martes, 1 de enero de 2013

Dos años

Pasaron dos años desde que tomé la decisión de ganarme la vida con la literatura, o por lo menos intentarlo. Claro que ese intento no iba a ser liviano. No se trataba de probar un poco, como quien se acerca tímidamente a un pasatiempo o como quien lanza una ficha al azar sobre el paño angustiante de una ruleta impredecible. No. Había que dejarlo todo. Había que poner el cuerpo y la piel por aquello que a uno lo apasiona, y que no lo mantiene indeferente entre la multitud de frivolidades que decoran la existencia.

Había que curtirse también, soportar las miradas complacientes, aceptarse un niño que se anima a hacer algo distinto, sin tener a la mano prueba alguna de que lo que hace sirva para algo. Había que desprenderse del utilitarismo habitual.

Y en estos dos años hubo de todo. El primero fue dífícil, dominado por la incertidumbre, esperando que cada mes resultara algo mejor que el anterior. Publiqué Soy Culpable, mi cuarto libro de poesía, edité por tercera vez El diario de Toba, e intenté sin éxito hacerle un hueco por la vía tradicional a mi primera novela. Sin embargo, alcanzó su fin lleno de promesas: el mes de diciembre fue récord de venta de libros en la calle, a la manera de siempre, persona a persona.

Este último año, en cambio, ya no estuvo signado por la incertidumbre, sino por la estabilidad e incluso el crecimiento. El promedio de venta mensual subió muchísimo, ubicándose por encima del récord antes mencionado.

Falta, todavía falta. Pero lo que antes era sueño, se convirtió ahora en realidad palpable. No es lo mismo seguir construyendo sobre la base de cimientos seguros (si es que podemos hablar de algo seguro en esta vida) que tejer ilusiones sin saber dónde uno se encuentra, ni dónde pisa, ni cuáles serán las justificaciones que deberá darse a sí mismo ante el fracaso posible.

Publiqué entonces Los cuentos de Toba, mi segundo libro infantil. Agoté casi su primera tirada de 2000 ejemplares y preparé la segunda edición, esta vez de 4000 (la más ambiciosa desde que me hube iniciado en esta aventura de plasmar en papel los frutos de mi aprendizaje literario). Reedité también Soy Culpable, con una tirada de 2000 ejemplares, habiendo sido la primera de 1000. Quise reeditar Maldita Conciencia, agotado en el transcurso de este mismo período, pero no me alcanzaron los tiempos ni el dinero. En los próximos meses conseguirá seguramente su espacio, al igual que un nuevo libro infantil que tengo entre manos para los más chiquitos, y la bendita novela que ya debe andar por su segundo o tercer aniversario desde que le pusiera el punto final y completara la larga secuencia de correcciones, inestimable en estos casos.

Así, tenemos trabajo asegurado para el año que se acaba de iniciar. Los resultados podrán acompañar o no, ya lo veremos, pero no claudicará el esfuerzo.