sábado, 28 de noviembre de 2009

Locura Amor

Quiero compartir esta vez un relato que escribí en los últimos tiempos.

Locura Amor


No quería matarla. Juro que no quería hacerlo. Resistí, busqué fuerzas en mi locura. Pero estaba ya hecho. Estaba hecho desde el momento mismo en que la llevé a rastras, en que la miré con furia sabiendo que me pertenecía, aunque ella se negara a aceptarlo. ¿Y por qué se negaba?, me pregunté y pregunto.

Recuerdo su sonrisa cuando la vi por primera vez. Dulce, inocente, sin malicia alguna. Y esos ojos limpios, serenos, con una paz profunda y provisoria. ¡Ah, y sus manos, cómo olvidar sus manos! Siento aún el abrigo que supieron darme, y la seguridad de que siempre serían mías. ¡Sólo mías!

Aquella noche en el cine fue nuestro primer acercamiento, nuestro despertar. Aquella noche comenzamos a elevarnos, a desprendernos de una vida opaca y miserable. Vislumbramos por fin nuestros destinos cruzados, enlazados para siempre. Porque yo lo sabía. Yo sabía que era para siempre. Y ella también, aunque después lo negara.

Y vinieron luego los encuentros, claro, los encuentros. Cuando jugábamos al azar, a no reconocernos, pero allí estábamos. Salíamos un día sin decirnos nada, sin hablar siquiera. Ella adelante quizá, y yo a la distancia, disfrutando a mi desconocida. Caminando tiempo, largo tiempo, hasta que al fin uno hacía un giro inesperado y el otro ya no estaba. Y más tarde otro giro y el amor, la sorpresa, y el rubor fingido por vernos nuevamente. Y el seguir, como si nada.

¡¿Ah, por qué me hiciste esto?! ¿Por qué cambiaste? ¿Por qué no fuiste fiel al amor que nos quemaba, que aún nos quema, que nos alzaba por una vez de esta tierra mezquina y llana? Ese amor, este amor, era todo, es todo. ¿Te das cuenta de lo poco que nos queda? Si pudieras recordar como yo recuerdo, sé que volverías a mí, y me pedirías que sea tuyo. Pero es tarde. No tuviste el valor ni el temple para ser feliz. Es tarde. No me dejaste más remedio que salvar nuestro amor, que rescatarlo de la manera en que supe o pude, que protegerlo aun de nosotros mismos.

¡Sí, qué hermosas las mañanas del bar! Eran nuestras, sólo nuestras. Cuando ella venía con cara de ángel, como no sabiendo qué decir. Y no decía más que hola, o buenos días, y se quedaba esperando. Y yo la miraba toda, extasiado en su belleza, en su ternura. Y demoraba el pedido sólo para verla, para tenerla un rato más, y a ella le encantaba. Suspiraba, quizá de amor o de impaciencia. Una impaciencia nuestra, por no tenernos aún. Y pretendíamos, divertidos, amorosos, cómplices, que yo era sólo un cliente y ella sólo una camarera, como cualquiera. Pero no era cualquiera. Era mía. Y yo era suyo. Para siempre.

Por eso no entiendo. No entendí ni entiendo. Y me llené de furia. Los vi juntos, y sentí la traición, la burla. Y me quedé ahí, sin palabras, temblando de indignación, de fiebre, de ganas de matar. Y comprendí, comprendí pero no acepté, todas las bajezas, todos los horrores de la especie humana.

Y yo sé que lo sabías, que lo sabés, que pudo haber sido diferente, aunque lo hayas negado para evitar la vergüenza. Aunque hayas fingido. Aunque hayas mentido desconocer mi nombre.


Alejandro Laurenza

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. Hacía mucho que no pasaba por aca..interesante esto. Que locura el pensar que una persona nos pertenece no?..
me gusto.
me hace recordar mucho a un libro de un escritor argentino (con apellido san martin) que se llama "amoralejas"..es un libro muy bueno, no caro, cuentos cortos.
difícil de conseguir, te lo recomiendo
saludos
domi

Alejandro Laurenza dijo...

Domi, gracias por volver a pasar, y por la recomendación. Buscaré algo de él.

Un abrazo,
Ale.

Blanca Miosi dijo...

Vaya, alejandro, ¡Qué fuerza! Ya desde la primera línea se capta la tremenda lucha del personaje, sus demonios, sus inseguridades, o más bien, la seguridad haber encontrado a la mujer y al saber que no era así, sobreviene la locura.
¿Cuántos habrán matado por amor? o mejor dicho porque el ego enloquecía su raciocinio? el ego... es más fuerte que el amor que el odio, que todo. Por él cometemos toda clase de acciones, pero solemos culpar a otros.

Me ha gustado la manera de contarlo. Mucho.

Besos!
Blanca

Alejandro Laurenza dijo...

Blanca, no te imaginás cuánto me alegra tu comentario! Gracias por haber leido y analizado el relato.

Un abrazo,
Alejandro.

Charo dijo...

Qué historia...
Ese final abierto que nos deja pensando si la víctima de muerte es real o imaginaria, un relato que nunca aclara si la víctima es la mujer o la historia en su cabeza, me resultó simplemente facinante.
un beso
charo

Alejandro Laurenza dijo...

Charo,

Me alegro mucho de que te haya gustado!

Un abrazo,
Ale.