lunes, 20 de enero de 2014

Encuentros (VIII)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

VIII

Enterarte de que una nena se ríe sola mientras lee uno de tus libros, y la madre a su lado sin terminar de creerlo, y luego las dos en la librería intentando conseguir el anterior. Eso (eso de verdad) no tiene precio.


viernes, 10 de enero de 2014

Las noticias y el rating

Reflexionemos.


Las noticias y el rating


La ciudad es grande, inmensa, la habitamos de a millones. A todos nos pasan cosas mientras tanto: algunas sencillas, intrascendentes; otras hermosas, casi mágicas; de vez en cuando una de la que preferiríamos no hablar, horrible, de esas que le toca a uno en un millón (otra vez con los millones).

Después viene la tele, la radio, la prensa escrita. Hace una selección de las horribles, escarba entre las peores, se regocija. Hará un show. Competirá por el rating.

Te dirá que no salgas a la calle porque te violan, te matan, te saquean. Te dirá que no te quedes en casa porque se incendia, se inunda, te toman de rehén, o en el mejor de los casos se te corta la luz por veinte días y se terminan las velas en todos los negocios del barrio y las pilas y las linternas y los generadores eléctricos. Te dirá que tengas miedo, que tiembles, porque todo, todo esto junto y más, mucho más, te puede pasar a vos, y sólo a vos, hoy o mañana o cualquier día de estos.

¿Qué hacés entonces?, ¿te vas a vivir a una isla (¿me voy a vivir a una isla?)?, ¿te atrincherás (¿me atrinchero?)?, ¿te comprás un auto blindado (no llego a tanto)?, ¿o apagás un ratito la tele, la radio, la prensa escrita, y te dejás vivir (¿me dejo vivir?) como la vida venga?


Alejandro Laurenza

miércoles, 1 de enero de 2014

Tres años

Se cumplen tres años. Puedo decir ahora que vivo de mis libros. Falta holgura, es cierto. Aspiro a más, también es cierto. Pero me prometo trabajar para seguir creciendo.

Incontables veces fantaseé, mientras me dedicaba a otra cosa, mientras sostenía una profesión relativamente cómoda en lo económico pero que me hacía sentir vacío al fin de cada jornada, con rumbear el esfuerzo de mis manos (y de mi mente ¿por qué no?) hacia lugares distintos.

Me hundí en divagues imposibles. Me probé, en el espejo de la imaginación frondosa, una multitud de pieles ajenas a la mía, de profesiones más o menos cercanas o distantes. Ninguna me satisfizo.

Había que mirar sobre lo obvio, sobre lo que parecía descabellado pero aun así obvio. Había que tomar las pasiones (la literatura, las caminatas al aire libre, el cambio como regla y no como excepción) y volverlas redituables. Y, sin embargo, había también que mantenerse genuino: no vender al mejor postor la inalienable necesidad de decir.

Y en eso estamos. A veces se vuelve duro y nos alcanza el desaliento, como días atrás. Pero sobre la marcha supe convencerme (sigo convenciéndome) de que ninguna dificultad es demasiado grande cuando uno hace lo que de verdad desea, y de que hay que actuar más y conjeturar menos.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Los últimos metros

A esta altura del año llego, como tantos otros, arrodillado de cansancio, arañando la tierra, intentando mantener la cabeza en alto para alcanzar la línea implacable del fin de carrera.

Lo que me ayuda definitivamente a sobrellevarlo, lo que me motiva como una luz brillante aunque lejana en medio de una lluvia de invierno, es la visualización de las tan ansiadas vacaciones. Pero en este nuevo año que comienza a insinuarse no habrá tal cosa. Las decisiones que fuimos tomando (la necesidad de ampliar la casa de una vez por todas, y algunas otras de tinte económico y familiar) nos lo impiden. Y se hace duro entonces.

Decirlo o escribirlo sirve apenas como descarga, lo sé. Lo que debo encontrar es un reemplazo: una motivación distinta y real que exceda las obligaciones autoimpuestas, que vaya más allá de lo que la cabeza dicta, y me devuelva la alegría suave y desprevenida en el quehacer cotidiano.

Mientras tanto escribo, y me susurro bajito: paciencia, flaco o pibe (aunque ya no sea literalmente lo uno ni lo otro), pronto vendrán tiempos mejores.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Encuentros (VII)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

VII

Que lo lea un pibe de dieciocho años, como yo, es todo un logro, y que publique varias frases en Facebook y sus amigos le den me gusta, también, dijo refiriéndose a “Soy Culpable”, rodeado de pan, facturas y bizcochitos de grasa.

Antes había nombrado algunos poemas que recordaba vagamente, y antes todavía reconoció no saber cómo llegó el libro a sus manos.

Ahora, entre cliente y cliente, me compra la novela. El pibe de Pablo Nogués sigue leyendo. Ojalá sea la puerta hacia muchos otros autores.