I
—Nunca en mi vida me compré un libro —dice—, pero el título Soy Culpable me gusta.
—Siempre hay una primera vez —respondo yo, en un ataque de originalidad.
—Sí, me lo quedo —concluye el muchacho.
(Isidro Casanova. Cerca del mediodía. En las puertas de una chatarrería.)
II
—Me siento acá porque quiero hablar con alguien que sepa de libros —irrumpe el chico. Lo miro sorprendido. El 338 se sacude sobre el asfalto desparejo de la avenida Márquez.
—¿De dónde nos conocemos? —pregunto—, ¿te ofrecí libros en algún lado?
—Sí —ríe él—, te compré en la agencia de lotería de Villa Bosch.
No sé cómo pero logro acordarme:
—Ah, estabas con tu viejo, ¿no?.
—Sí —confirma—, quería decirte que me gustó, y eso que no soy de leer. Espero no incomodarte.
—Para nada —lo tranquilizo—, es un gusto que me lo digas, me hace sentir bien.
La conversación transcurre luego sencilla: los barrios en que vivimos, el sol de invierno que más parece de primavera, los estudios secundarios que abandonó y pronto debería retomar.
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domingo, 21 de julio de 2013
Encuentros (I y II)
Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.
sábado, 6 de julio de 2013
El amor y la furia (¡nuevo libro!)
Pasaron cuatro años. Fue entonces cuando escribí la primera línea. Lo había intentado antes pero aún no era momento. Faltaba madurez.
Cuatro años, decía. Más corrección y descanso y corrección (y otra vez descanso y otra vez corrección) que tiempo de escritura en sí. O acaso sea todo escritura. Tal vez lo primero represente poca cosa sin los ciclos posteriores, que vienen a justificarlo.
El amor y la furia. Novela de amor, como su nombre lo anticipa, pero también de suspenso, con un trasfondo existencialista. Los personajes se ubican en diferentes lugares del tiempo para recordar lo que les es propio, dejando al lector la tarea de ensamblarlo todo.
El objetivo personal es el mismo de siempre: escribir lo que viene desde el fondo, aunque ayudado en este caso por la encarnación de otras vidas que me permiten ser el que no soy, o el que sí soy pero de manera inconsciente.
Agradezco a la Oficina Municipal de Letras de Tres de Febrero por renovarme su apoyo, y en especial a Marcela Minakowski, su coordinadora, por la mano valiosísima y desinteresada que me dio en las últimas revisiones.
Pueden leer ahora el texto de contratapa.
Cuatro años, decía. Más corrección y descanso y corrección (y otra vez descanso y otra vez corrección) que tiempo de escritura en sí. O acaso sea todo escritura. Tal vez lo primero represente poca cosa sin los ciclos posteriores, que vienen a justificarlo.
El amor y la furia. Novela de amor, como su nombre lo anticipa, pero también de suspenso, con un trasfondo existencialista. Los personajes se ubican en diferentes lugares del tiempo para recordar lo que les es propio, dejando al lector la tarea de ensamblarlo todo.
El objetivo personal es el mismo de siempre: escribir lo que viene desde el fondo, aunque ayudado en este caso por la encarnación de otras vidas que me permiten ser el que no soy, o el que sí soy pero de manera inconsciente.
Agradezco a la Oficina Municipal de Letras de Tres de Febrero por renovarme su apoyo, y en especial a Marcela Minakowski, su coordinadora, por la mano valiosísima y desinteresada que me dio en las últimas revisiones.
Pueden leer ahora el texto de contratapa.
La vocación, el destino, el amor agazapado en cualquier esquina. El desconcierto de estar vivos, la ternura, la felicidad transparente y efímera. La razón socavada. El final. La furia.
En el asesinato inexplicado de un hombre se inicia esta historia. Y a partir de allí van surgiendo, como en un rompecabezas, las circunstancias que lo hicieron posible.
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