sábado, 9 de julio de 2011

En busca de uno mismo

Jaime Barylko (1936-2002) es uno de esos autores contemporáneos capaz de quitarle la inaccesibilidad habitual a los grandes pensamientos. A través de ejemplos cotidianos consigue hacerlos palpables: ya no abstracción pura.

Me acerqué a él hace unos cuantos años, en medio de alguna crisis vocacional, conducido por el libro En busca de uno mismo, y quedé perplejo ante la claridad de sus palabras y la profundidad de sus ideas.

Regresé más tarde, ansioso por seguir aprendiendo, con La dimensión del hombre y Filosofía, y no me decepcionaron. Si tienen oportunidad de leer cualquiera de ellos, se los recomiendo.

Volcaré aquí algunos textos de aquel primer libro, que me marcaron particularmente.

Nacimos varios

“Uno nace varios, y muere uno solo”, comentaba melancólicamente Paul Válery.

Nacer varios es venir al mundo con múltiples potencialidades. Pero luego aparece la educación, la carrera, las llamadas necesidades de la vida, y te vas reduciendo, te vas consumiendo en uno solo, cada vez más especializado en ese uno solo, y los demás que pudiste ser se van muriendo. Y entonces es cuando uno se torna cosa, sustantivo.


Lo atractivo de ser hombre-masa

Me recuerda a Moisés cuando liberó a los hebreos de la esclavitud egipcia. Días después, ya en plena libertad, la masa reaccionó:

—¡Danos carne! ¡Queremos comer como lo hacíamos en Egipto!

Y se ponen, de repente, a idealizar lo bien que lo pasaban en ese país. Olvidan los látigos, olvidan las pirámides construidas con sangre de hermanos e hijos. La comida, sólo eso recuerdan. Porque esa ración de comida, la de los esclavos, en efecto siempre era servida a horario, con regularidad impasible.

La libertad es un peso. La masa, el ser entre todos, como todos, es una liberación de la libertad, del pensamiento y de tomar decisiones por cuenta propia. Por eso la masificación disfruta de tanto éxito en todos los tiempos, y particularmente en los actuales, tan brillantes hacia afuera, tan pobres adentro. Los medios masivos de comunicación te dicen qué comer, dónde bailar, qué hacer para ser feliz, cómo darle educación sexual a los hijos, y cómo y dónde acariciar a la mujer para alcanzar cúspides de placer.

¡Así da gusto! ¡Bailar al son del mundo entero, esa es la conciencia planetaria!


Caminos de evasión

La cueva simboliza renegar de la libertad y huir hacia un útero, oscuro, que te contenga, que te fetalice, y te dispense de pensar. Pensar fatiga. Ser libre es hacerse responsable de lo que uno hizo, y de lo que brotó del hacer de uno aún cuando uno no hubiera deseado que eso sucediera. Fatiga mucho. Entonces se huye a la cueva. La de los bailes, o la playa, o los viajes al exterior, o la de los aparatos, o la de “vamos a pasear al hipermercado para que nos digan cómo y con qué tenemos que vivir”.

La cueva es calentita y segura. El dios Todos te cobija, te protege y te procura un sueño sin zozobras. Los chicos y los grandes. Hay cuevas para todos los gustos. El término “cultura” es ambiguo, como todas las creaciones humanas. Es aquello que te cultiva, y dentro de cuyo contexto uno puede cultivarse, y también alude a una opción de fuga, de refugio y tranquilidad en el reino de la repetición, donde nadie debe pensar y les basta con repetir lo que dijo Aristóteles, o que la Novena de Beethoven es el punto culminante del genio humano, o fíjate ese Dalí qué marivolloso…

Hay una cultura, la abierta, la del uno mismo, la del crecimiento, que es rampa de lanzamiento para la aventura personal y creadora.

Hay una cultura de la cueva, del que vive acurrucado, tipo feto, y se le inyecta en la boca todo el alimento que necesita.

Usted elige.

4 comentarios:

Rosita dijo...

Comparto tu opinión!!!! Lo he leído, es magnífico, para leer y releer. Toba diría: es sabio, es bueno que Ale lo lea. Besos. Ro.

Alejandro Laurenza dijo...

Viste, Ro! Son de esos libros para volver de vez en cuando.

Un abrazo.

Blas Malo Poyatos dijo...

Hola Alejandro, es una lectura interesante, pero con lo que está cayendo, hay que ser valiente para salir de la cueva. Ya lo decía Platón.

Supongo que para eso o se es valiente o no se tiene más remedio. Y mira que mi cueva tiene goteras y se cae a cachos, pero de momento me quedo en ella. No todo es blanco o negro, ni gris siquiera. Pero dar ese paso fuera no es nada, nada fácil, porque se tiene miedo.

Nada fácil.

Un abrazo

Alejandro Laurenza dijo...

Cierto, Blas, no es fácil dar ese paso. Pero creo que la lectura de estos textos puede ser movilizadora, pueden quedar picando en la conciencia hasta hacernos sentir un día (pasados meses, años, el tiempo que fuere) que debemos cambiar el rumbo.

Y si no lo cambiamos, ya es bastante tener la certeza de que también allí estamos decidiendo.

Un abrazo!