miércoles, 25 de diciembre de 2013

Los últimos metros

A esta altura del año llego, como tantos otros, arrodillado de cansancio, arañando la tierra, intentando mantener la cabeza en alto para alcanzar la línea implacable del fin de carrera.

Lo que me ayuda definitivamente a sobrellevarlo, lo que me motiva como una luz brillante aunque lejana en medio de una lluvia de invierno, es la visualización de las tan ansiadas vacaciones. Pero en este nuevo año que comienza a insinuarse no habrá tal cosa. Las decisiones que fuimos tomando (la necesidad de ampliar la casa de una vez por todas, y algunas otras de tinte económico y familiar) nos lo impiden. Y se hace duro entonces.

Decirlo o escribirlo sirve apenas como descarga, lo sé. Lo que debo encontrar es un reemplazo: una motivación distinta y real que exceda las obligaciones autoimpuestas, que vaya más allá de lo que la cabeza dicta, y me devuelva la alegría suave y desprevenida en el quehacer cotidiano.

Mientras tanto escribo, y me susurro bajito: paciencia, flaco o pibe (aunque ya no sea literalmente lo uno ni lo otro), pronto vendrán tiempos mejores.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Encuentros (VII)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

VII

Que lo lea un pibe de dieciocho años, como yo, es todo un logro, y que publique varias frases en Facebook y sus amigos le den me gusta, también, dijo refiriéndose a “Soy Culpable”, rodeado de pan, facturas y bizcochitos de grasa.

Antes había nombrado algunos poemas que recordaba vagamente, y antes todavía reconoció no saber cómo llegó el libro a sus manos.

Ahora, entre cliente y cliente, me compra la novela. El pibe de Pablo Nogués sigue leyendo. Ojalá sea la puerta hacia muchos otros autores.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Primaria Nro 29

 A principios de octubre participé de una jornada de literatura y títeres en la escuela primaria número 29 de Ciudadela.

Los chicos, levantando la mano uno a uno, me hicieron una entrevista, basada en sus inquietudes. En los días previos habían leído con sus maestras “Los cuentos de Toba”.


Fue una experiencia muy linda para mí, que terminó en una firma generalizada de autógrafos (nacida espontáneamente en ellos mismos), por la cual mi nombre quedó estampado en una multitud de papeles y papelitos, de todos los tamaños y formas.

Agradezco a la escuela, a la Oficina de letras de Tres de Febrero que actuó como nexo, y en especial a Julieta Vacca, bibliotecaria del colegio, quien se encargó de organizar el encuentro.

lunes, 4 de noviembre de 2013

10.000

No estaba seguro de escribir esta entrada. Se me pasó un poco el entusiasmo por los números redondos. Me gusta alcanzarlos, no lo niego, pero comunicarlo me produce menos alegría que antes.

Lo curioso es que esta vez llegué a los diez mil ejemplares vendidos. Una meta que supe fijarme hace largo tiempo, y que repetí para mí mismo como un mantra, como una obsesión incuestionable.

Al final se concretó. Disfruté bastante trabajando para que sucediera, y lo seguiré haciendo. Estableceré ahora nuevas metas que me obliguen a mantenerme en movimiento.

sábado, 12 de octubre de 2013

Encuentros (VI)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

VI

El tipo se hace el canchero. Hace treinta y cinco años que tengo librería, dispara, y ya no pago más por adelantado, estoy viejo para eso. Ni a vos ni a Planeta, concluye.

Planeta, argumento en vano yo, tiene el capital suficiente para consignar libros por toda la ciudad. Aunque me quedo corto: consigna en la ciudad, en la provincia, en el país, en el mundo.

Paciencia, me alentaré más tarde, no todos los encuentros pueden ser placenteros, el próximo será mejor.

jueves, 3 de octubre de 2013

La doctora Cole

Estoy leyendo La doctora Cole, de Noah Gordon, el tercer y último libro de una saga familiar que comienza con El médico, situado en la edad media y del que ya hablé en este mismo espacio. Chamán, desarrollado en el sigo XIX, constituye el eslabón intermedio.

Aunque La doctora Cole es un tanto más flojo que los anteriores, no deja de ser un buen libro. Sin embargo, lo que motiva esta entrada no es una estricta valoración literaria (siempre subjetiva, por cierto) sino la extracción de un párrafo que consiguió sorprenderme por su implacable actualidad.

Mientras a Obama le rechazan el presupuesto, y le cierran la administración pública, por atreverse a reformar el sistema de salud estadounidense, dando cobertura a todos los ciudadanos, esto decía Gordon a través del pensamiento de sus personajes, hace casi veinte años, en una historia que transcurre durante la presidencia de Bill Clinton.

Fue una experiencia frustrante. Todo el mundo reconocía que el sistema nacional de asistencia sanitaria era ineficaz, elitista y demasiado caro. El plan más sencillo, y el más eficiente en proporción al coste, era el sistema utilizado por otras naciones desarrolladas: el Gobierno cobraba impuestos y pagaba la asistencia a todos los ciudadanos. Pero aunque el capitalismo norteamericano proporciona los mejores aspectos de la democracia, también proporciona los peores, entre otros los cabilderos a sueldo que ejercen enormes presiones sobre el Congreso para proteger los pingües beneficios de la industria de la salud. El inmenso ejército de cabilderos representaba a compañías de seguros privadas, clínicas, hospitales, la industria farmacéutica, grupos de médicos, sindicatos de empleados, asociaciones profesionales, grupos que querían el aborto gratuito, grupos que se oponían al aborto, ciudadanos de la tercera edad.

La lucha por el dinero era sucia y mezquina, y no resultaba agradable contemplarla. Algunos republicanos reconocían que querían torpedear el proyecto de ley de asistencia sanitaria porque, si se aprobaba, favorecería la reelección del presidente. Otros republicanos se declaraban partidarios de la asistencia médica universal, pero prometían luchar a muerte contra cualquier aumento en los impuestos y contra todo intento de que los empresarios financiaran el seguro médico. Algunos demócratas que se presentaban a la reelección y dependían de la ayuda económica de los cabilderos, hablaban exactamente como los republicanos.



—¿Qué va a ocurrir, Gwen?
—Que al final, a fuerza de errores, acabarán montando un sistema viable, después de años y años de tiempo perdido, de salud perdida, de vidas perdidas. Pero el mero hecho de que Bill Clinton haya tenido el valor de hacerles enfrentarse al problema ya ha empezado a cambiar las cosas.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Encuentros (V)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

V

—Laurenza —me recibió—, tanto tiempo. Te sigo por Facebook.

Pasaron unos dos años desde la última vez que estuve. Oficina de seguros en San Isidro. Aquella vez me compró El diario de Toba para el hermanito que vive en Misiones, de donde ella vino. Ahora se quedó con el segundo.

—A la gente le gustan tus libros —deslizó, y esa frase fue un descrubrimiento para mí. No es lo mismo recibir comentarios aislados, por aquí y por allá, que escuchar de pronto semejante declaración.

Me dejó pensando. No es orgullo lo que sentí o siento. Es cierta gratitud, como si después de dedicarme durante casi tres años a los libros, como única actividad laboral, me hubiera llegado al fin esa cuota de reconocimiento que anhelaba (que la mayoría de las personas anhela) para vivir en paz.

sábado, 21 de septiembre de 2013

El porvenir es una ilusión

Una historia de amistad y lealtades en los agitados años setenta. La militancia, los sueños, las posiciones extremas, los errores. La cacería de brujas.

Horacio Beascochea va, sin embargo, más allá. Nos cuenta con buena pluma, rebosante de nostalgia y poesía, las esperanzas de un pueblo de inmigrantes, enclavado en el medio de la llanura pampeana, supeditadas a los caprichos del ferrocarril, de la industria maderera y de la ciudad capital, que parece decretar su ocaso como un contrapunto previsible y certero.

El gato maulla a mi alrededor, en desacuerdo conmigo. Le rasco la cabeza y ronronea. Se echa a mis pies y se queda mirándome fijo. Me atrevo a leer en su mirada una solidaridad tácita, una tregua necesaria que deja las preguntas en el pasado y me sirve de sostén para comenzar de nuevo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Encuentros (IV)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

IV

Una señora me para en la calle, en Ciudadela. ¿Cómo andan los libros?, pregunta. Yo la miro azorado. No consigo recordarla: ni antes ni después de la charla. Bien, respondo. Te compré dos, dice, en un almacencito al otro lado del Acceso Oeste. La novela la leí enseguida, continúa, me daba bronca cuando entraba gente porque tenía que dejarla, ahora estoy con el de poesía, también me está gustando.

Me alegró la mañana. Serían las nueve y empezaba a vender. No iba a resultar uno de esos días en que me quedo sin libros, y la mochila vuelve livianita, vacía. Pero nada de eso iba a importar. La cuota de felicidad diaria estaba cubierta.

viernes, 30 de agosto de 2013

La impenetrabilidad de Amazon



Hasta ahora Amazon se me viene negando. Contrariamente a lo que ocurre en la calle, no he conseguido vender allí más que un puñado de libros. No sé cuál es su secreto. O tal vez lo sospeche: la presencia que pueda tener yo mismo en diferentes redes sociales.

Y no es que mi presencia sea cero, pero es cierto que no soy propenso a las grandes conversaciones. Como tampoco lo soy en la vida real, la de carne y hueso, salvo cuando el tema en cuestión de verdad me apasiona.

Entonces, si no quiero (o no puedo) ser alguien que no soy, y este que soy no coincide con las necesidades de la plataforma, es probable que las cosas sigan así:

Amazon en una negación permanente (impenetrable, absoluto), y yo sabiendo mis limitaciones, mis carencias, y explotando, a cambio, los que creo son mis puntos fuertes: el contacto directo, el escuchar (mucho más que hablar), el decir la palabra justa y pausada, el mirar a los ojos para entender a quien tengo delante.

sábado, 24 de agosto de 2013

Los primeros 100

Hace poco conté que se van sumando puntos de venta para mis libros. Hay de todo: librerías, jugueterías, cybers, veterinarias o tiendas de mascotas, kioscos de diarios, casas de cotillón.

La premisa es no consignar. Se los ofrezco sí con un justo descuento, si aceptan comprarlos en pequeñas cantidades y me aseguran que su objetivo es ofrecerlos al público.

Lo que me estaba faltando era llevar un registro de esos negocios, cosa que me propuse remediar, para tenerlo ahora disponible en la web.

Así, alcanzamos en estos días los primeros cien puntos de venta registrados. La lista promete seguir creciendo. La tarea de actualización será continua.

Los invito a visitarla, a ver si alguno de estos lugares queda cerca de sus casas, y a comprar un libro si la curiosidad lo pide.

Demás está decir que las puertas quedan abiertas para cualquier persona que desee sumar su comercio a este proyecto.

lunes, 19 de agosto de 2013

Encuentros (III)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

III

No uno, sino tres. Para el centro de jubilados. Un encargo que le hicieron cuando ella les habló de la novela (o se las mostró, no recuerdo exactamente). Me había comprado antes en Merlo, en un lavadero de ropa, un ejemplar para ella y también uno de Toba.

Sumó ahora poesía. Y los tres de novela que le pidieron.

Y la estación de Liniers más tarde, y una milanesa a la napolitana que disfruto, mientras escribo estas líneas.

domingo, 4 de agosto de 2013

El modelo de escritor

¿Hay un modelo de escritor, una forma de conducirse, un estereotipo? ¿Hay un prestigio que deba cultivarse? ¿O, por el contrario, cada cual es libre de tomar el toro por las astas, y de hacer las cosas como mejor le parece?

Al final de todo, cuando llegue la muerte, ¿se habrá sido más escritor cumpliendo con los cánones establecidos? ¿A quién le importa?

domingo, 21 de julio de 2013

Encuentros (I y II)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

I

—Nunca en mi vida me compré un libro —dice—, pero el título Soy Culpable me gusta.
—Siempre hay una primera vez —respondo yo, en un ataque de originalidad.
—Sí, me lo quedo —concluye el muchacho.

(Isidro Casanova. Cerca del mediodía. En las puertas de una chatarrería.)


II

—Me siento acá porque quiero hablar con alguien que sepa de libros —irrumpe el chico. Lo miro sorprendido. El 338 se sacude sobre el asfalto desparejo de la avenida Márquez.
—¿De dónde nos conocemos? —pregunto—, ¿te ofrecí libros en algún lado?
—Sí —ríe él—, te compré en la agencia de lotería de Villa Bosch.

No sé cómo pero logro acordarme:

—Ah, estabas con tu viejo, ¿no?.
—Sí —confirma—, quería decirte que me gustó, y eso que no soy de leer. Espero no incomodarte.
—Para nada —lo tranquilizo—, es un gusto que me lo digas, me hace sentir bien.

La conversación transcurre luego sencilla: los barrios en que vivimos, el sol de invierno que más parece de primavera, los estudios secundarios que abandonó y pronto debería retomar.

sábado, 6 de julio de 2013

El amor y la furia (¡nuevo libro!)

Pasaron cuatro años. Fue entonces cuando escribí la primera línea. Lo había intentado antes pero aún no era momento. Faltaba madurez.

Cuatro años, decía. Más corrección y descanso y corrección (y otra vez descanso y otra vez corrección) que tiempo de escritura en sí. O acaso sea todo escritura. Tal vez lo primero represente poca cosa sin los ciclos posteriores, que vienen a justificarlo.

El amor y la furia. Novela de amor, como su nombre lo anticipa, pero también de suspenso, con un trasfondo existencialista. Los personajes se ubican en diferentes lugares del tiempo para recordar lo que les es propio, dejando al lector la tarea de ensamblarlo todo.

El objetivo personal es el mismo de siempre: escribir lo que viene desde el fondo, aunque ayudado en este caso por la encarnación de otras vidas que me permiten ser el que no soy, o el que sí soy pero de manera inconsciente.

Agradezco a la Oficina Municipal de Letras de Tres de Febrero por renovarme su apoyo, y en especial a Marcela Minakowski, su coordinadora, por la mano valiosísima y desinteresada que me dio en las últimas revisiones.

Pueden leer ahora el texto de contratapa.

La vocación, el destino, el amor agazapado en cualquier esquina. El desconcierto de estar vivos, la ternura, la felicidad transparente y efímera. La razón socavada. El final. La furia.

En el asesinato inexplicado de un hombre se inicia esta historia. Y a partir de allí van surgiendo, como en un rompecabezas, las circunstancias que lo hicieron posible.

martes, 25 de junio de 2013

Las señas del asesino

Es tiempo de un relato cortito.

Las señas del asesino


Don Jorge Rafael, dijo, y se tocó el pecho. Pero no hubo odio ni desprecio en la pronunciación de ese nombre. Ni siquiera tristeza. Fue un zumbido aséptico.

Si no hubiera alzado la mano mientras invocaba al dictador, ni antepuesto el don a las señas del asesino, habría pasado incluso por un inocente.


Alejandro Laurenza

martes, 28 de mayo de 2013

De la igualdad

Reflexionemos.
De la igualdad

I

Toda modificación profunda en el estado de las cosas genera resistencias. El hombre, por naturaleza, prefiere mantener cierta comodidad (conquistada o heredada) a pagar el precio necesario para la igualación de derechos. Sólo una postura crítica con nosotros mismos nos permitirá salir de ese lugar aparentemente seguro.

II

Mientras la caridad juega a reparar las injusticias, el reconocimiento de derecho pleno es el verdadero igualador de oportunidades. Debemos estar atentos para no sentirnos superiores ni inferiores a nadie.


Alejandro Laurenza

sábado, 27 de abril de 2013

Matías

Segundo hijo. Segundo poema.

Matías

Es el tiempo
del segundo retoño,
de la segunda campanada
haciéndose oír
(brillante)
a la hora precisa,
es el vuelo escurridizo
de un gorrión
venido desde lejos,
desde los misterios
profundos e insondables
de la tierra,
dispuesto a plegar sus alas,
a estrechar
su delicado plumaje
con el nuestro,
decidido
por sobre todas las cosas
a hacernos otros,
a sacudir, para bien,
las estructuras confortables
(confortables y seguras)
en que aprendemos
a guarecernos,
es la presencia nueva
(próxima y cierta,
frágil y nueva)
que nos mantendrá en vilo
y no nos dejará alienarnos
entre las frivolidades
acostumbradas,
entre los aplausos sin fe
y las penas sin gloria,
y nos recordará, exultante,
(como si por ese motivo único
viniera)
lo bello y transitorio
de la vida.

Alejandro Laurenza

sábado, 13 de abril de 2013

En librerías

Además de ofrecer mis libros a las personas por la calle, se van sumando librerías (generalmente de tipo papelería, es decir de las que tienen útiles escolares y demás) que me los compran en pequeñas cantidades para su reventa posterior. Esto ocurre a un ritmo promedio de dos locales a la semana (a veces más, a veces menos), lo que significa alrededor de cien al año. Les hago entonces un descuento, de modo que su precio final no difiera demasiado del mío.

No consigno. Mi experiencia con los kioscos de diarios, relatada hace tiempo en este mismo blog, me dejó claro que ese no es el camino: prueba y error, como casi siempre, y aprender mientras tanto.

En estos días me ocurrió algo gratificante al respecto. Repetí barrio, cosa que estoy haciendo al azar desde hace unos meses, y pasé por la primera librería que se decidió a vender mis libros en esta modalidad. Y no sólo los había vendido todos, ¡sino que me compró ahora más que la vez anterior!

Las cosas marchan bastante bien. Seguiremos trabajando para ayudar a la suerte.

jueves, 21 de marzo de 2013

Plegaria

Sé que ciertas opiniones políticas o religiosas (o de alguna otra clase, quizá) son inconvenientes para alguien que, como yo, intenta ganarse la vida con la literatura; es decir, con la venta de sus libros.

Sin embargo, en determinados momentos siento que debo darlas. De hecho, son una justificación importante a la hora de tomar la pluma: para eso escribo, para decir aquello que me quita el sueño.

Les dejo ahora un poema del libro Soy Culpable.


Plegaria


Deme la vida fuerza en lo que escribo,
hágame entero suyo y no me deje
fuera de huracanes y tormentas
y preguntas que me arranquen de la muerte.


Arda en mi madera algunas veces,
cuénteme en su carne de cañones,
brille como nunca en mis pupilas
en la hora de tintas y de amores.


Cuídeme de vanas tentaciones,
de sólo formas, prosa y melodías,
guárdeme de juegos que en sus aguas
ahoguen cual Narciso el alma mía.


Alejandro Laurenza
del libro Soy Culpable

miércoles, 20 de febrero de 2013

Mi segunda novela

Motivado quizá por la inminente publicación de mi primera novela, retomé la escritura de lo que será la segunda, dejada en stand by durante largo tiempo. Vuelvo a levantarme temprano por la mañana, a esas horas en que me siento más productivo, y donde la casa, sumida aún en el silencio, me recibe tranquila, y me ve trabajar en la mesa redonda de la cocina (de plástico, provisoria), moviendo los dedos sobre la netbook, y tomando algún mate de vez en cuando para acabar de despertarme.

Los primeros días fueron de lectura. Debía recuperar el hilo de lo ya contado: no sólo historias y personajes tendrían que volver a mi memoria, sino también el tono de la narración, que no es uno en este caso, sino dos. Dos tonos para dos historias que se desarrollan en paralelo, y que prometen cruzarse de manera trágica, no sin antes mantener cierto suspenso que intentará hacerlas interesantes.

Un muchacho nacido y crecido en un barrio marginal, por un lado, arrojado por las circunstancias, y por las propias decisiones, a la delincuencia. Unas familias de clase media, por otro, atravesadas sus vidas por ciertos hechos inesperados, como puede ser un embarazo a edades tempranas para el ámbito en que se desarrollan.

La técnica de escritura es similar a la de la novela anterior: los personajes recuerdan desde diferentes lugares del tiempo, los sucesos aparecen de manera desordenada, y se van uniendo, poco a poco, para dar coherencia al relato final.

Me siento bien ahora. Escribir me hace sentir bien. Estoy bajo el influjo de la emoción creadora, cuyos resultados podrán ser mejores o peores, pero que siempre es agradecida por el cuerpo. Se los aseguro.

martes, 1 de enero de 2013

Dos años

Pasaron dos años desde que tomé la decisión de ganarme la vida con la literatura, o por lo menos intentarlo. Claro que ese intento no iba a ser liviano. No se trataba de probar un poco, como quien se acerca tímidamente a un pasatiempo o como quien lanza una ficha al azar sobre el paño angustiante de una ruleta impredecible. No. Había que dejarlo todo. Había que poner el cuerpo y la piel por aquello que a uno lo apasiona, y que no lo mantiene indeferente entre la multitud de frivolidades que decoran la existencia.

Había que curtirse también, soportar las miradas complacientes, aceptarse un niño que se anima a hacer algo distinto, sin tener a la mano prueba alguna de que lo que hace sirva para algo. Había que desprenderse del utilitarismo habitual.

Y en estos dos años hubo de todo. El primero fue dífícil, dominado por la incertidumbre, esperando que cada mes resultara algo mejor que el anterior. Publiqué Soy Culpable, mi cuarto libro de poesía, edité por tercera vez El diario de Toba, e intenté sin éxito hacerle un hueco por la vía tradicional a mi primera novela. Sin embargo, alcanzó su fin lleno de promesas: el mes de diciembre fue récord de venta de libros en la calle, a la manera de siempre, persona a persona.

Este último año, en cambio, ya no estuvo signado por la incertidumbre, sino por la estabilidad e incluso el crecimiento. El promedio de venta mensual subió muchísimo, ubicándose por encima del récord antes mencionado.

Falta, todavía falta. Pero lo que antes era sueño, se convirtió ahora en realidad palpable. No es lo mismo seguir construyendo sobre la base de cimientos seguros (si es que podemos hablar de algo seguro en esta vida) que tejer ilusiones sin saber dónde uno se encuentra, ni dónde pisa, ni cuáles serán las justificaciones que deberá darse a sí mismo ante el fracaso posible.

Publiqué entonces Los cuentos de Toba, mi segundo libro infantil. Agoté casi su primera tirada de 2000 ejemplares y preparé la segunda edición, esta vez de 4000 (la más ambiciosa desde que me hube iniciado en esta aventura de plasmar en papel los frutos de mi aprendizaje literario). Reedité también Soy Culpable, con una tirada de 2000 ejemplares, habiendo sido la primera de 1000. Quise reeditar Maldita Conciencia, agotado en el transcurso de este mismo período, pero no me alcanzaron los tiempos ni el dinero. En los próximos meses conseguirá seguramente su espacio, al igual que un nuevo libro infantil que tengo entre manos para los más chiquitos, y la bendita novela que ya debe andar por su segundo o tercer aniversario desde que le pusiera el punto final y completara la larga secuencia de correcciones, inestimable en estos casos.

Así, tenemos trabajo asegurado para el año que se acaba de iniciar. Los resultados podrán acompañar o no, ya lo veremos, pero no claudicará el esfuerzo.