sábado, 30 de enero de 2010

La Paz

Compartiré esta vez una reflexión que titulé La Paz. Pero antes, a modo de introducción o para ponerlos en clima, quiero contarles que soy bastante independiente, a riesgo de caer a veces en el aislamiento social. Cosa que intento revertir a conciencia cuando entiendo que he llegado demasiado lejos.

No tengo religión (ni creo en ellas, aunque respeto a quienes sí las tienen), ni partido político, ni club de mis amores (sólo cuando juega Argentina me compenetro en esa metáfora de la guerra, como dice Galeano, y hasta ahí llego). Creo en dios (con minúscula para sentirlo más cerca), pero me veo totalmente incapaz de convencer a nadie para que crea o deje de creer en él (también con minúscula). Creo además en el amor, territorio en el que piso más firme, con menos precauciones, y el único que predico en los pocos ataques evangelizadores que me sorprenden de vez en cuando.

Ahora sí. La Paz.


La Paz


Mientras el hombre se sienta dueño del hombre, y no cesen las esclavitudes directas o económicas; mientras a unos les sobre el dinero y a otros el hambre; mientras la tierra sólo sirva para maximizar los beneficios de quien la posee, y no sea buena para tirarse un rato boca arriba, con una ramita entre los dientes, a mirar el cielo.

Mientras el nombre del creador siga siendo utilizado en vano, y se lo alce como instrumento dignificador de la propia verdad, y como argumento suficiente para descalificar la verdad del prójimo, con el prójimo incluido; mientras algunos sueñen con ese único credo instalado en todos los corazones, y se olviden de que cada corazón es único, y de que la fe se siente o no se siente, pero nunca se impone o se demuestra.

Mientras el color de la piel, la estatura, la forma de los ojos, y demás frivolidades, continúen separando las aguas, y las aguas se dejen separar; mientras una mano se apoye en la otra para estar un poquito más alto, en lugar de trabajar junto a ella para construir un mundo mejor; en fin, mientras la historia se repita, no habrá sitio para una paz verdadera. A lo sumo podrá existir, como otras veces, un pobre equilibrio entre oprimidos y opresores, siempre dispuesto a desequilibrarse, pero nunca esa: La Paz.


Alejandro Laurenza

12 comentarios:

Lola Mariné dijo...

Toda una declaración de principios, tanto en un texto como en el otro.
Aunque me temo que la paz está en manos de unos pocos poderosos, y que individualmente poco podemos hacer.
Saludos.

Alejandro Laurenza dijo...

Así es Lola, salvo manifestarlo de alguna manera, e intentar elegir a nuestros gobernantes de acuerdo a esos mismos principios.

Un abrazo,
Alejandro.

Antonio Rodríguez del Castillo dijo...

Interesante reflexión sobre la Pax. Aunque si me apuras creo que alcanzarla es muy difíci. Para serte sincero yo ni tan siquiera consigo estar en paz y armonía ni con mi sombta.
Un saludo Alejandro, me sigue maravillando la vitalidad que tienes.

Alejandro Laurenza dijo...

Claro, Antonio, no es cosa fácil. Quizá sea sólo una utopía...

Un abrazo,
Alejandro.

Raúl Astorga dijo...

Laurenza: Permítame el atrevimiento de coincidir plenamente con usted. Abrazo. Raúl.

Alejandro Laurenza dijo...

Te mando un abrazo, Raúl. :-)

Blanca Miosi dijo...

Como siempre, Alejandro, sabes expresar exactamente lo que la mayoría de nosotros siente. La paz es una quimera, así como es una quimera la felicidad. Aprendamos pues, a disfrutarla de a pocos, que cuando se la tiene demasiado, empacha.

No desearemos la paz a menos que hayamos pasado por la guerra. Y no disfrutaremos de los momentos felices si no hemos conocido la infelicidad.

He dicho.

Besos!
Blanca

Alejandro Laurenza dijo...

Blanca, gracias por tu aporte.

Un abrazo,
Alejandro.

Anónimo dijo...

Encuentro un texto lleno de valentía y sin eufemismos, digno de un escritor comprometido con la realidad. Ro.

Alejandro Laurenza dijo...

Ro,

Gracias por el comentario, y por las correcciones sintácticas que me indicaste por mail! :-)

Un abrazo,
Ale.

Alejandro Guarino dijo...

Usted no es tan viejo como yo, me hace acordar las épocas de Benedetti, de Neruda, en que estábamos mas comprometidos con una lucha que con unos ojos claros. No hay que volver a esos tiempos, Ale, hay que construir el nuestro, con las armas que hoy tenemos, como desde el principio, como hasta el final
Un honor acceder a esto textos

Alejandro Laurenza dijo...

Ale,

La verdad es que nunca sé cuáles son las armas que puedan servir (ni las de ayer ni las de hoy), así que elijo la pluma, que por suerte está siempre cerca...

Un abrazo y gracias por pasar,
Ale.