Antes de ese salto inaugural, el acto de escribir era casi una vergüenza para mí, como un delito. Lo hacía en parques, colectivos o trenes, donde nadie me conocía, por supuesto, y luego traspasaba en casa los papeles desordenados (de manera furtiva, a escondidas) a un cuadernito medianamente prolijo donde se iban acumulando.
Es extraño que me costara tanto aceptar aquello que me hacía sentir tan vivo, y con lo que era yo mismo como con ninguna otra cosa. Ahora, a la distancia, me producen una sonrisa piadosa esos recuerdos. Es evidente que se trataba de un paso más en mi aprendizaje, aunque entonces no me diera cuenta.
Había en mí una contradicción muy notoria. Ni bien hube llevado a papel mis primeros poemas y reflexiones, supe que los publicaría en algún momento, aún antes de preguntarme cómo sería ese proceso. Sin embargo, era incapaz de confiar en las personas que estaban más cerca de mí y que más quería. Sólo en mi hermano pude hacerlo, y en un par de amigos de esos que uno tiene, y que son también como hermanos.
A tal punto me avergonzaban las miradas de los otros, mientras me sumergía en este nuevo mundo, que mis propios padres, con quienes siempre compartimos una relación bastante cercana (quizá tan cercana como un adolescente puede tenerla, o mejor dicho como un adolescente como era yo puede tenerla) se enteraron de mi secreto el mismo día en que la imprenta me entregó una caja con los primeros trescientos ejemplares.
Creo que luego fue el orgullo por ese libro / hijo recién nacido el que me ayudó a aceptarlo. Después todo fue más fácil. Leía poemas por ahí que me parecían buenos, y ahora no tanto, y regalaba libros a familiares y a amigos, y hasta salía a las plazas y parques de Buenos Aires para venderlos a desconocidos, mientras tomaban mate o simplemente descansaban bajo el sol. En esta aventura me recibieron muy bien e incluso conseguí que me compraran unos cuantos, pero de eso vamos a hablar más adelante.
Transcribo ahora un poema de ese primer libro:
El Arte
Cuando el silencio se adueña de los rostros,
cuando los brazos no intentan levantarse,
cuando las noches se quedan sin su luna,
cuando la luna se queda sin amantes.
Cuando el tirano nos presta sus cadenas,
cuando los huesos aprenden a temblar,
cuando nos roban toda la inocencia,
cuando la jaula nos viene a despertar.
Cuando un niño recuerda su sonrisa,
cuando un padre se olvida de sus niños,
cuando la parca es demasiado conocida,
cuando los muertos rezan por los vivos.
Cuando el mundo termina en la subasta,
y unos pocos compiten por sus partes,
y el martillo golpea indiferente,
sólo el Arte no opta por callarse.
Alejandro Laurenza
del libro “Silencios de un Mundo”
11 comentarios:
Ale!!!!Piel de gallina...nos alegramos mucho que estés transitando con tanto orgullo y convencimiento tu vocación, la cual salta a la vista!!Tenés un gran futuro por delante, ojalá coseches toda la suerte que merecés..y ojalá cumplas tu sueño de poder alimentarte del arte...aunque hay algo muy seguro...y tenés que estar agradecido...es el arte el que viene alimentando tu alma.
Gracias por regalarnos esa combinación de palabras que transmiten sensaciones inefables pero que el cuerpo recibe con los brazos y la mente abierta!!!
Éxitos merecidos!!!Por amor al arte!!!
un abrazo gigante
Carina y Daniel Mercatante:)))))))))))
Cary, Dany,
Muchas gracias por pasar!! Me pone muy contento! :-)
Les agradezco también por los buenos deseos. Y es verdad, más allá de esas ganas que tengo de vivir de lo que más me gusta hacer, que es escribir, la recompensa está fundamentalmente en el mientras tanto.
Le mando un abrazo!
Ale.
Muy lindo lo que pusiste, muy sincero, y si creo que muchas veces no actuamos como queremos por ese miedo a parecer rídiculos ante los demas.
Dale para adelante Ale, que ya estas en buen camino. Beso te quiero Vero.
Muchas gracias, Vero!! :-) Sí, hay que darle siempe para adelante, después el resto viene solo.
Te mando un beso,
Ale.
Ale
No puedo agregar mucho mas a las charlas que ya tuvimos, se feliz y nunca te traiciones.
Abrazo
Rodo
Gracias por pasar, Rodo!
Un abrazo,
Ale.
Hola Alejandro, muchas gracias por comunicarte conmigo. Y es cierto lo que decís, no queda otra más que insistir, incluso al riesgo de ser un obstinado, pero eso sí, a la decepción no hay que abrirle la puerta. Saludos.
¡Hola Alejandro!
Gracias por tu mensaje y enhorabuena por tus publicaciones, he leído los poemas que tienes aquí y me han gustado mucho :)
¡Sigue así! Y espero que te vaya igual de bien (¡o mejor incluso!) con las novelas.
Un abrazo.
-Cristina
JMG, Roswell,
Les agradezco a ustedes por pasar también por mi Blog!
Saludos,
Alejandro.
cuando la lluvia te prohibe no pensar
cuando el cielo entra por la ventana sin nada que ocultar...
me gusta como escribis persona!! y es lindo que compartas tu experiencia aca..
saludos,
Dominique
Gracias, Dominique!
Serás bienvenida cada vez que quieras pasar!
Un saludo,
Ale.
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