viernes, 26 de agosto de 2011

Autogestión

Muchas veces se habla con acierto en los blogs acerca de la dificultad que supone vivir de la literatura. Hasta los escritores reconocidos, quienes no suelen obtener más que el diez por ciento del valor de tapa por cada libro vendido, conocen estos pesares; y no les queda otra alternativa que realizar tareas aledañas, para alcanzar un nivel de vida más o menos digno.

En un plano distinto se encuentran los bestsellers, los excepcionales (en ventas, claro está), los que fueron tocados por la varita mágica de la suerte. Sin embargo sabemos que esta varita es esquiva, y no esperamos que nos roce siquiera, como tampoco esperamos ganar el gordo de Navidad, ni el de Reyes.

Aún así, apoyados de antemano sobre la tierra, nos seguimos preguntando de qué manera vamos a cumplir nuestro sueño. Nótese que la pregunta no es si lo vamos a cumplir, sino de qué manera lo haremos, dando por sentado lo primero. Y ponemos entonces a funcionar la imaginación, que no debe quedar nunca restringida a los espacios de un cuento, o de un poema, o de una novela.

Yendo de lo general a lo personal, poco a poco me fui afianzando en la autogestión. Y cuando digo poco a poco, hablo de más de catorce años a esta parte: no de un modo cabal al principio, sino más bien como un juego, como ese simple y llano juego que la vida es, aunque decidamos por momentos tomárnosla demasiado en serio.

Me sorprendo hoy, en resumen, buscando las mejores opciones para publicar mis libros, reeditándolos cuando la oportunidad y el deseo me lo permiten, saliendo a venderlos todos los días a la calle, tomando ideas de cualquier sitio como si tratara de pequeños trozos de madera en el medio de un naufragio, y escribiendo sin presión, igual que siempre, sobre lo que quiero y cuando quiero.

Mantengo al mismo tiempo las ganas de ver alguno de mis libros publicados por una editorial grande, capaz de llevarlo sin reparos a los estantes de las librerías, pero sin que esto último lo sea todo, sino que funcione como complemento, quizá, con la autogestión. Una cosa no tiene porqué quitar la otra.

Todavía falta, de eso no hay dudas, pero tengo la sensación de que estoy en camino.

viernes, 12 de agosto de 2011

Libertad y otras yerbas (agotado)

Acaba de agotarse Libertad y otras yerbas, mi segundo libro de poesía. Aunque no descarto hacer una nueva edición, corrigiéndole algunas cosas que me pinchaban como espinas cada vez que osaba repasarlo, creo que lo dejaré para más adelante. ¿Cuánto tiempo? Aún no lo sé.

Por lo pronto prefiero darle espacio a un poemario diferente. Sería mi cuarto libro de poesía publicado y el quinto en total. De nombre Soy Culpable. Hace rato me viene pidiendo ver la luz, y ya no me quedan más excusas para ofrecerle.

Si todo sale como espero, llevaré a cabo una edición independiente (es decir de autor) en los meses que siguen. Cuanto mucho podría extenderse hasta fin de año.

Ahora a trabajar, como siempre, intentando que todo resulte lo mejor posible.

sábado, 6 de agosto de 2011

La poesía no se vende

Una tarde, ya venida en noche, mientras ofrecía mis libros en los lagos de Palermo, un hombre sentenció (sin mucha originalidad, aunque con una sonrisa) la poesía no se vende. No recuerdo cómo me defendí en ese momento (también con una sonrisa).

No me lo han dicho otras veces, ni antes ni después. Pero seguramente lo han pensado, mordiéndose la lengua de indignación, o frunciendo el ceño mientras intentaban comprender el juego apresurado de un muchacho que no sabe lo que hace, que desconoce el sacrilegio que comete.

Si me preguntaran ahora, respondería con facilidad (conservando la misma sonrisa, por supuesto) que lo que más me gusta hacer en la vida, además de viajar, es escribir, y si consigo ganarme el pan de esa forma, tanto mejor.

¿Qué importa entonces lo que se debe o no se debe vender? (Siempre que no me venda yo mismo al momento de tomar la pluma).