lunes, 19 de septiembre de 2011

Rocío

Les dejo un poema que compuse en estos días.

Rocío

Huelo el perfume intenso
de un jazmín traído de la China,
haciéndose espacio
entre los pliegues
de la primavera incipiente,
(de este lado de la casa
los anaqueles
se saben venerados,
cubiertos de libros hasta el hartazgo,
hasta la compresión inaudita,
para empezar luego con nuevos anaqueles
que se cubrirán también hasta el hartazgo
y la compresión inaudita),
hay un gato amarillo
corriendo por la calle,
escapando veloz
de las miradas ajenas,
de los autos,
de los juicios,
y de la posibilidad
de juzgar a otros,
(me cebo un mate más
aunque esté lavado
y el agua casi fría;
tomo despacio,
mantengo la regularidad
de la costumbre),
y no sólo el jazmín de la China
se pavonea
con la primavera incipiente,
también los álamos de la puerta
comienzan a vestirse,
a remediar el despojo
del otoño anterior,
(una máscara roja de Venecia
da color a la pared desnuda
y a los recuerdos de un viaje
que algún día intentará repetirse),
canta un pájaro
desafiando las horas de la mañana,
sumándose a veces
a la bocina sostenida del tren,
(y pienso en mi hija,
quizá,
que pronto abrirá los ojos
en los resquicios
de un mundo nuevo),
pero a pesar del pájaro
y del jazmín y de los álamos,
el cielo impasible
amenaza con hacerse lluvia,
(y busco en la memoria
de aquella infancia
en la que fui hijo alguna vez,
y traigo hasta estos días,
y contrasto
con lo mucho o poco
que pude haber aprendido),
se lo ve gris
aunque no tan bajo, en verdad,
parece amainar el viento
levantado momentos antes,
(entonces me pregunto
cómo haré
para responder sus dudas,
para ayudarla a andar
sin ser bastón o camilla
o yunque
justificado apenas
por las buenas intenciones),
serán sólo unas gotas, seguramente,
alcanzarán a mojar la tierra,
quedarán suspendidas
entre los pliegues
del jazmín de la China,
entre las hojas recién nacidas
de los álamos de la puerta,
espantarán al gato amarillo,
dejarán callado al pájaro,
y permanecerá silbando sola
la bocina sostenida del tren,
(acepto al fin
que poco sé de casi nada,
de casi todo,
y deberé aprender con ella
internándome sin reparos
en los resquicios
de su nuevo mundo).


Alejandro Laurenza