Escribo cierto pasaje de la novela La certidumbre del fuego, que se sitúa en una época en la que fui chico, o poco antes. Mis protagonistas, también niños, escuchan a la mamá leerles Corazón, a la noche, justo antes de dormir. Como supo hacerlo la mía con mi hermano y conmigo.
Releo para eso unas pocas páginas del libro, que me sirven ahora de inspiración, de disparador para mi historia. Y me lo dejo ahí, cerquita, para dentro de no mucho tiempo darle una relectura completa, y recordar entonces la infancia: esa nebulosa que persiste, a pesar de los años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario