Corto las ramas del árbol, que tenía todavía amontonadas en el patio, de la última poda. Armo paquetes no muy grandes, para que después el camión se las lleve rápido. Las saco a la vereda. Y cuando estoy volviendo, me sorprende el jazmín chino que tenemos plantado en la puerta. Este año está más florido que nunca, desborda la reja hacia la calle, anticipa la primavera. Me tomo un segundo y lo huelo. Ah, me digo, me recuerdo, ahí está la vida: fue una suerte habérmela topado sin barbijo.
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