Hay días, semanas, en que me duele el cuerpo de tanta caminata con los libros. Las piernas, la espalda, el cuello. Lo exijo hasta dejarlo con la lengua afuera, al pobre. Él me reclama. Yo le digo: bueno, está bien, paramos un poco, hacemos trabajo de oficina. Y apenas lo veo mejorado, zas, lo vuelvo a exigir.
Es una lucha entre nosotros dos. No habrá ganadores. Lo único que le pido es el movimiento continuo, el esfuerzo razonable, sin que llegue a romperse. Él sabe que lo quiero y lo necesito, aunque me cueste demostrárselo.
4 comentarios:
Leído lo leído, espero que no seas bipolar.
Todo puede ser, jaja
Pues demuéstraselo y escúchalo. Lo agradecerás en el futuro
Un abrazo
Muy cierto. Por momentos lo hago y después me olvido.
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