viernes, 30 de diciembre de 2011

Un año

Termino el año algo cansado pero satisfecho. Se cumple el primer aniversario desde que decidiera dedicarme en exclusiva a mis libros. Las cosas han ido bastante bien.

Claro que tuve que enfrentarme a los vaivenes típicos del cambio, a la inseguridad de estar moviéndome en arenas desconocidas, impredecibles. Debí superar los bajones anímicos, naturales en estos vuelcos rotundos; lo que me hizo salir al fin fortalecido.

En contrapartida, obtuve el éxtasis de los buenos resultados, poco más que duplicando mis objetivos iniciales de venta. Seguiré trabajando entonces en el mismo sentido.

Nació mi hija: de las contadas cosas que sí estaban en los planes. La decisión de concebirla apuró también el cambio de labores. Sabía que luego sería más difícil, se sumaría un miedo fundamental a la hora de tomar riesgos.

Publiqué un nuevo libro de poesía, y lancé la tercera edición del infantil. Nos encontramos preparando ahora, junto a la dibujante, el segundo volumen de este último, que se estrenará probablemente entre los meses de enero o febrero próximos.

Intenté publicar mi novela para adultos por las vías tradicionales de edición. Firmé contrato para ello con una agente de Estados Unidos, hace algo más de siete meses. A esta altura supongo que las posibilidades son escasas, casi nulas diría. Pero no importa. De una manera u otra hallará su lugar.

En fin, fue un año de trabajo, de ir hacia delante sin saber lo que vendría (como casi siempre sucede, aunque creamos saberlo). Traté de no enroscarme, a veces con más éxito y otras veces con menos.

Creo haber crecido, sin necesidad de fosilizarme. De eso se trata, ¿no?

domingo, 25 de diciembre de 2011

En la distancia

Encontrándome en Chile, a fines de 2009, por motivos de mis actividades de sistemas (esas mismas que abandoné, al menos provisoriamente, a principios de este año), compuse el poema En la distancia, que luego formaría parte del libro Soy Culpable.

En la distancia

Se agita levemente
una pequeña rama
en el cantero aquel,
(la tarde fue de lluvia),
las últimas gotas
se escurren por el vidrio,
perezosas,
(el cielo está escondido todavía),
quizá mañana asome el sol
y las montañas nevadas
surjan tras las nubes,
(pasan los autos a lo lejos),
y tal vez salga a caminar
y piense, amor,
¿por qué no estás conmigo?,
(flota una música en el aire),
y ande las tierras de Neruda
y sea feliz
por un momento,
(va cayendo la noche poco a poco),
y recorra su Isla Negra
y quede embelesado
como un niño,
(los últimos colores ya se apagan),
y permanezca frente al mar
con los brazos abiertos
esperando que vengas,
(ahora todo es silencio),
mientras el viento
me golpee con fuerza
y me haga sentir vivo,
(quedo solo en la penumbra),
y vuelva a interrogarme
y a decir, amor,
¿por qué no estás conmigo?

Alejandro Laurenza
del libro Soy Culpable

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El médico

Uno lee. Pasa horas leyendo. Termina un libro y comienza otro. Y hasta se atreve por momentos a dejar transcurrir dos o más simultánemente, como algo natural, como un contrapunto buscado entre historias densas quizá, problemáticas, profundamente existenciales, y otras que fluyen de manera simple, y que a la vez hacen fluir.

Y al alcanzar una última página, una última línea de un último párrafo, uno consigue sentirse más o menos satisfecho; contrastando así el acierto, o no, de aquella intuición primera que lo llevó a abrir justamente ese libro y no otro.

Pero pocas veces (contadas diría yo) embarga, luego de esa última línea, una sensación plena de gratitud, de abandono, de haber tenido entre las manos una obra que justifica a tantas otras: por la que ha valido la pena la búsqueda.

Acaba de sucederme. Hace minutos di vuelta la página final, de las más de ochocientas que lo componen, de El médico de Noah Gordon. Se los recomiendo: tengo la obligación de hacerlo; de la misma manera que antes me lo recomendaron a mí.

No digo más. Dejo que hable su texto de contratapa.

Esta fascinante novela describe la pasión de un hombre del siglo XI por vencer la enfermedad y la muerte, aliviar el dolor de sus semejantes e impartir el don casi místico de sanar que le ha sido otorgado. Esa pasión le llevará desde la brutalidad y la ignorancia de la Inglaterra de su época a la sensual turbulencia y el esplendor de la remota Persia, donde conocerá al legendario maestro Avicena, que está experimentando con las primeras armas de la medicina moderna. Nueve siglos han transcurrido desde aquel entonces, pero el talento narrativo de Noah Gordon hace de este viaje iniciático una experiencia única que convierte la historia en vida real.

jueves, 8 de diciembre de 2011

México

La canción de Arjona que pongo abajo me recuerda porqué lo admiro (no sólo al artista, sino también al aventurero), a pesar de lo desparejo de su obra.

México (descargar mp3)

Mi madre me encomendó a la Virgen de Guadalupe,
tomé mi guitarra, mis cosas y me fui rumbo al norte,
crucé la aduana de Guatemala con más miedo que ganas.

Entré recogiendo las musas que dejaron tiradas
Chava Flores, José Alfredo y el mismo Agustín Lara,
y con los restos fui formando un quién diría
y una primera vez, y estaba solo
con un Jesús, verbo no sustantivo en la garganta.

Estaba en México, sin un centavo
me sentía un hombre de éxito,
México, México,
el destino me pintó el camino
que me trajo hasta aquí.

No sé si fueron los tequilas pero hablé con Negrete,
aquella noche en el Tenampa que acabó al otro día,
y en División del Norte tomé un taxi que después fue canción.

Estaba tan desesperado esperando su turno
con una ensarta de canciones el animal nocturno
y el miedo se convertía en respeto
por cantarles aquí, en la misma tierra
de Manzanero, la Beltrán y Pedro Vargas.

Estaba en México, sin un centavo
me sentía un hombre de éxito,
México, México,
el destino me pintó el camino
que me trajo hasta aquí.

Caminando en la Alameda, me platicaba una anciana,
Pedro Infante está vivo, pasa todas las mañanas,
y es que aquí lo que se ama nunca muere.

México,
sin un centavo me sentía un hombre de éxito,
México,
el destino me pintó el camino.

Ricardo Arjona
del disco “Si el norte fuera el sur”

lunes, 28 de noviembre de 2011

Luces en la noche

En uno de esos almuerzos rodeado de libros, donde la comida pasa a un ultimísimo plano, llegó hasta mí Tibór Chaminaud con su poemario Luces en la noche.

Lemu Ruca

Levantamos
la cabaña
en lo alto del bosque.

Rodeada de cohíues
milenarios
y de rojas aljabas
que columpian
sus flores en el bosque.

Por sus ventanas
se nos mete el cerro.

En el otoño
con sus rojos ñires
y la sangre
radiante de sus lengas,
y en primavera
con el oro
fúlgido
de sus retamas.

Y ahora que es invierno
como un gran monje blanco
se vistió la montaña.

Como un gran monje blanco
que nos mira
estático y solemne
desde el profundo cielo.

Tibór Chaminaud
del libro “Luces en la noche”



Vacío

Por más que hablemos
ya no queda nada,
ni fuiste nunca
ni yo habré nacido.

Ni tuve días dorados
en la infancia
ni pájaros
volando de mis manos
ni lágrimas
ni risas
ni lamentos.

Por más que hablemos
ya no queda nada.

Ni leímos a Lorca
ni a Machado.

Ni una sombra
quedó de aquel Lugones
ni de Borges
que pasa
y que se aleja…

Ni fuimos a la escuela
cuando niños.

Ni juntamos
piedritas de colores
por los viejos
caminos de Entre Ríos
cuando llevábamos colgada la pizarra
─nuestro primer cuaderno─,
camino del colegio.

Nunca llevé a mi lado
tus quince años…

Jamás besé tu boca
ni gocé tu sexo
y no tuvimos hijos
ni pasamos felices
por la vida.

¿Dónde te fuiste
mi pequeño
juguete de colores?

¿Dónde andarás ahora
perdida entre la niebla
del vacío absoluto?

Tibór Chaminaud
del libro “Luces en la noche”

jueves, 3 de noviembre de 2011

3000

Manteniendo la estrategia del paso a paso, alcancé ahora los tres mil ejemplares. En lo que va del año, conseguí vender más que en la década anterior. Aunque es verdad que en este momento me dedico exclusivamente a difundir mis libros, además de escribirlos y publicarlos de manera independiente.

Parece mentira. Sólo es cuestión de ponerse objetivos, mantener el foco, y no gastar energías en actividades que poco tienen que ver con lo que de verdad quiero.

A veces me pregunto si soy escritor, editor o vendedor. Y la respuesta es obvia: soy las tres cosas. Escribo lo que necesito decir, lo que fluye, lo que no puedo evitar. Publico dando lo mejor de mí, tratando de estar hasta en el último detalle (aún sabiendo que siempre algo se me escapará, y será corregido en la siguiente edición). Vendo con la convicción de que estoy siendo sincero en lo que hago, con la certeza de que ese libro que ofrezco es todo cuanto pude dar, y que, si no es mejor, será por los límites propios de la capacidad, y no por los del trabajo.

Falta, lo sé. Espero más (siempre espero más). Pero de alguna forma se va ratificando la senda elegida.

domingo, 23 de octubre de 2011

Soy Culpable (¡nuevo libro!)


Con el auspicio de la Oficina de Letras de la municipalidad de Tres de Febrero, acabo de publicar Soy Culpable, del que hubiera hablado semanas atrás, y que constituye mi cuarto libro de poesía.

Entre otros poemas, escritos a lo largo de algunos años, se encuentran los ya volcados en este blog Porque soy un soñador, Tristeza y Estás a mi lado. La mayoría de ellos atravesados por el concepto de la responsabilidad absoluta, o de la culpa a ojos abiertos, cuando las acciones personales no alcanzan a corresponderse con los deseos más profundos.

Para no perder la costumbre, saldré a difundirlo por las calles de Buenos Aires, y por sus plazas y parques, ¿por qué no?

Dejo aquí el texto de contratapa.


Soy culpable, responsable, de todo lo que en mi vida hago o dejo de hacer. No existe queja o reproche capaz de ser justificado. El cambio siempre está al alcance de mi mano, y soy yo quien elige o no tomarlo. Esa elección es la que me vuelve libre, absolutamente libre, es la que me eleva o me desciende, es la que me lleva a ser culpable, responsable.

sábado, 15 de octubre de 2011

Maldita Conciencia (en Amazon)


Siguiendo los pasos de cada vez más escritores que se animan a publicar sus libros electrónicos (eBooks) en Amazon, y con cierto hormigueo por estar quedándome rezagado (lo confieso), acabo de incluir Maldita Conciencia en dicha plataforma.

Así, mi tercer libro de poesía funcionará como prueba piloto, allanando el camino quizá para una futura publicación del resto. Veremos entonces qué sucede.

Es interesante decir que a través de Amazon los libros electrónicos quedan disponibles no sólo para Kindle (el lector que le es propio), sino también para PC, Mac, iPhone, iPad, Blackberry, Android y Windows Phone 7. Todo esto mediante programas de adaptación, fáciles de instalar, que son provistos de manera gratuita por la misma plataforma.

Los invito ahora a visitar Maldita Conciencia en este formato, a echarle libremente una mirada a sus primeras páginas, y a comprarlo si llegara a gustarles.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Rocío

Les dejo un poema que compuse en estos días.

Rocío

Huelo el perfume intenso
de un jazmín traído de la China,
haciéndose espacio
entre los pliegues
de la primavera incipiente,
(de este lado de la casa
los anaqueles
se saben venerados,
cubiertos de libros hasta el hartazgo,
hasta la compresión inaudita,
para empezar luego con nuevos anaqueles
que se cubrirán también hasta el hartazgo
y la compresión inaudita),
hay un gato amarillo
corriendo por la calle,
escapando veloz
de las miradas ajenas,
de los autos,
de los juicios,
y de la posibilidad
de juzgar a otros,
(me cebo un mate más
aunque esté lavado
y el agua casi fría;
tomo despacio,
mantengo la regularidad
de la costumbre),
y no sólo el jazmín de la China
se pavonea
con la primavera incipiente,
también los álamos de la puerta
comienzan a vestirse,
a remediar el despojo
del otoño anterior,
(una máscara roja de Venecia
da color a la pared desnuda
y a los recuerdos de un viaje
que algún día intentará repetirse),
canta un pájaro
desafiando las horas de la mañana,
sumándose a veces
a la bocina sostenida del tren,
(y pienso en mi hija,
quizá,
que pronto abrirá los ojos
en los resquicios
de un mundo nuevo),
pero a pesar del pájaro
y del jazmín y de los álamos,
el cielo impasible
amenaza con hacerse lluvia,
(y busco en la memoria
de aquella infancia
en la que fui hijo alguna vez,
y traigo hasta estos días,
y contrasto
con lo mucho o poco
que pude haber aprendido),
se lo ve gris
aunque no tan bajo, en verdad,
parece amainar el viento
levantado momentos antes,
(entonces me pregunto
cómo haré
para responder sus dudas,
para ayudarla a andar
sin ser bastón o camilla
o yunque
justificado apenas
por las buenas intenciones),
serán sólo unas gotas, seguramente,
alcanzarán a mojar la tierra,
quedarán suspendidas
entre los pliegues
del jazmín de la China,
entre las hojas recién nacidas
de los álamos de la puerta,
espantarán al gato amarillo,
dejarán callado al pájaro,
y permanecerá silbando sola
la bocina sostenida del tren,
(acepto al fin
que poco sé de casi nada,
de casi todo,
y deberé aprender con ella
internándome sin reparos
en los resquicios
de su nuevo mundo).


Alejandro Laurenza

viernes, 26 de agosto de 2011

Autogestión

Muchas veces se habla con acierto en los blogs acerca de la dificultad que supone vivir de la literatura. Hasta los escritores reconocidos, quienes no suelen obtener más que el diez por ciento del valor de tapa por cada libro vendido, conocen estos pesares; y no les queda otra alternativa que realizar tareas aledañas, para alcanzar un nivel de vida más o menos digno.

En un plano distinto se encuentran los bestsellers, los excepcionales (en ventas, claro está), los que fueron tocados por la varita mágica de la suerte. Sin embargo sabemos que esta varita es esquiva, y no esperamos que nos roce siquiera, como tampoco esperamos ganar el gordo de Navidad, ni el de Reyes.

Aún así, apoyados de antemano sobre la tierra, nos seguimos preguntando de qué manera vamos a cumplir nuestro sueño. Nótese que la pregunta no es si lo vamos a cumplir, sino de qué manera lo haremos, dando por sentado lo primero. Y ponemos entonces a funcionar la imaginación, que no debe quedar nunca restringida a los espacios de un cuento, o de un poema, o de una novela.

Yendo de lo general a lo personal, poco a poco me fui afianzando en la autogestión. Y cuando digo poco a poco, hablo de más de catorce años a esta parte: no de un modo cabal al principio, sino más bien como un juego, como ese simple y llano juego que la vida es, aunque decidamos por momentos tomárnosla demasiado en serio.

Me sorprendo hoy, en resumen, buscando las mejores opciones para publicar mis libros, reeditándolos cuando la oportunidad y el deseo me lo permiten, saliendo a venderlos todos los días a la calle, tomando ideas de cualquier sitio como si tratara de pequeños trozos de madera en el medio de un naufragio, y escribiendo sin presión, igual que siempre, sobre lo que quiero y cuando quiero.

Mantengo al mismo tiempo las ganas de ver alguno de mis libros publicados por una editorial grande, capaz de llevarlo sin reparos a los estantes de las librerías, pero sin que esto último lo sea todo, sino que funcione como complemento, quizá, con la autogestión. Una cosa no tiene porqué quitar la otra.

Todavía falta, de eso no hay dudas, pero tengo la sensación de que estoy en camino.

viernes, 12 de agosto de 2011

Libertad y otras yerbas (agotado)

Acaba de agotarse Libertad y otras yerbas, mi segundo libro de poesía. Aunque no descarto hacer una nueva edición, corrigiéndole algunas cosas que me pinchaban como espinas cada vez que osaba repasarlo, creo que lo dejaré para más adelante. ¿Cuánto tiempo? Aún no lo sé.

Por lo pronto prefiero darle espacio a un poemario diferente. Sería mi cuarto libro de poesía publicado y el quinto en total. De nombre Soy Culpable. Hace rato me viene pidiendo ver la luz, y ya no me quedan más excusas para ofrecerle.

Si todo sale como espero, llevaré a cabo una edición independiente (es decir de autor) en los meses que siguen. Cuanto mucho podría extenderse hasta fin de año.

Ahora a trabajar, como siempre, intentando que todo resulte lo mejor posible.

sábado, 6 de agosto de 2011

La poesía no se vende

Una tarde, ya venida en noche, mientras ofrecía mis libros en los lagos de Palermo, un hombre sentenció (sin mucha originalidad, aunque con una sonrisa) la poesía no se vende. No recuerdo cómo me defendí en ese momento (también con una sonrisa).

No me lo han dicho otras veces, ni antes ni después. Pero seguramente lo han pensado, mordiéndose la lengua de indignación, o frunciendo el ceño mientras intentaban comprender el juego apresurado de un muchacho que no sabe lo que hace, que desconoce el sacrilegio que comete.

Si me preguntaran ahora, respondería con facilidad (conservando la misma sonrisa, por supuesto) que lo que más me gusta hacer en la vida, además de viajar, es escribir, y si consigo ganarme el pan de esa forma, tanto mejor.

¿Qué importa entonces lo que se debe o no se debe vender? (Siempre que no me venda yo mismo al momento de tomar la pluma).

sábado, 23 de julio de 2011

¡Piú Avanti!

Veamos qué dice Almafuerte acerca de bajar, o no, los brazos.

¡Piú Avanti!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

Pedro B. Palacios (Almafuerte)

sábado, 9 de julio de 2011

En busca de uno mismo

Jaime Barylko (1936-2002) es uno de esos autores contemporáneos capaz de quitarle la inaccesibilidad habitual a los grandes pensamientos. A través de ejemplos cotidianos consigue hacerlos palpables: ya no abstracción pura.

Me acerqué a él hace unos cuantos años, en medio de alguna crisis vocacional, conducido por el libro En busca de uno mismo, y quedé perplejo ante la claridad de sus palabras y la profundidad de sus ideas.

Regresé más tarde, ansioso por seguir aprendiendo, con La dimensión del hombre y Filosofía, y no me decepcionaron. Si tienen oportunidad de leer cualquiera de ellos, se los recomiendo.

Volcaré aquí algunos textos de aquel primer libro, que me marcaron particularmente.

Nacimos varios

“Uno nace varios, y muere uno solo”, comentaba melancólicamente Paul Válery.

Nacer varios es venir al mundo con múltiples potencialidades. Pero luego aparece la educación, la carrera, las llamadas necesidades de la vida, y te vas reduciendo, te vas consumiendo en uno solo, cada vez más especializado en ese uno solo, y los demás que pudiste ser se van muriendo. Y entonces es cuando uno se torna cosa, sustantivo.


Lo atractivo de ser hombre-masa

Me recuerda a Moisés cuando liberó a los hebreos de la esclavitud egipcia. Días después, ya en plena libertad, la masa reaccionó:

—¡Danos carne! ¡Queremos comer como lo hacíamos en Egipto!

Y se ponen, de repente, a idealizar lo bien que lo pasaban en ese país. Olvidan los látigos, olvidan las pirámides construidas con sangre de hermanos e hijos. La comida, sólo eso recuerdan. Porque esa ración de comida, la de los esclavos, en efecto siempre era servida a horario, con regularidad impasible.

La libertad es un peso. La masa, el ser entre todos, como todos, es una liberación de la libertad, del pensamiento y de tomar decisiones por cuenta propia. Por eso la masificación disfruta de tanto éxito en todos los tiempos, y particularmente en los actuales, tan brillantes hacia afuera, tan pobres adentro. Los medios masivos de comunicación te dicen qué comer, dónde bailar, qué hacer para ser feliz, cómo darle educación sexual a los hijos, y cómo y dónde acariciar a la mujer para alcanzar cúspides de placer.

¡Así da gusto! ¡Bailar al son del mundo entero, esa es la conciencia planetaria!


Caminos de evasión

La cueva simboliza renegar de la libertad y huir hacia un útero, oscuro, que te contenga, que te fetalice, y te dispense de pensar. Pensar fatiga. Ser libre es hacerse responsable de lo que uno hizo, y de lo que brotó del hacer de uno aún cuando uno no hubiera deseado que eso sucediera. Fatiga mucho. Entonces se huye a la cueva. La de los bailes, o la playa, o los viajes al exterior, o la de los aparatos, o la de “vamos a pasear al hipermercado para que nos digan cómo y con qué tenemos que vivir”.

La cueva es calentita y segura. El dios Todos te cobija, te protege y te procura un sueño sin zozobras. Los chicos y los grandes. Hay cuevas para todos los gustos. El término “cultura” es ambiguo, como todas las creaciones humanas. Es aquello que te cultiva, y dentro de cuyo contexto uno puede cultivarse, y también alude a una opción de fuga, de refugio y tranquilidad en el reino de la repetición, donde nadie debe pensar y les basta con repetir lo que dijo Aristóteles, o que la Novena de Beethoven es el punto culminante del genio humano, o fíjate ese Dalí qué marivolloso…

Hay una cultura, la abierta, la del uno mismo, la del crecimiento, que es rampa de lanzamiento para la aventura personal y creadora.

Hay una cultura de la cueva, del que vive acurrucado, tipo feto, y se le inyecta en la boca todo el alimento que necesita.

Usted elige.

viernes, 1 de julio de 2011

El diario de Toba (¡tercera edición!)


El diario de Toba sigue dándome satisfacciones. Gracias a la buena recepción que está teniendo, ve la luz su tercera edición.

Continuaremos recorriendo juntos las calles de Buenos Aires. Entraremos a negocios, visitaremos plazas y parques, detendremos a la gente mientras camina, o irrumpiremos por un momento en la espera de su colectivo habitual.

Seremos inoportunos a veces, y bienvenidos otras. Intentaremos que las respuestas negativas pasen de largo, sin hacernos mella, y disfrutaremos cada sí como si fuera el primero.

Toba y yo, hemos dicho.

sábado, 25 de junio de 2011

Ser escritor

Escritor es, a mi parecer, quien escribe con cierta frecuencia. Lo puede hacer bien, mal o regular, y no por eso deja de serlo. De la misma forma en que un albañil, un médico, un zapatero o un ingeniero conservan su denominación habitual más allá de las propias destrezas. ¿O diríamos que un médico que se equivoca en su diagnóstico, deja ser médico? No, lo seguiremos llamando así, aunque elijamos no atendernos con él.

Lo que sucede con la palabra escritor es que está sacralizada. Sólo nombrarla nos remite a los grandes de la literatura, a los geniales, a esos que el tiempo no puede borrar, a pesar de su corrosivo paso. O en su defecto a los que hoy, ahora, venden sus libros en cantidades inconcebibles, lo cual les da cierto aval y los pone al margen de su calidad manifiesta o no.

¿Y los que estamos en el medio? ¿Los que escribimos todos los días, o al menos de vez en cuando? ¿Qué somos? ¿Podemos aspirar a lo sagrado de la pabra escritor? No, a lo sagrado no. Pero si le plumereamos ese resplandor celestial, y la bajamos concienzudamente hasta la tierra, como tantas otras ocupaciones que andan dando vueltas, podremos quizá establecernos en ella con algo menos de incomodidad, y sin tantas cuentas para rendir y rendirnos.

Dicho esto, no puedo olvidar que en realidad nada somos. Ingeniero o zapatero o escritor, será siempre algo circunstancial: lo que ahora hacemos, lo que decidimos hacer. Decir soy, somos, es puro encasillamiento, es fijación de límites innecesarios; justificables apenas por las necesidades de la comunicación.

martes, 21 de junio de 2011

Difusión

A veces se me da por buscar en internet, o en la vida real incluso, ideas para vender mis libros. Intento dar con personas que se encuentren emprendiendo un camino similar. Sin embargo, no son muchas las ocasiones en que llego a buen puerto.

Termino aceptando que la forma en que estoy encarando mi carrera literaria, por llamarlo de alguna manera, tiene bastante de novedosa. Y, si bien se disfruta del sabor de lo distinto, me deja también desconcertado por momentos: sin saber hacia adónde ir, haciendo marchas y contramarchas para tratar de descubrir lo que funciona y lo que no.

Entonces me digo: está bien, habrá que buscar por otro lado, habrá que transportar lo que otros hacen en sus negocios hasta el mío (sí, olvidando el romanticismo, vender los propios libros es también un negocio), habrá que andar con los ojos abiertos.

Y sigo buscando, y me encuentro de repente con el siguiente diálogo en el libro Hija de la fortuna de Isabel Allende:
─Si le va bien con el jarabe, recomiende mis servicios a sus amigos ─le pidió Tao Chi’en
─Si le va bien con mi tatuaje, haga lo mismo ─replicó el artista.

Y me pregunto: ¿por qué no pedir algo parecido? Y preparo entonces, sin pensar demasiado, señaladores (poco más de cien para empezar), y los pongo dentro de los libros que voy a vender, para que luego mis lectores se encuentren con el siguiente texto:
Como seguramente saben, la tarea del escritor independiente no es cosa sencilla. Si luego de leer este libro les queda la sensación de que merece mínimamente la pena, les pido, abusando de su confianza, que me ayuden en la difusión: recomendándoselo a otras personas. Pueden contactarme a través de mi página de internet. :-)

Veremos ahora qué sucede. Y seguiremos aprendiendo, por supuesto.

sábado, 11 de junio de 2011

Tú me quieres blanca

Creo en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y por consiguiente de obligaciones, de manera absoluta, sin reparos. Incluso la caballerosidad es, a mi juicio, una forma elegante de desigualar, de ejercer supremacía por un lado y de aceptarla convenientemente por el otro. Cosa distinta es la gentileza, que sucede entre dos personas sin distinción de género.

Dejo ahora un poema de Alfonsina Storni. Toda una precursora, ¿verdad?

Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba,
me quieres de espuma,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del engaño
vestido de rojo
corriste al estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques;
vete a las montañas;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva los tejidos
con salitre y agua.

Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Alfonsina Storni
del libro “El dulce daño” (1918)

domingo, 29 de mayo de 2011

No tengo tiempo para leer

Cuántas veces escuchamos la consabida excusa no tengo tiempo para leer, y respondemos, condescendientes, claro, demasiadas ocupaciones.

Soy de los que piensan que siempre tenemos tiempo para todo, para lo que sea, y elegimos entonces (de manera consciente o no) en qué utilizamos esa inmensidad disponible. Hasta que nos visite la parca tendremos tiempo. Después no.

Ojo, también creo que no hay obligaciones de leer, más allá del valor que para mí tiene la lectura, los libros. A una persona puede no gustarle, puede parecerle irrelevante, o aburrirle espantosamente, y no será juzgado por ello.

Lo que nunca tendrá valor de verdad es que el tiempo le falta: decide no asignarlo, prioriza otras cosas, no se hace el tiempo; y sigue estando todo bien.

sábado, 21 de mayo de 2011

2000

Paso a paso. Persona a persona. Esta semana logré vender mi libro número dos mil.

Poco tiempo hace (dos años, o tres) llegué a una conclusión por demás obvia, de esas que se dicen fácilmente, pero cuya internalización (osea de la boca para adentro) es menos sencilla.

Por un lado está la chispa, el trabajo de la creación (sea la actividad que fuere, artística o no), en el que pondremos todo nuestro empeño y capacidad; a veces más, a veces menos, cada cual tiene sus límites. Y por otro lado, y más importante aún, está la constancia, la perseverancia, o como tengamos ganas de llamarle.

Esta última, en definitiva, lo será todo. Habrá excepciones, claro, pero nunca fui afecto a los juegos de azar. Nunca confié en la Cenicienta. Y, como no confío, hago lo único que se me ocurre: voy paso a paso, persona a persona.

domingo, 15 de mayo de 2011

Vender en invierno (II)

Algo más de un año transcurrió desde que pidiera ayuda, ideas, lo que fuera, para vender mis libros en invierno. El mensaje era sencillo: podía vender en plazas durante la primavera y el verano, pero ni bien comenzaba a hacer frío, me quedaba sin campo de acción. ¿Y cómo iba a hacer entonces para vivir de la literatura?

Las propuestas recibidas fueron varias: crearme una cuenta en Facebook, ir a estaciones de trenes, visitar shoppings, escuelas, bares, cines, eventos culturales.

En fin, para todos los gustos. Y, como decía en aquel momento, cada una podía funcionar, además, como posible disparador de nuevas ideas. Sabemos que éstas suelen llegar sobre la marcha, mientras estamos trabajando: y así fue.

Un día salí a la calle para ofrecer mis libros puerta a puerta, casa a casa. Las esperanzas no eran muchas por esto de la inseguridad, y del miedo que a veces tenemos de abrirle a desconocidos. Pero bueno, como suelo creer, lo que no se intenta no se consigue (y encima nos quedamos con la duda de si podría haber funcionado).

Pocos me contestaban el timbre, y los que lo hacían sólo atinaban a decirme que no estaban interesados. ¿Cómo seguir entonces?, ¿hacia dónde? Caminé varias cuadras sin ningún resultado. Hasta que en un momento llegué a un negocio de venta al público, no recuerdo de qué rubro (almacén, panadería, ferretería; da igual), y pensé ¿por qué no?

Ahí estaba la clave. Cambié en un momento la idea original. En lugar de ofrecer mis libros casa a casa, lo haría negocio a negocio. Y pude comprobar que de esa forma era bien recibido, y hasta me compraban de vez en cuando.

Ahora, que es otoño en esta parte del mundo, salgo cada día a un barrio diferente. Mochila al hombro, algunos libros en la mano, y el agradecimiento en el rostro por estar haciendo lo que me gusta.

Y, lo que es sorprendente, ¡vendo bastante más de esta manera, que durante el verano en las plazas y parques! ¿Quién lo iba a decir?

domingo, 1 de mayo de 2011

La casa de Quiroga


Horacio Quiroga. Uruguayo de nacimiento y misionero por adopción. Considerado por muchos el mejor cuentista latinoamericano. Autor, entre otras obras, del famoso decálogo del perfecto cuentista. Marcado por la tragedia y los suicidios, hasta llegar un día al propio. Siempre al borde de la razón, haciendo equilibrio para no caerse.

Debí visitar su casa para leer luego sus Cuentos de amor de locura y de muerte, que me aguardaban desde hacía tiempo en la biblioteca. Sólo su novela Pasado amor había recorrido hasta entonces. No sé, una de esas cosas impostargables que, aún así, a veces se demoran.


Andar hoy entre el cañaveral hasta llegar a lo que fue su morada, en San Ignacio, Misiones por su puesto, nos obliga a pensar en el pasado, nos transporta.

¿Cómo era la vida entonces, cuando todo costaba más, cuando la selva era más selva, y los caminos menos caminos? ¿Cómo un hombre que podía elegir cualquier sitio donde vivir (más cómodo, más fácil) decide establecerse allí, y lleva a su esposa, y tienen hijos, y ella un día se mata (cansada de querer irse y no poder), y entonces él se muda a Buenos Aires, y años más tarde se vuelve a casar y nace otra hija, y regresa con ellas a aquel paraje, hasta que ambas lo abandonan (cansadas también de querer irse), y él queda solo, presa de un cancer de próstata que lo va acabando poco a poco, hasta que no puede más y se deja viajar nuevamente a Buenos Aires para que lo traten, y para poner luego, él mismo, el último punto a su historia?

Pero esta entrada no tiene pretensiones biográficas, ni mucho menos de repaso de una obra literaria que apenas comienzo a conocer. Sólo quiere mostrar el sitio que enamoró a Quiroga, y marcó definitivamente su vida.


En la foto de arriba se puede ver una réplica de la que fue su primera casa. En la del centro se aprecia la segunda, original, construida por las manos del mismo Quiroga. En la última foto se ve el paisaje: ese que habrá saludado cada mañana al despertar, con el río Paraná allá abajo, y la costa de Paraguay al otro lado.

viernes, 22 de abril de 2011

Auspiciantes, se buscan

Los libros no llevan publicidad. No suelen llevarla. Aunque hay excepciones: pocas, muy pocas. Y entonces uno se pregunta ¿por qué no? Y la respuesta está implícita. La literatura, como toda actividad artística, intenta ser inmaculada, pretende mantenerse a salvo de los vaivenes no siempre limpios del mercado.

Pero los libros se venden, dirán algunos, no están a salvo del mercado. Eso es distinto, retrucarán otros, el artista permanece al margen (¿al margen?). Y así podremos inciar una discusión que probablemente no acabaría nunca.

Quizá algún desperevenido meta en el medio al periodismo: ¿acaso el buscador incansable de la verdad no acepta que haya avisos publicitarios al lado de sus incansables y verdaderos artículos, ya sea en periódicos o revistas? No son tan incansables ni tan verdaderos, opinarán los más excépticos. Hay de todo, los defenderé yo, mezclándome en el debate, como quien no quiere la cosa; existen momentos para escribir (literatura, periodismo, lo que sea), para ser honesto con el propio espíritu, y momentos para lanzarse a la impureza del mercado, intentando generar así nuevas ocasiones para escribir, y volver a ser honesto con el propio espíritu.

Al grano, reclamarán ustes, que a esta altura ya están cansados de tanta palabrería, ¿estás buscando auspiciantes?, ¿vas poner avisos publicitarios en tus libros?, ¿dónde? Sí, responderé yo, con cierta desvergüenza, destinaré dos o tres páginas al principio del libro, vamos a ver si resulta. Hmm, dudarán ustedes con razón, ¿no te alcanza con salir vos mismo a vender tus libros? Alcanzar me alcanza, volveré a responder, pero con lo justo, y mi intención es vivir de la literatura, y no estar con la soga al cuello cuando llegan los últimos días del mes. Está bien, quizá concedan ustedes, pero después bancate el desprestigio. ¿Qué desprestigio, contestaré con insolencia, si no tengo ningún prestigio que pueda ser desprestigiado? Y tal vez dejemos ahí la conversación.

Así que ya saben. Auspiciantes, se buscan. Si sospechan de alguien que pueda interesarse, le pasan la dirección de este blog. Gracias muchas.

lunes, 18 de abril de 2011

Bookcrossing

Bookcrossing es un movimiento internacional de difusión de libros. Una persona cualquiera puede tomar un libro también cualquiera, registrarlo en la página de internet y, luego de identificarlo debidamente con las etiquetas y el número obtenido durante el registro, liberarlo para que comience la cadena de lectura.

La liberación puede ser en la jungla (es decir en un bar, en el banco de una plaza, en una estación de tren o donde a uno se le ocurra), como también puede ser controlada (entregándoselo en mano a una persona elegida).

Quien encuentra o recibe un libro, ingresa a la página de Bookcrossing (en condiciones ideales de buena voluntad) para informar en su ficha el estado actual (recordemos que cada libro tiene un número único), pasando por ejemplo de Liberado a Pendiendiente de Lectura.

Luego de ser leído se modifica otra vez el estado, y se efectúa la correspondiente liberación, dando inicio a un nuevo ciclo. En todo momento es posible, además, dejar comentarios o impresiones acerca del libro que llegó a nuestras manos.

En lo personal, había oído hablar de este movimiento, pero recién tuve mi bautismo hace un par de meses, cuando me acerqué en Palermo a ofrecer mis libros a un grupo de chicos practicantes (o BCeros, como gustan llamarse).

Mi inicio fue con Un mundo feliz de Aldous Huxley, que hacía tiempo tenía ganas de leer. Entonces decidí participar con mis propios libros, osea aquellos de los que soy autor, liberando casi cuarenta ejemplares que hoy se encuentran quién sabe dónde.

martes, 29 de marzo de 2011

Poemas del silencio

Hace poco más de tres años, tuve la costumbre de almorzar en una de esas cafeterías que comparten su espacio con un negocio de venta de libros. Quizá se debió a que me quedaba cerca de aquel trabajo temporario, o a la atracción que los libros siempre ejercen sobre mí, o a una simple excusa para mantener a salvo mi soledad.

La rutina, que perduró durante varios meses, era fácil: llegar al local diez o quince minutos antes de la hora pico (es decir la hora en que los porteños y no porteños salen en masa de sus trabajos a cortar el día, y ocupan todas las mesas que encuentran a su alrededor), elegir varios libros de poesía al azar (de autores conocidos y desconocidos para mí), ordenar mi almuerzo (normalmente un sandwich y un café con leche grande), y sentarme entonces en un pequeño y cómodo sillón, con una mesa baja al frente, los libros desparramados en ella, para disfrutar de la lectura en ese living compartido, y también de la colación, ¿por qué no?.

Fue allí donde descubrí a varios autores que lograron cautivarme, y decidí entonces comprar sus libros (dicho sea de paso, la propuesta comercial de estos lugares funciona, no cabe duda), y los tengo ahora en mi biblioteca, para ser repasados en ciertas noches inconfundiblemente poéticas, que nacen no sé cómo, ni de dónde.

Y entre esos autores, se presentó Alina Diaconú, con sus Poemas del silencio, dispuesta a inundarme de paz, haciéndome/obligándome a caer como un péndulo y a existir sin esfuerzo (robo aquí sus palabras), aunque mal no sea por un rato.

Con su permiso, transcribo dos de sus poemas, a modo de muestra.


Aceptación

¿Cómo aceptarlo todo
sin resistir?
¿Cómo fluir con la corriente
sin usar lo que creemos es
nuestra preciada voluntad?
¿Cómo dejar que las cosas sean
no como nosotros las queremos?
¿Cómo sustituir
terquedad por flexibilidad,
imposición por aceptación,
sin que eso sea renuncia?
¿Cómo existir sin esfuerzo?
¿Cómo abandonar la lucha
que nos posibilita
una vana sensación de triunfo?
¿Cómo soltar
la idea de cambiarlo todo
a nuestro antojo
e intentar cambiarnos nosotros
a nosotros mismos,
olvidando la propuesta
de cambiar el afuera?

Acaso la respuesta
a tanto interrogante
sea entender que esas son
las causas de la ira
y que su supresión es suprimir
a ese arremolinado enemigo.

Alina Diaconú
del libro “Poemas del silencio”



Mañana

Entreveo mi ocaso
en este mundo,
haciendo
vida
contemplativa.
Podría ser
frente al mar,
o a un lago
o a un cerro nevado.
La elección estaría
en Quien elige.
El Universo
sabe lo que hace,
pero también escucha
los deseos.
No tengo miedo ya,
confío.
Intentaré explorar
la anteúltima
instancia.

Alina Diaconú
del libro “Poemas del silencio”

martes, 22 de marzo de 2011

Queen en Rosario

Compartiré hoy un texto del escritor rosarino y amigo Raúl Astorga, a quien agradezco su permiso para hacerlo.

El día que Queen estuvo en Rosario


Tengo junto al escritorio un desplegable que contiene varios calendarios. Están todos los calendarios en esos varios calendarios. Están todos los calendarios desde el 1800 hasta el 2050. Sin pensar que ese año tal vez se termine todo, comienzo a curiosear fechas, días, especiales y no tanto, y me doy cuenta de que este año es la repetición exacta del calendario de 1981. Casi simultáneamente, consigo un viejo ticket para el concierto que dio Queen en el estadio de Central, el viernes 6 de marzo, a las 22: 30 hs. y verifico que, efectivamente, este año el 6 de marzo fue viernes, y mi cumpleaños, también en marzo, fue miércoles, como aquella vez en que nací, y que este calendario se repetirá en el 2015, si llegamos, y así sucesivamente.

Siempre que ha habido un recital en Central, brisa paranaense mediante, por el río digo, quienes hemos vivido en Empalme Graneros hemos percibido canciones de Sting, de Soda Stéreo, de Serrat no puedo confirmarlo porque he estado en esas presentaciones. Pero todo eso fue a partir de Queen. Queen fue la primera banda gigante que se presentó en mi ciudad con toda una potencia de sonido y toda la parafernalia lumínica que la banda paseaba por todo el mundo en ese momento. Cuando es común que ante un evento que se transforma en leyenda vaya creciendo el número de espectadores con el tiempo, todos dicen yo estuve, siempre mantuve mi verdad respecto de esa noche mágica: no estuve porque no me gustaba demasiado en ese momento, y no pude ir en calidad de curioso que no se pierde ningún evento porque me había gastado mis ahorros siguiendo a Central que en el diciembre anterior había salido campeón nacional de primera división. Pero esa noche ocurrió algo que uno no puede olvidar con facilidad.

Era común que durante el verano me sentara en el patio de mi casa, en la oscuridad de las noches estrelladas, a escuchar la radio y ver pasar el último avión que volaba el recorrido Buenos Aires-Rosario hacia el aeropuerto de Fisherton, que en realidad está en Funes, pero ése es otro tema. Esa noche, me llamó la atención, cerca de las once, el escalofríantemente bello coreo de una multitud: we will we will rock you, we will we will rock you. Yo tenía casi diecisiete años, sólo faltaban días para cumplirlos, la edad suficiente para conmoverme con ese coreo y con la voz que más tarde surcó la calma noche rosarina implorando al amor de su vida: bring it back, bring it back… love of my life don’t leave me. Sólo años después, y uno no madura inútilmente, me di cuenta de que la voz de Freddie Mercury se había quedado para siempre en nuestro aire. Como el aroma del río, de sus sábalos, de sus dorados, ya será inevitable pasar por Central sin recordar entre otras historias futboleras y musicales, que Freddie dejó su voz allí, una noche de calor humano y de verano.

Cuando empezaron las clases, hablé del tema con Ariel D. quien hizo toda la secundaria conmigo. Ariel D. estuvo esa noche frente a ese escenario y no lo olvidará jamás. Me invitó a su casa un sábado por la tarde para escuchar música. Encendió un equipo que tenía dos baffles de madera a los costados, me puso todos los vinilos de Queen que tenía y me regaló el cuadernillo que había comprado en el recital. Esa fue la tarde de la conversión, cuyo rito se completó con la promesa de que, porque estaba previsto así ante el éxito obtenido, cuando volvieran los Queen en su próxima gira, iba a ir con Ariel D. a verlos como íbamos juntos a ver a Central los días de semana de Copa Libertadores, escapando de la clase. Esa tarde comencé a adoptar a la banda de Mercury, May, Deacon y Taylor entre mis preferidas, aunque sólo con los años fue adquiriendo el carácter de entrañable.

Queen no volvió a Rosario, no volvió a Argentina, por razones que, sobre todo los de mi edad, conocemos. Pero hubo una mañana en que todo pareció romperse para siempre. Yo trabajaba en los talleres ferroviarios de Pérez, por sus personas, una cálida ciudad lindera a Rosario, tenía un banco de trabajo con herramientas y una radio que me mantenía vivo por esos años. Era noviembre, y la noticia me golpeó como golpean las sorpresas desagradables: falleció Freddie Mercury, dijeron. Algunos chicos corrieron a otras secciones a llevarle la noticia a otros compañeros, ante el reproche incomprensible de los más viejos. Dejé todo y me fui a uno de los baños que estaban en un descampado, lejos de los galpones donde reparábamos locomotoras. Me quedé casi dos horas, consternado, porque ya no vería nunca más a Queen. Con Freddie había muerto una esperanza, y sólo debía quedarme con aquella noche de su voz atravesando el aire rosarino, con los temas de “Una noche en la Ópera” que cambiaron mi forma de oir música.

Ahora, con este calendario que contiene todos los calendarios, me veo aquella noche, en la perezosa, en el patio arbolado de mi casa, donde aún viven mis viejos y mi hermana, percibiendo a un hombre que se convirtió en leyenda junto con ese concierto que también se convirtió en leyenda. Me veo disfrutando, sin notar, en ese momento, que sólo un año después, en abril, el borracho que nos gobernaba iba a jugar a la guerra, iba a prohibir que se pasara música en inglés por radio, y que viniera cualquier banda inglesa a nuestro suelo, e iba a desterrar para siempre de este mundo a miles de hombres, de apenas dos años más que los míos, que soñaban con un futuro mejor al influjo de melodías que seguramente fueron tocadas en alguna ocasión por esa banda que dejó su huella en Rosario.


Raúl Astorga

domingo, 6 de marzo de 2011

Defensa del escritor

Reflexionemos.

Defensa del escritor


Ser escritor puede llegar a apreciarse como algo inútil, como una pérdida de tiempo en esta vida marcada por el utilitarismo, como un juego vano entre los deberes impostergables.

¿Pero existe algo que no sea un juego? ¿No somos los hombres actores de una obra que elegimos (o nos dejamos) representar, y que intentamos tomarnos más o menos en serio, juzgando desde allí las obras que otros representan?

Planteado así, ¿cómo podemos hablar de deberes impostergables? ¿Para quién?


Alejandro Laurenza

sábado, 19 de febrero de 2011

Música en la calle

Si bien en la calle hay quienes, al igual que yo, ofrecen sus propios libros, es algo más habitual ver a otros artistas, como pintores y fotógrafos, exponer sus obras en un atril, por ejemplo en la peatonal Florida o en Caminito o en San Telmo, donde una infinidad de ojos nativos y extranjeros pueden apreciarlas a diario.

También despliegan su arte bailarines (en especial tangueros por estos lares, aprovechando el turismo) y músicos de todo tipo, que pueden recorrer algunas canciones de su autoría, u otras ajenas y ya insignes, sin escatimar en la elección de géneros, ni de épocas: quizá lo más parecido a la libertad a lo que un músico pueda aspirar.

Entiendo que en este último caso, tocar en la calle obedece a una doble misión: dar a conocer lo que hacen (y quienes ellos mismos son) recibiendo de seguro algún dinero a la gorra, y captar el interés de posibles contratadores, como dueños de bares en los que explayarse durante las noches. Claro que muchas veces en esos sitios nocturnos se pretende que la música se haga sólo por amor al arte, lo cual es muy loable (y suele cumplirse), pero resulta que la barriga del artista a tiempo completo, sigue manteniendo la vieja costumbre de querer recibir alimentos.

Entre quienes dibujan su música al aire libre y en bares, se cuenta Karina Recchimuzzi, a la que conocí un día de civil en la plaza San Martín, mientras yo le mostraba mis libros, y ella luchaba para que no se le escapara el perro; y tuve luego la oportunidad de escuchar por la web, y quedé prendado de su voz.

Dejo ahora la prueba de lo que digo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Puerto sin destino

Hace años, mientras buscaba el amor, escribí este poema.

Puerto sin destino


El rompecabezas
se empeña en romper corazones.
Hasta el más novato
consigue vislumbrar
la esencia de su despiadado juego.

Tantas son sus piezas
que cuando encontramos aquella
que nos hace soñar despiertos,
descubrimos
que sus sueños prefieren naufragar
en otras aguas.

Y, al mismo tiempo,
un velero sin conciencia
decide hundirse inútilmente
en las nuestras.


Alejandro Laurenza
del libro Libertad y otras yerbas

sábado, 22 de enero de 2011

Mi país inventado

Leyendo por segunda vez (y seguramente no por última) Mi país inventado, de Isabel Allende, esta especie de autobiografía apoyada en la nostalgia por Chile (como la misma autora lo dice de alguna forma), me topé con el fragmento que reproduciré debajo.

Salvando las distancias con la realidad de nuestro país (y con la realidad actual de Chile, ya que este libro fue escrito aproximadamente en 2002), creo que es interesante no olvidar las cosas que están resaltadas.

Las cifras de crecimiento económico, que aplaudía el Wall Street Journal, no significaban desarrollo, ya que el diez por ciento de la población poseía la mitad de la riqueza y había personas que ganaban más de lo que el Estado gastaba en todos sus servicios sociales. Según el Banco Mundial, Chile es uno de los países con peor distribución del ingreso, lado a lado con Kenia y Zimbabue. El gerente de una corporación chilena gana lo mismo o más que su equivalente en Estados Unidos, mientras que un obrero chileno gana aproximadamente quince veces menos que uno norteamericano. Aún hoy, al cabo de más de una década de democracia, la desigualdad económica es pavorosa, porque el modelo económico no ha cambiado. Los tres presidentes que han sucedido a Pinochet han estado atados de manos, porque la derecha controla la economía, el Congreso y la prensa. Sin embargo, Chile se ha propuesto convertirse en un país desarrollado en el plazo de una década, lo cual es muy posible, siempre que se distribuya la riqueza en forma más equilibrada.

Isabel Allende
fragmento de “Pólvora y sangre”
del libro “Mi país inventado”

domingo, 16 de enero de 2011

Esa batalla

Releyendo a Benedetti me encontré con este poema, y tuve ganas de compartirlo.

Esa batalla


¿Cómo compaginar
la aniquiladora
idea de la muerte
con este incontenible
afán de vida?

¿cómo acoplar el horror
ante la nada que vendrá
con la invasora alegría
del amor provisional
y verdadero?

¿cómo desactivar la lápida
con el sembradío?
¿la guadaña
con el clavel?

¿será que el hombre es eso?
¿esa batalla?


Mario Benedetti
del libro “Cotidianas”

sábado, 1 de enero de 2011

Año Nuevo, vida más o menos nueva

Trillada la frase, es cierto. Podría haber pensado en otra cosa, también es cierto. Pero coincide con lo que estoy a punto de iniciar, así que decido usarla a pesar de todo.

Es que justamente hoy se produce un quiebre en la monotonía de mis días habituales. Después de años de saber que debía buscar por otro lado (algo más lejos de lás máquinas que nos gobiernan, como alguna vez escribí), y de sólo unos pocos de haber asumido que ese otro lado era la literatura (cómo nos cuesta a veces reconocer lo obvio), cambio a conciencia el rumbo de mi vida.

¿Significa que para siempre? No lo sé. ¿No más programar, ni hacer análisis de sistemas? No lo sé. ¿Y entonces por cuánto tiempo? No lo sé. ¿Y qué vas a hacer ahora? Escribir, claro, salir a vender mis libros, por supuesto, leer, leer, leer, no hay duda; lo mismo que hacía antes, pero ahora completamente enfocado. ¿Y te va a alcanzar la plata? No lo sé. ¿Y no te vas a morir de hambre? Tampoco lo sé. Basta de preguntas.

Como verán, dudas y certezas andan más o menos empatadas. Espero que el tiempo traiga más certezas, y también más dudas, ¿por qué no?

Ninguna de estas cosas podría hacer sin el apoyo explícito de la mujer que amo, y con la que llevamos también muchos años de convivencia…