismo Charly hacía y deshacía de una manera asombrosa.

En fin. Uno se va formando y transformando, y de todos habremos tomado algo, y de todos estaremos infinitamente lejos.

Sin embargo, mi mayor influencia la reconozco en el escritor uruguayo Mario Benedetti, quien se fue de este mundo hace muy poquito tiempo. De él siempre me cautivó su fuerza, su sencillez, su profundidad, y sobre todo el “qué decir” por encima del “cómo decir”, que también es importante, claro, pero que es muy poco (al menos para mi gusto) si el “qué” no es tenido en cuenta.

Creo que aprendí mucho de él, y encuentro a veces su voz en las cosas que hice o hago, y seguramente la seguiré encontrando en lo que alguna vez vaya a hacer. A él lo leí más que a ninguno y, aunque ahora lo lea menos, siempre lo tengo presente.

Quiero despedirme con uno de sus poemas, que me emociona y me moviliza en partes iguales:


No te salves


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicio
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.


Mario Benedetti
del libro “Poemas de otros”

sábado, 11 de julio de 2009

Formas de publicar

Esta entrada es para quienes se encuentren transitando un camino similar al mío, quizá unos pasos anteriores a los que yo ya he dado, y tengan ganas de conocer algunas experiencias propias que tal vez les sirvan de ayuda.

Básicamente tenemos dos formas de publicar: con editorial o sin editorial. La segunda, aquí en Argentina, se denomina edición de Autor.

Si bien aún no he publicado con editorial, puedo contarles algunas cosas que conozco gracias a Blogs como Miserias Literarias, Cómo llegar a publicar y Fantástica Literatura (realmente les recomiendo que se tomen un tiempo para pasar por allí, hay mucho por aprender), entre otros, como así también otras cosas que intuyo y con las que creo no estar muy lejos de la realidad.

Cuando uno publica con editorial, en principio sólo debe preocuparse por la calidad de su obra, quiero decir por escribir aquello que quiere de la mejor manera posible. Luego será la editorial la que se encargue de indicarnos las correcciones que crea pertinentes, la que se ocupe del armado del libro (eligiendo tipografías, diseño de tapa e interiores, calidades de papel), la que tenga contacto con distribuidores para colocar nuestro libro en los diferentes puntos de venta, la que lleve a cabo la difusión a través de diversos canales, y la que, por último, se encargue de liquidarnos las comisiones acordadas. No digo que esto sea todo lo que hace una editorial, es sólo lo que yo percibo, y que me parece destacable visto desde afuera.

Ahora bien, publicar con editorial también nos lleva a dos caminos diferentes: el primero es el de encontrar una editorial que apueste por nuestro trabajo y que asuma los costos y riesgos de la publicación, mientras que el segundo se trata de contratar a una editorial que haga un trabajo similar a la primera, pero donde los costos y riesgos de publicación serán asumidos por nosotros. En muchos lugares leí que a esto último lo llaman Autopublicación, o Coedición si los gastos son compartidos, que no debe confundirse con la mencionada edición de Autor, donde nosotros somos la editorial misma.

El primero de esos dos caminos, es decir la editorial que apuesta por nuestro trabajo, es el sueño al que todos aspiramos, y es la senda natural en la carrera de cualquier escritor. A esta se puede llegar de manera directa, o a través de agentes literarios. Quizá más adelante hable un poco más al respecto, pero por ahora vuelvo a recomendarles que recorran los Blogs mencionados al principio.

En cuanto a la Autopublicación tampoco lo he hecho nunca, pero puedo decirles que deben estar muy atentos. Conviene contar con buenas referencias antes de zambullirse en estas aguas. Estoy seguro de que hay editoriales que cobran por su trabajo y que luego lo hacen muy bien, respetando todo lo que uno espera de ellas, pero también hay muchas (y de esas algunas conozco) a las que sólo les interesa el dinero. Estas últimas a veces ni siquiera llegan a publicar nuestro libro, luego de habernos cobrado, o, si lo hacen, la publicación deja mucho que desear. No digo que sean todas iguales, sólo digo que se informen para poder elegir sin encontrarse luego con sorpresas.

Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que llevar nuestro libro a papel no significa más que eso. Quiero decir que no es garantía de nada. Para que ese libro luego se venda, no basta con que tenga una calidad aceptable, requiere además de mucho trabajo y compromiso. En definitiva, las preguntas son: ¿está la editorial que contratamos en condiciones de cubrir nuestras expectativas? ¿Cuántos de los escritores que ellos han publicado consiguieron cubrir las suyas? ¿Sabemos dónde nos metemos?.

Para terminar, vamos a hablar de la edición de Autor, donde no hay editorial sino imprenta (esta es la que más conozco, dado que así publiqué los tres libros de poesía que hasta ahora tengo). En este caso, como había mencionado antes, somos nuestra propia editorial, es decir que nos caben a nosotros todas las responsabilidades: desde el tipeo y corrección de nuestro libro (aquí nadie nos va a decir si lo que hacemos vale o no la pena de ser publicado) hasta la búsqueda de canales de venta. La imprenta recibirá de nuestra parte un archivo con el diseño de tapas e interiores, sobre el cual hará la impresión y la encuadernación de los libros (al menos esta es la experiencia que yo tengo), y su trabajo no implicará opiniones literarias de ninguna clase, y quedará terminado al entregarnos las cajas con los ejemplares solicitados. Por supuesto que el costo de publicación quedará también a nuestro cargo, y tendremos que buscar la manera de que un libro pueda financiar al siguiente, y no encontraremos mucha más ayuda que nuestras propias ganas de seguir adelante.

Si me preguntan cuál es el mejor camino a seguir, sin dudas les diré que el de encontrar una editorial que apueste por lo que hacemos, sobre todo si eso que hacemos responde al género de novela, o libro infantil, o quizá algún tipo de ensayo. Sin embargo, hay géneros como poesía o cuento que se venden mucho menos que los anteriores (por no decir poco y nada), y, como sabemos, una editorial no es una entidad de beneficencia, sino una empresa que invierte en aquellos libros que cree que se pueden vender.

Quiero decir que si escriben poesía, como es mi caso (o al menos con lo que yo me inicié), no está nada mal comenzar con edición de Autor, o incluso con Autopublicación si prefieren que los ayuden a armar su libro, pero sin olvidar nunca lo antes dicho. La calidad literaria dependerá únicamente de ustedes: si pagan seguramente publicarán (intenten no creerse los elogios de quienes esperan algún dinero de su parte), por lo que son doblemente responsables por su trabajo. Por otro lado, tener el libro en las manos es sólo el comienzo (un comienzo muy pequeño en verdad) de un camino largo y difícil, que sólo puede ser seguido cuando a uno le apasiona lo que está haciendo.

Espero que todo esto les sea de alguna utilidad, y no los desanime, sino que, por el contrario, puedan tomarlo como herramienta para avanzar en lo que aman hacer.

En entradas futuras les contaré las alternativas que fui encontrando para vender mis libros, las dificultades de cada una de ellas, y las satisfacciones, por supuesto, que me impulsan a seguir adelante.

sábado, 4 de julio de 2009

Persona que escribe

Publicar mi primer libro me ayudó a asumirme como persona que escribe, que no escritor, para eso debería esperar ocho o nueve años más, escribiendo y escribiendo, y publicando mientras tanto otros dos libros.

Antes de ese salto inaugural, el acto de escribir era casi una vergüenza para mí, como un delito. Lo hacía en parques, colectivos o trenes, donde nadie me conocía, por supuesto, y luego traspasaba en casa los papeles desordenados (de manera furtiva, a escondidas) a un cuadernito medianamente prolijo donde se iban acumulando.

Es extraño que me costara tanto aceptar aquello que me hacía sentir tan vivo, y con lo que era yo mismo como con ninguna otra cosa. Ahora, a la distancia, me producen una sonrisa piadosa esos recuerdos. Es evidente que se trataba de un paso más en mi aprendizaje, aunque entonces no me diera cuenta.

Había en mí una contradicción muy notoria. Ni bien hube llevado a papel mis primeros poemas y reflexiones, supe que los publicaría en algún momento, aún antes de preguntarme cómo sería ese proceso. Sin embargo, era incapaz de confiar en las personas que estaban más cerca de mí y que más quería. Sólo en mi hermano pude hacerlo, y en un par de amigos de esos que uno tiene, y que son también como hermanos.

A tal punto me avergonzaban las miradas de los otros, mientras me sumergía en este nuevo mundo, que mis propios padres, con quienes siempre compartimos una relación bastante cercana (quizá tan cercana como un adolescente puede tenerla, o mejor dicho como un adolescente como era yo puede tenerla) se enteraron de mi secreto el mismo día en que la imprenta me entregó una caja con los primeros trescientos ejemplares.

Creo que luego fue el orgullo por ese libro / hijo recién nacido el que me ayudó a aceptarlo. Después todo fue más fácil. Leía poemas por ahí que me parecían buenos, y ahora no tanto, y regalaba libros a familiares y a amigos, y hasta salía a las plazas y parques de Buenos Aires para venderlos a desconocidos, mientras tomaban mate o simplemente descansaban bajo el sol. En esta aventura me recibieron muy bien e incluso conseguí que me compraran unos cuantos, pero de eso vamos a hablar más adelante.

Transcribo ahora un poema de ese primer libro:


El Arte

Cuando el silencio se adueña de los rostros,
cuando los brazos no intentan levantarse,
cuando las noches se quedan sin su luna,
cuando la luna se queda sin amantes.

Cuando el tirano nos presta sus cadenas,
cuando los huesos aprenden a temblar,
cuando nos roban toda la inocencia,
cuando la jaula nos viene a despertar.

Cuando un niño recuerda su sonrisa,
cuando un padre se olvida de sus niños,
cuando la parca es demasiado conocida,
cuando los muertos rezan por los vivos.

Cuando el mundo termina en la subasta,
y unos pocos compiten por sus partes,
y el martillo golpea indiferente,
sólo el Arte no opta por callarse.


Alejandro Laurenza
del libro “Silencios de un Mundo