Lo elegí de entre una mesa llena de libros, me dice contenta, había muchos pero me quedé con el tuyo. Habla de El diario de Toba. Ese lo tengo, se había sorprendido antes. Ah, yo soy el autor, me presenté enseguida.
Estamos en Laferrere, acabo de llegar a su kiosco ventana con mi mochilita y mis hábitos de escritor ambulante. Me encuentro con alguien que no me conoce y aún así me leyó.
Ahora no te puedo comprar, me explica la señora, es un momento difícil. No pasa nada, le digo, te dejo mi tarjetita y si un día querés otro libro, me escribís.
Camino después hacia el fin de la mañana. Gratificado por estas perlitas que vienen así, cuando menos las espero.
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