Escribo poesía, novela, cuentos infantiles. Tuve la fortuna en estos años de rodearme de buenos dibujantes como Lucila Cardozo y Marcos Amayo, a quienes conocí en diferentes circunstancias de la vida. Llegué un día por casualidad a lo que fue la oficina de letras de Tres de Febrero, coordinada entonces por Marcela Minakowski, donde tuve una muy buena experiencia y luego de publicar varios de mis libros con su acompañamiento, continué trabajando con la imprenta de aquellos tiempos. También por casualidad coincidimos con Lucerito Juguetes Blandos y nos caímos bien, e hicimos libros de tela, y mantenemos abierta la posibilidad de seguir encarando proyectos juntos. Tradujimos algunos de esos libros a inglés con Darío Bard, y aunque aún no se dieron las circunstancias para que vean la luz, estoy seguro de que con Darío podremos volver a trabajar en el futuro. Vendí primero en plazas y parques, y luego recorriendo las calles de la gran ciudad que nos contiene (no veo la hora de volver a hacerlo). Tengo la satisfacción de que hayan compuesto canciones con mis poemas (y que además me guste mucho como quedaron, lo cual no es tan fácil que ocurra), en este caso a través de Carlos Salvatierra y su banda Fantasmas del rock. Recibo a veces el afecto de quienes conocí, o sólo me leyeron, a lo largo de dos décadas. Creo que voy más o menos bien: cansado por momentos, renovado en otros, pero bien. Hago este breve recuento para saber dónde estoy parado, y para tratar de intuir los próximos pasos que podría dar. Hay vida en la escritura independiente. Hay lugar para todos. Basta con estar dispuestos a hacer.
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