domingo, 22 de diciembre de 2019

No somos más que nadie

Un poema un poquito largo esta vez.

NO SOMOS MÁS QUE NADIE

("Para ganar, ¿de qué sirve ganar
si no ganan conmigo
los que vienen detrás?"
León Gieco)


De este lado de la historia
las personas
amamos a las personas,
no nos sentimos frustradas,
sabemos que todo es transitorio
(hasta el amor,
hasta tu risa,
hasta el sonido dulce
de un violín
que alguna vez hemos oído);
de este lado
no nos creemos más que nadie,
somos el barro
que se rasca
allá, en el fondo,
y sigue siendo barro,
aunque tengamos la fortuna
de viajar a alguna parte,
de poseer tres o cuatro objetos,
de que nuestra voz
sea leída o escuchada
por unos cuantos;
seguimos siendo el barro
que se mira
y se huele
y se gusta, satisfecho,
no somos más que nadie;
sobrevivimos a empujones
en medio de la jungla,
en medio
de los abismos tenebrosos
hechos mandato,
en medio del capital
de vida o muerte;
jugamos el juego que se impone
pero no somos más que nadie,
nos damos el tiempo
de entender
que sólo es juego,
que sólo es una parte
de la vida de los hombres
y nunca el absoluto;
nos damos tiempo de mirar
a los que vienen rezagados,
a los que no aprenden a jugar
como dios manda,
y no queremos
(nos daría vergüenza querer)
la caridad de poca monta,
no nos basta una mano
derramando moneditas
desde arriba de otra mano;
pretendemos un juego sin orillas,
sin bordes angustiantes,
sin vencedores manchados
por el mérito
de lo indecible.

ALEJANDRO LAURENZA

jueves, 17 de octubre de 2019

Zloto

Hay algunos periodistas en los que creo, en cuya honestidad intelectual confío. Hay algunos, a los que puedo escuchar o ver, sin que mi cabeza (cansadora) especule permanentemente sobre las segundas intenciones que sus dichos esconden. Hay algunos, pocos, a los que admiro. Uno de ellos era Zloto. Ahora me quedan menos.

Tuvo la gentileza en 2014 de leer tres de mis poemas. Lo comparto.


viernes, 4 de octubre de 2019

Encuentros (XXVIII)

Cosas que pasan en la calle, en relación con los libros.

XXVIII

Toba estuvo guardado en un cajón desde el año 2011. Luego el nene nació. Toba continuó guardado. Creció el nene, cambiaron las cosas de lugar, reordenaron el cuarto, y ahí fue cuando Toba despertó.

Se volvió fanático, me cuenta la mamá, aprendió a reconocer las letras, la primera palabra que leyó fue Fuz.
Es por eso que nos encontramos en la estación de Caseros, para que el niño pueda completar la serie de Toba y Fuz. Él no dice nada, pero se abraza al libro.


viernes, 20 de septiembre de 2019

Encuentros (XXVII)

Cosas que pasan en la calle, en relación a los libros.

XXVII

Una vez, hace muchos años, cuando recién empezaba a vender libros a tiempo completo, llegué a un barrio chiquito y lindo, donde la gente me recibió tan bien que me quedó guardado en la memoria. Un barrio escondido en un triangulito, en los alrededores de la avenida Márquez y Ruta 8, en el partido de San Martín, al que siempre quise volver pero nunca pude: no por haberlo dejado de intentar, sino porque se me fue negando, escurridizo, en cada oportunidad que lo busqué.

Hoy el azar puso fin al misterio.

Y por si fuera poco, a la alegría del reencuentro se le sumó una más: conocer a un pequeño lector de aquella época, ya crecido, que apenas hubo visto la tapa de Toba, dijo: ese libro lo leí.

Charlamos un rato con el pequeño lector, que ya no es pequeño, y me compró ahora uno de poesía, acorde a su edad adulta, aunque quizá me pida en el futuro otros de Toba y Fuz, que en su momento se le negaron, escurridizos.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Textos variados

Rescato algunos textos variados, que publiqué antes en otras redes.

I

Al Estado le pido (gobierne quien gobierne) que tenga el foco puesto en la economía real, en el mercado interno, en las pymes, en el trabajo; y que no se olvide de los más desprotegidos (aunque en ellos recaiga también la responsabilidad de fortalecerse, de dejar de depender).

Si el Estado no sabe hacer estas cosas, lo que puedan decir sus voceros son excusas, a mi parecer, distracciones tontas e irrelevantes.


II

Juego al solitario, mantengo esa rutina en el celu. Solo tres partidos. Con menos, no llego a distenderme. Si juego más, empiezo a reconocer los signos de la adicción a la pantalla inútil. Mejor mantenerme a raya.

Juego. Mi estilo es no aceptar jamás la derrota. A menos que ella se me imponga, indefectible, y eche por tierra cada manotazo de mi vanidad ahogada.

Juego. Como la mayoría de las tareas que me decido a emprender. El desafío, claro está, es no pecar de necio, no permanecer, derrotado e incólume, frente al mazo que se dispone a entregar las mismas cartas una y otra vez.

Juego. Creo que me toca aceptar el fin, lo verbalizo: ya perdí, me digo. Pero doy antes una última mirada de resistencia, y algo que no esperaba se ilumina, una jugada (quizá tonta) que no supe distinguir en su momento. La hago. A partir de entonces todo fluye: hasta ganar la partida.


III

Vos podés hacer lo que quieras, nadie te tiene que condicionar ni obligar a nada, lo que no vale es quejarte sin actuar, la queja es un gasto de energía inútil.

(Hablando con mi nena de 7 años, a propósito de una publicidad, de esas que aprovechan la volada para venderte alguna chuchería).


IV

Trabajar en oficina tiene sus ventajas, no lo voy a negar. Está calentito en invierno, fresco en verano, no te mojás con la lluvia, podés tomar unos mates o un té cuando te da la gana, tenés el baño cerca; sólo por nombrar algunas. Comodidades de las que disfruté desde 1997 hasta el último día del año 2010, momento en que decidí intentar un cambio laboral rotundo.

Pero la calle es mi ámbito, el lugar donde sigo queriendo estar (al menos una parte del día). El sol, el aire, los árboles que salpican la ciudad, los pájaros, el cielo limpio o cargado de nubes, la sensación (tal vez ilusoria) de hallarme un poco más en contacto con la vida.

Todavía hoy me quedo con la calle. Mañana veremos.

sábado, 17 de agosto de 2019

El diario de Toba (¡cuarta edición!)

 ¡Ahora sí!, llegó el momento de que El diario de Toba vuelva a encontrarse con los lectores.

Lo publiqué por primera vez en el año 2009, y luego de un par de reediciones, y de que después quedara agotado durante un larguísimo tiempo, me decidí a encarar su cuarta edición, la cual ¡ya tengo en mis manos!

¿Por qué no sucedió antes? No sé, al escritor independiente no le alcanza con desear, debe también ordenar sus proyectos. Fui publicando nuevos libros, tanto para chicos como para adultos, volví a editar en el medio algunos de ellos, y así los años se fueron pasando.

Mi objetivo último es llegar a tener todos mis libros disponibles simultáneamente. Quizá alguna vez lo logre.

Pero retomando El diario de Toba, quedé muy conforme con el resultado final: textos corregidos (espero que para bien) y dibujos completamente nuevos, a cargo de Lucila Cardozo, quien fue su dibujante original, pero que (al igual que me ocurrió a mí, como a cualquier otra persona) fue creciendo en estos años, y la diferencia en su trabajo se nota.

Además, siguiendo el consejo que la gente me daba en la calle (cosa que ya había hecho con el libro anterior, El mago Pascualito), usamos letra de imprenta mayúscula a lo largo de todos los cuentos, que es la primera que reconocen los chicos: es la letra con la que les enseñan a leer.

Dejo a continuación, como curiosidad, un video donde puede verse la última etapa en el proceso de producción del libro. A mí me gustó recibirlo por parte de la imprenta. Ojalá que a ustedes también les guste.

domingo, 24 de febrero de 2019

Entrevista en Radio Rivadavia

Me entrevistó Nolo Correa en su programa Hablando de arte, que se emite los sábados a partir de la medianoche (ya en la madrugada del domingo) por Radio Rivadavia.

¿Tienen ganas de escuchar? Les dejo el audio. :-)

jueves, 3 de enero de 2019

Ocho años


En este año que acaba de terminar, el foco estuvo puesto en la ampliación de nuestra casa. Los chicos van creciendo y necesitamos y queremos más espacio.

El primer tercio lo hicimos en 2015: reforzamos la estructura, dejamos levantadas las paredes en la planta alta, quedó tendida la instalación eléctrica, colocadas las puertas, fijados los premarcos para las ventanas, y no mucho más.

Luego debimos hacer un receso obligado para acomodarnos con el bendito dinero; y ahora, en 2018, pudimos encarar el segundo tercio: techos, revoques externos e internos, colocación definitiva de ventanas y cortinas de enrollar, pintura, etc. Esto se completará, si todo sale bien, en los meses próximos.

Dejaremos entonces el último tercio (que no la última modificación, uno siempre quiere más) para los años siguientes, pero con la tranquilidad de poder ocupar mientras tanto las nuevas habitaciones. Estamos acostumbrados a vivir en obra, entre el polvo, podríamos decir, por lo que no nos asusta seguir de esta manera.

¿La literatura? Bien, un poco descuidada. Es cierto que salí a vender libros por toda la ciudad, visité colegios y tuve la satisfacción de que me hicieran alguna entrevista; pero los pensamientos, y el trabajo, nunca dejaron de estar enfocados obsesivamente en la casa.

Pronto volveré a escribir y publicar. 2019 será para eso.

Enganchándome ahora con los ocho años del título de esta entrada, es ése el tiempo que se cumple desde que cambié de profesión, muchos de ustedes lo saben. En aquel momento no tenía ni idea de cómo iba a sobrevivir con los libros, ni construir la casa, ni criar a los hijos que aún no esperábamos (pero que ya teníamos en los planes cercanos, ahí nomás).

Hoy lo vamos haciendo. Con mucho esfuerzo, perseverancia, y con la seguridad de que de alguna forma podemos: no sabremos decir de antemano cómo pero sí que podemos.

Así seguimos.

¡Buen 2019 para todos! ¡Salud!