sábado, 24 de noviembre de 2012

Juan Gelman

Acerquémonos a Juan Gelman.

Mi Buenos Aires querido

Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.

Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.

Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.

Juan Gelman
del libro “Gotán”

Arte poética

Entre tantos oficios ejerzo este que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

Juan Gelman
del libro “Velorio del solo”

Los niños

Les agradezco estar, amanecer.
Puros, azules, limpios, asomándose detrás de
la camisa, con la sonrisa puesta, el pájaro en
su sitio, el asombro en su lugar.

Bajo sus delantales la ternura hace ruido, y
todavía crecen en el aire, en la flor, en el
cielo, en los rincones.

¡Vivan! ¡Vivan los niños y su gran campana,
tocando a muerto, a hombre, cuando crecen!

Dejad entonces, ciegos, que yo vaya a los
niños.

Juan Gelman
del libro “El juego en que andamos”

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