viernes, 24 de mayo de 2024

Yo prefiero

Hace unos veinticinco años, más o menos, con un puñado de poemas prematuros escritos, empecé a averiguar cómo se hacía para publicar un libro: cómo era el procedimiento, qué registro de propiedad intelectual sería necesario, con qué imprentas o editoriales trabajar. Venderlo, ni se me cruzaba por la cabeza, eso lo intentaría después.

Recuerdo que el hombre que me explicó lo del registro, por teléfono, lo hizo socarronamente. Me dijo algo así como que lo más propable es que no tuviera nada que valiera la pena copiar, que si uno lograba reunir una veintena de poemas aceptables, lo mejor que le podía pasar era que alguien los plagiara y se difundieran.

Razón no le faltaba al hombre, cuyo nombre no sé, ni poseo ya el menor indicio de cómo llegué a él. Los poemas que tenía entre manos, y de los que yo me sentía tontamente orgulloso, dieron lugar a un libro olvidable, como la mayoría de los primeros libros de quienes nos decidimos a escribir. Pero lo cierto es que lo que me explicó sobre el registro, lo usé entonces sin ningún complejo.

Cuántos aprendizajes, pienso ahora, me fueron llegando de esa manera, entre la vanidad divina de hacer y la aceptación terrenal de lo ya hecho. Estar en movimiento, enseña. Pensar, pensar y pensar, sin llevar a la práctica por miedo a no estar a la altura, paraliza. 

¿Qué quieren que les diga?, yo prefiero aprender.

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